Obra Selecta, de Cyril Connolly

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En 1917, T. S. Eliot publicรณ un artรญculo, โ€œLa tradiciรณn y el talento individualโ€ en el que, ademรกs de
defender la objetividad del poema por encima de las emociones dependientes del autor, postulaba que toda originalidad es una variante de una tradiciรณn. Es curioso hacer notar que Eliot escribรญa esto cuando eclosionaban las vanguardias, con su grito de tierra quemada y sus bรบsquedas, a veces extraordinarias, de originalidad y novedad. Cyril Connolly (Coventry, 1903-1974) ejerciรณ la crรญtica literaria desde los aรฑos treinta hasta el final de su vida, pero quizรกs sus momentos mรกs importantes se encuentran en Enemigos de la promesa (1938) y La tumba inquieta (1944-45). No hay que olvidar que tambiรฉn fue director de la revista Horizon, cuyos editoriales recogiรณ en el volumen Ideas and Places (1953), y The Condemned Playground, donde reuniรณ sus colaboraciones del Sunday Times. Educado en Eton, tenรญa una buena formaciรณn clรกsica y conocรญa bien la literatura francesa, algo de la espaรฑola y, sobre todo, la inglesa. Por las fechas anteriores, es evidente que cuando comenzรณ a escribir sus primeros ensayos y notas las vanguardias estaban en sus horas bajas, y tanto la novela como la poesรญa mรกs novedosas luchaban por digerir, con criterios muy distintos, las grandes aventuras del primer tercio de siglo. Connolly llevรณ a cabo un ti-po de crรญtica que tuvo en cuenta la tradiciรณn y, al mismo tiempo, procurรณ fijar la importancia individual de ciertas obras que ofrecรญan alguna novedad creativa para la historia literaria. Fue un lector muy perceptivo frente al uso del lenguaje y de las estructuras que dimanan de la propia obra. Influido por Edmund Wilson, puso su talento en avizorar tendencias. Son valiosas en este sentido sus famosas listas de obras (razonadas), que, aunque discutibles en algรบn punto, son una suerte de canon de un buen lector. Muchas de las crรญticas de Connolly son verdaderos textos literarios, en el sentido de que el autor acaba siendo un personaje actuando entre libros y anรฉcdotas, y por ello transforma la deseada objetividad del crรญtico (ateniรฉndose a normas, segรบn Eliot), en una mezcla de sagacidad y subjetividad biogrรกfica que tiene un remoto antecedente en Montaigne, a quien desdeรฑaba en su juventud. Son textos literarios, tambiรฉn, porque son obras de un escritor capaz, entre otras cosas, de hacer pastiches interesantes, como estas lรญneas con las que acaba Enemigos de la promesa: โ€œ… yo a quien vio nacer la mal reputada Coventry, madre de bicicletas, a quien Inglaterra ilustrรณ e Irlanda engaรฑรณ, de cara redonda, irritable, amante del sol, un hombre tan viejo como su Redentor, que medita en esta รฉpoca del aรฑo en que estallan las guerras, en que Europa tiembla y los dictadores atronan, sentado bajo un plรกtano, insensible al honor, la ambiciรณn y la gloriaโ€. Por cierto, en mi ediciรณn inglesa de este libro (1979), termina asรญ: โ€œinglorious under planeโ€. Estรก mejor en la traducciรณn, pero ยฟde dรณnde lo ha sacado Jordi Fibla?

Digamos algo de la persona: segรบn lo vieron algunos coetรกneos, Connolly era tan brillante como extraรฑo, capaz de caer en silencios inopinados e insis-tentes. De conversaciรณn lรบcida, era un solista que se aburrรญa en el intercambio. Fue gran gourmet y un buen bebedor, viajero: escribiรณ algunas pรกginas sobre sus andanzas, y nos dio, como siempre, normas y lugares comunes de esta aficiรณn. Estuvo muchas veces en Espaรฑa, de hecho pasaba temporadas en Churriana (Mรกlaga), en La Cรณnsula, la casa de la hermana de su primera mujer, donde se reunรญa con Gerald Brenan y muchos otros amigos, entre ellos Hemingway. (Estรก por hacer la historia de esos anglosajones eminen-tes en la Costa del Sol, entre los aรฑos treinta y los sesenta. Aรฑado para el lector interesado que La Cรณnsula es ahora una escuela de hostelerรญa y restaurante, azaroso homenaje a tan buen epicรบreo). Brenan โ€“que fue entre otras cosas un magnรญfico retratistaโ€“ decรญa que Connolly era un romรกntico con vetas de realismo psicolรณgico adquirido en su frecuentaciรณn de la literatura francesa. Hombre complejo, no terminรณ de estar lo suficientemente de acuerdo consigo mismo, lo que lo convertรญa en una personalidad enigmรกtica. Segรบn Brenan era un hombre narcisista lleno de amor y odio por sรญ mismo, por lo cual el sentimiento de culpa fue muy importante en su vida y en sus escritos, pero era sensual, amante de las comidas, con cierto parecido en estos aspectos de su sensibilidad con Colette, segรบn la mente asociativa de Brenan. Una virtud poco comรบn (que vale mรกs porque se daba en un hombre exigente y realmente cultivado), era su capacidad de admiraciรณn. Finalmente, Brenan afirmรณ que โ€œsus รบnicos temas han sido la sรกtira social, la crรญtica literaria (a menudo en forma de parodia) y, por supuesto, รฉl mismoโ€. Esto lo dijo en Memoria personal, y su amigo Cyril se enfadรณ garabateando en su ejemplar que si se callaba tanto era por disimular ante las fanfarronadas sexuales del autor de Al sur de Granada (por cierto, tรญtulo sugerido por Connolly). No obstante, al final de su vida no le guardรณ rencor y hoy puede seguir leyรฉndose ese retrato como testimonio del valor y la perspicacia de Brenan.

