El neozapatismo ha pasado prácticamente al olvido. La rebelión en Chiapas, que en sus primeros momentos despertó la imaginación y el entusiasmo de muchos en México y en el resto de mundo, que suscitó encendidas adhesiones y compromisos, discursos, análisis, grandes palabras en fin, desapareció de la escena pública, en esta época de fama efímera, simplemente por desinterés, por aburrimiento. Otros espectáculos políticos y mediáticos le robaron el protagonismo. ¿Quién se acuerda ahora de la llamada Ley de Derechos y Cultura Indígenas, que cuando fue presentada (y aprobada) en 2001 fue discutida y disputada como si al país le fuera la vida en ello? De haber pasado en 1994, para muchos, a ser súbitamente uno de los elementos esenciales por los que necesariamente pasaba el nuevo México, los indios han vuelto a su no lugar de siempre. Veleidades intelectuales: el siglo XX nos ha demostrado con qué facilidad los intelectuales y académicos se han puesto a polemizar en el mundo de las ideas políticas y qué poca atención han prestado a lo que verdaderamente estaba sucediendo en la práctica.
En realidad, Chiapas y los indios fueron, como tantas otras veces, el pretexto para hablar de otras cosas. Podría parecer que fue un sueño, que no pasó nada. Pero el Ejército Zapatista de Liberación Nacional es bien real, y en ciertas regiones de Chiapas sigue funcionando como una suerte de para-Estado. Para muchos indígenas de Chiapas, la rebelión zapatista transformó sus vidas y su mundo. Y aunque el poder de los zapatistas, ahora que la mayoría de sus miembros indígenas lo han abandonado, hasta el punto de que ya sólo van quedando aquellos comprometidos en cargos de responsabilidad y, sobre todo, los jóvenes que eran aún niños en 1994 y han sido adoctrinados en las escuelas zapatistas (por supuesto, las únicas permitidas), se ha reducido sustancialmente, todavía el ezln sigue siendo un actor esencial en la región.
¿Qué sabemos de todo esto, del zapatismo entre los indígenas de Chiapas, ahora que los artículos de opinión han desaparecido y permiten ver el bosque? Desde hace algunos años han ido apareciendo paulatinamente lo que se necesita: estudios basados en el trabajo sobre el terreno y con datos bien establecidos y a menudo de primera mano. En general, estos estudios han tendido a concentrarse en comunidades concretas o muy pequeñas regiones. En cambio, Los indígenas de Chiapas y la rebelión zapatista es el primer trabajo que se ocupa de manera organizada, en siete capítulos de distintos autores, del efecto del zapatismo en varias regiones indígenas del estado. Como reza su subtítulo –“Microhistorias políticas”–, su línea de interés es fundamentalmente la historia política local. Pero no se trata –probablemente por fortuna– de trabajos de análisis teórico ni están dirigidos, en conjunto, a demostrar una tesis o a extraer conclusiones o pautas generales, como tampoco a sustanciar una posición política. Como observa Juan Pedro Viqueira, coordinador de la obra junto con Marco Estrada Saavedra, “partimos del supuesto de que los lectores pueden interesarse más en la información que hemos recabado que en nuestras disquisiciones teóricas o políticas”. Los capítulos consisten más bien en estampas narrativas organizadas de tal modo que en conjunto formen un paisaje. Y lo que muestra ese paisaje es una compleja, diversa y muy pragmática relación entre la población indígena de Chiapas y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en un juego político en el que intervienen decisivamente también otros factores y agentes (el Estado, la Iglesia católica, las iglesias evangélicas, las ONG y demás). Es un ejemplo de cómo unos estudios sin pretensiones de generalidad, pero muy atentos al detalle, pueden ofrecer una descripción y explicación mucho más convincente de los acontecimientos que la mayoría de los estudios basados en grandes armazones teóricos. Lo que Marc Bloch, con una frase bellísima, llamó “la emoción de aprender cosas singulares”.
Lo que, en cambio, se encuentra poco elaborado –y esto, me parece, no es tanto un problema de este libro cuanto en general de la actual historia política indígena– son los marcos de sentido de los indígenas que participaron en la rebelión, y que permanecen en el ezln o bien lo han abandonado. ¿Qué significaba para ellos la rebelión? ¿Se trataba, como a menudo afirmaba el subcomandante Marcos (tan afecto entonces a hablar de la muerte como el único destino) y repetían los artículos de opinión, del último recurso para gente cuyas condiciones de vida les había llevado a una salida desesperada? ¿O por el contrario era gente que imaginaba una vida distinta, un “mundo nuevo”? Porque, por raro que pueda parecer a los funcionalistas, los seres humanos no se rebelan por sus malas condiciones de vida, pues si así fuera la rebelión sería el estado normal de la vida social, sino porque son capaces de vislumbrar una vida distinta. Y si este es el caso indígena, ¿de qué clase de mundo se trataba? Es casi seguro que la utopía indígena –por vaga que fuera, como son siempre las utopías– era muy distinta del futuro que imagina la izquierda revolucionaria o el altermundismo internacional. Saber cómo era (cómo es) la utopía indígena es un estudio que resta por hacer, esencial para entender la rebelión desde el punto de vista de los indígenas de Chiapas.
Como quiera que sea, Los indígenas de Chiapas y la rebelión zapatista es, en términos de un enfoque regional comprehensivo, el trabajo más completo y mejor organizado de la creciente literatura especializada en la historia política del neozapatismo en Chiapas. Quien de verdad quiera comprender el papel y la evolución del neozapatismo, no el de los grandes (y efímeros) discursos políticos o el de los (igualmente efímeros) análisis teóricos a la moda, sino el de las enrevesadas pero fascinantes circunstancias locales, debe leer este libro. ~