Museo de la barbarie

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Claudio Magris

No ha lugar a proceder

Traducción de Pilar González Rodríguez

Barcelona, Anagrama, 2016, 392 pp.

Hay historias verídicas de corte tan alucinante que solo a través de la ficción ganan el espesor de lo verosímil. Una de ellas es, sin duda, la del profesor Diego de Henriquez, coleccionista y archivista italiano cuya odisea queda retratada en el delirante relato de su muerte. El 2 de mayo de 1974, 38 minutos antes de la medianoche, una llamada interrumpe la charla nocturna en el cuartel de bomberos de Trieste. Una voz informa de un incendio en la calle San Maurizio. Media hora más tarde, cuando los bomberos logran hacerse paso entre la multitud de vecinos curiosos, se topan con una escena inolvidable: sepultado entre las ruinas de un almacén repleto de objetos bélicos, perdido entre cañones, submarinos, documentos de guerra y cientos de rifles, hallan el cadáver calcinado de Diego de Henriquez. En torno al cadáver, distinguen las ruinas del ataúd en el que se rumoraba dormía aquel excéntrico coleccionista cuya única ambición, desde el final de la guerra, había sido la de construir un gran museo de la barbarie que incluyese todo objeto y documento relacionado con la guerra. Un museo total que según Henriquez llevaría el barroco nombre de “Ares para Irene o Arcana Belli. Museo total de la Guerra para la llegada de la Paz y la desactivación de la Historia”. Como si de una metáfora se tratase, la escena retrataba la pasión de una vida dedicada a construir un mausoleo para la historia. Un mausoleo en el que el inmemorial diálogo entre la civilización y la barbarie, entre la guerra y la paz, pudiese continuar a puertas cerradas.

La ficción es capaz de otorgar sentido a historias así de fascinantes. La de Diego de Henriquez y su museo de la barbarie ha tenido la suerte de parar en las manos de uno de los más notables escritores contemporáneos: Claudio Magris (Trieste, 1939). No ha lugar a proceder, su novela más reciente, retoma el caso del gran coleccionista italiano para desde ahí trazar la múltiple genealogía de la violencia. Confrontado con este fascinante episodio de la historia de posguerra, Magris imagina la tarea del novelista como la reconstrucción ética del irrealizable museo de Henriquez. No ha lugar a proceder también presenta a Luisa, personaje que tiene la imposible tarea de curar, a partir de los objetos rescatados entre las ruinas, ese museo total imaginado por Henriquez. La novela no se limita a la intrigante historia personal de Luisa, ni tampoco la del coleccionista, sino todo eso y mucho más: un fascinante artefacto narrativo que articula la multifacética genealogía de la violencia. En estas páginas la historia del antisemitismo se ve reflejada en la historia de la xenofobia y esta a su vez en la historia de la esclavitud, como parte de una laberíntica estructura narrativa que intenta indagar en una pregunta fundamental: ¿En qué momento la civilización se convirtió en barbarie? Sin rebajarse en ningún momento al moralismo panfletario, No ha lugar a proceder apunta al corazón de las tinieblas de la fantasía moderna, para mostrarnos que la historia de la modernidad es inseparable de su reverso barbárico.

“No existe un solo documento sobre la civilización que no sea al mismo tiempo un documento sobre la barbarie”, escribió Walter Benjamin. Magris indaga en las consecuencias de este terrorífico nudo, explorando los relatos que surgen desde las ruinas de la historia. Con la perspicacia de un antropólogo forense ante los restos óseos de una víctima anónima, el italiano logra construir un artefacto coral en el que son los objetos mismos los que cuentan historias. No ha lugar a proceder reconstruye y recontextualiza la historia moderna desde la figura de un archivo en ruinas, proponiendo en el camino una historia material de la barbarie que traza, sobre el mapa del mundo moderno, un peregrinaje alucinante: en sus páginas, pasamos del Paraguay de los indios chamacocos a la Praga de principios del siglo XX, del castillo de Miramar al México de Maximiliano, de las costas africanas al Puerto Rico de la Inquisición, de El arte de la guerra de Sun Tzu a los oscuros pasillos de la Risiera di San Sabba, único campo de concentración nazi en Italia, cuyo infame caso sirve como telón de fondo para esta novela. Y es precisamente desde ahí, desde los murmullos de los olvidados prisioneros judíos, que Magris erige esta singular ficción de archivo, esta novela camaleónica que crece ante nosotros como un museo y sobre cuyos múltiples pasillos el lector decide perderse simultáneamente con horror y placer, consciente en todo momento de que lo que la novela busca cuestionar es precisamente la estetización de la política.

“Los topos, en cambio, ciegos, estúpidos, tercos, excavan, hacen muchos agujeros hasta que el suelo cede, la planta noble de la Historia se derrumba con estrépito”, anota De Henriquez en una libreta. Robándole la imagen podríamos cerrar diciendo que en No ha lugar a proceder Magris se lanza, con la fuerza de los topos –ciegos, tercos, valientes e invisibles–, a explorar los pasillos de esa ciudad subterránea que subsiste bajo la falsa estabilidad de la gran Historia. Al lector que se atreva a recorrer los oscuros túneles de este gran museo de la barbarie le será dada la alegría de ver, al final del trayecto, la historia con nuevos ojos. ~

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Nació en San José, Costa Rica, en 1987. Es narrador y doctor en literatura hispanoamericana por la Universidad de Princeton. Su primera novela, Coronel Lágrimas, Anagrama 2015.


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