Connolly leyรณ siempre poesรญa y fue el gรฉnero que mรกs le acompaรฑรณ. Poetas latinos, ingleses y franceses estuvieron siempre alimentando sus lecturas y su imaginaciรณn. Pero fue un crรญtico, sobre todo, de novela, y estuvo interesado en el movimiento moderno, que รฉl situaba en la revuelta de los franceses contra la burguesรญa, de los ingleses contra el mundo victoriano (es decir, despuรฉs del romanticismo inglรฉs…): una moder-nidad que tiene, sin embargo, todos los rasgos del romanticismo: ironรญa, lucidez, rebeldรญa y una sensibilidad exaltada. Heredero del romanticismo, encarnรณ la vertiente que creรญa en el progreso, que en รฉl tenรญa el sentido de una afirmaciรณn vital: no de lo que retrocede sino de lo que cambia para permanecer. Por otro lado, en buena parte de su obra y sus observaciones es un intรฉrprete de las relaciones que mantienen el intelecto y la imaginaciรณn, el raciocinio y el mundo fรญsico, de ahรญ que, en este sentido รบltimo, amara la obra de Hemingway (sus relatos y los cuentos, sobre todo), y, en cuanto a la relaciรณn entre imaginaciรณn e intelecto prefiriera la obra de E. M. Foster o Virginia Woolf, aunque tuvo una cierta incomprensiรณn de Proust, quizรกs porque su vitalismo y su debilidad, a partes iguales, le impedรญan encajar el escepticismo crรญtico de la รบltima parte de ร€ la recherche… Le gustaba un tipo de novela que hoy dรญa no se lleva mucho, la que estรก bien escrita. Por eso afirmรณ que agrupar los libros por sus temas es absurdo cuando habrรญa que hacerlo por sus mรฉritos. En fin, Connolly era un partidiario del estilo mandarรญn, que es el โ€œestilo de los escritores que tienden a hacer que su lenguaje transmita mรกs de lo que quieren decir o mรกs de lo que sientenโ€ y estaba en contra de la literatura puesta al servicio de esto o lo otro, eso que ahora parece justificar nuestra literatura: el sudario o el cรกliz de Cristo, las secuelas de la Guerra Civil Espaรฑola o las nuevas costumbres urbanas (historiochismes y sociologรญa al peso). Veamos algunas consideraciones suyas, sin pretender ser exhaustivos, porque muestran fรกcilmente su actitud y su inteligencia. En un artรญculo de 1941, cuando aรบn era difรญcil calibrar ciertos aspectos relativos a Joyce, afirmรณ que el Ulysses es en gran medida un libro para jรณvenes a causa de su derrotismo y la culpa propia de los jรณvenes; una obra llena de โ€œsoledad, cinismo, pedanterรญa y estallidos de obscena actividad anarquistaโ€. En absoluto quiere decir esto que no valorara sus logros inmensos, que no excluyen que pueda ser vista asรญ… Connolly estaba mรกs cerca de los cuentos de Dubliners y A Portrait of the Artist as a Young Man. Joyce le parecรญa โ€œtรฉcnicamente revolucionario, pero conservador en todo lo demรกs; su vida tan mortalmente respetable, sus escritos tan temerariamente sensuales; tan torturado por la culpa del catรณlico no practicante, el Angebite of Inwit, tan obsesionado por su propia juventud que su reloj parecรญa haberse detenido literalmente el 16 de junio de 1904โ€. Y aรฑade: nunca tendremos en nuestras vidas el tiempo, la seguridad o la paciencia para escribir como รฉl. Sus armas, โ€œel silencio, el exilio y la astuciaโ€, no son las nuestras.

En cuanto a los crรญticos, Connolly, admirador y partidario de los artistas, tuvo las reflexiones mรกs agudas y mordaces que se puedan leer sobre los de su oficio, un mundo que conocรญa como un entomรณlogo a sus bichos. Quizรกs por eso, cuando leyรณ el rescatado diario de Sainte-Beuve, Mes poisons (cuya traducciรณn publicarรก la editorial Artemisa este aรฑo), dijo โ€œร‰ste soy yoโ€.

Este lector de Virgilio (pero no de la Eneida, sino de las ร‰glogas), de Catulo, Baudelaire, Rimbaud y Valรฉry, que devorรณ con entusiasmo la Antologรญa griega en la traducciรณn de Mackail y mรกs tarde a los poetas chinos traducidos por Arthur Waley, y de ellos, con predilecciรณn por Po Chรผ i (que ahora se traduce como Bai Juyi) y Li Po (Li Bai), siguiรณ los movimientos de la poesรญa moderna como habรญa seguido los de la novela. Algo que cautiva es su capacidad de admirar y defender a un autor y su obra por un capรญtulo dentro de un libro bien escrito. Sabรญa lo difรญcil que es alcanzar la excelencia y tambiรฉn sabรญa que un fragmento se desprende, lleno de vida y autonomรญa, para brillar mรกs allรก de las aguas tibias que lo rodean. Creo que fue un buen lector de Eliot, y de Pound, de quien fue amigo. No se dejรณ llevar por la pedanterรญa acadรฉmica en cuanto a la valoraciรณn de The Cantos, en los que vio, mรกs allรก de los primeros y de los Pisan Cantos, un productor de โ€œgrandes bloques de prosa como una incineradora defectuosaโ€. Pero amรณ Mauberley, sus traducciones y muchos otros poemas de la etapa de Personae. Connolly, como todo lector con imaginaciรณn verdadera, suele decir cosas sorprendentes y divertidas; cuando se acerca al poeta E. E. Cu-mmings ve en รฉl una versiรณn de โ€œScott Fitzgerald menos pulida, sin corromper, un estadounidense romรกntico que se vuelve realistaโ€. Como en Catulo, hay en sus mejores poemas โ€œuna furia controlada, una furia erรณticaโ€, pero a pesar de sus logros indudables โ€œen cierto modo le faltaba una evoluciรณn intelec-tual internaโ€. Recuerdo que Paz, que tambiรฉn tratรณ al poeta norteamericano, dijo algo semejante. Y concluye Conno-lly โ€“al comparar la primera รฉpoca y la poesรญa รบltima de Cummings: โ€œLas actitudes anarquistas envejecen malโ€. Fue un gran lector y un gran admirador de Yeats, tanto de la poesรญa primera co-mo, sobre todo, de la รบltima, del poeta que habรญa leรญdo a Pound y se renovรณ; y fue un gran defensor de una poeta tambiรฉn admirada por Yeats, Edith Sitwell. En cuanto a las limitaciones: Connolly no nos ha dejado ningรบn ensayo extenso sobre los escri-tores que amรณ, fue tal vez demasiado perezoso para eso y se contentรณ con observaciones brillantes, con los escarceos propios de una conversaciรณn erudita y lรบcida. No es poco; pero no es todo, quiero decir: no es suficiente. Y en cierto momento debemos abandonarlo para sumergir-nos en obras mรกs morosas, como las que escribieran en su misma รฉpoca George Steiner, Edmund Wilson, Octavio Paz, Benichou, Starobinsky, Barthes y otros.

Volvamos por un momento a su persona antes de terminar. Connolly estuvo casado tres veces, la รบltima con una mujer mucho mรกs joven que รฉl con la que tuvo dos hijos. Al parecer, despuรฉs de una vida afectiva algo turbulenta, hallรณ la felicidad. Quizรกs como producto de sus anteriores matrimonios escribiรณ esta penetrante reflexiรณn: โ€œComenzamos a hacer sufrir a quienes amamos cuando el sentido de culpa con el que nacemos se hace intolerable, y dado que todos aquellos a quienes amamos intensa y continuadamente se convierten en parte de nosotros, y dado que nos odiamos a nosotros mismos en sus personas, asรญ nos torturamos a nosotros y a ellos al mismo tiempoโ€. ยฟVen cรณmo tenรญa razรณn Brenan y de quรฉ manera debiรณ fascinarle Joyce?
     Cuando uno llega al final de este volumen se tiene la sensaciรณn no sรณlo de haber recorrido geografรญas, obras y autores con una mente aguda y creativa, sino de haberlo hecho con alguien que se ha ido configurando a nuestro lado y con quien nos gustarรญa seguir la conversaciรณn, aunque el querido Cyril caiga en uno de sus silencios provocadores, esperando que le dejemos monologar, admirablemente, una vez mรกs, para nosotros.~

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(Marbella, 1956) es poeta, crรญtico literario y director de Cuadernos hispanoamericanos. Su libro mรกs reciente es Octavio Paz. Un camino de convergencias (Fรณrcola, 2020)


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