Guillermo Sheridan
Habitación con retratos. Ensayos sobre la vida de Octavio Paz
Ciudad de México, Era, 2015, 304 pp.
Aunque la biografía de un poeta está en sus poemas, como afirmó con algún extremo Octavio Paz en la década de los sesenta, lo cierto es que para comprender a la persona, y no al sujeto surgido de la poesía, es necesario examinar e interpretar su desenvolvimiento vital, social y cultural. Eso fue lo que hizo el propio Paz con sor Juana Inés de la Cruz, y es lo que lleva años haciendo con Paz uno de nuestros mejores críticos, Guillermo Sheridan, quien publicó en 2004 Poeta con paisaje, el primer volumen de los tres que tendrá su biografía, bajo el título genérico de Ensayos sobre la vida de Octavio Paz, y que ahora nos da en Habitación con retratos una suerte de mosaico antes de lo que sin duda será en pocos meses un cierre notable con el tercer volumen. Recientemente se ha publicado una amplia biografía de Paz, llevada a cabo por Christopher Domínguez Michael, Octavio Paz en su siglo, una obra importante pero desigual cuya primera parte debe mucho a Sheridan. También es aconsejable, a pesar de algunos errores puntuales, el hermoso ensayo biográfico de Jacques Lafaye, Octavio Paz en la deriva de la modernidad.
El libro de Sheridan toma la vida de Paz para comprender su obra, y la obra para dilucidar su vida, pero el eje sobre el que gravita es la biografía. En este sentido es un buen seguidor de Sainte-Beuve, sin ignorar que la última palabra de un poema está en el poema mismo. Dos cosas quiero destacar de este inteligente y culto libro: la buena prosa de Sheridan (un verdadero escritor) y el equilibrio entre lo académico y lo ensayístico. Dividido en cuatro partes, nuestro autor analiza en la primera con una sensibilidad lúcida aspectos de la pasión (ira, búsqueda y melancolía) en el joven Paz, unida a la sexualidad (erotismo), la risa y la función de la poesía y lo mítico en todo ello. La segunda se adentra en algunas de las correspondencias mantenidas por Paz, que le permiten analizar al joven poeta en sus años en Estados Unidos (en la primera época) antes de establecerse en París como diplomático en 1945. Pero sobre todo las cartas con el novelista y crítico argentino José Bianco y con el gran poeta inglés Charles Tomlinson, fallecido en agosto de 2015. Ambas correspondencias aún no se han publicado, aunque las cartas a Tomlinson (desde 1966 a 1989) saldrán en breve, y, como señala Sheridan, es una de las más notables y singulares, por su humor, sin duda alimentado por la ligereza profunda del poeta inglés, y porque dialogaron, sobre todo en la mitad de los sesenta y comienzo de los setenta, sobre aspectos de la poesía que hicieron que Paz pudiera escribir poemas como Pasado en claro. La presencia de Tomlinson, que aligera el peso grave y algo pretencioso del romanticismo alemán, tan presente en Paz, coincide con la conquista del equilibrio afectivo encontrado en su esposa Marie-José, a quien conoce en India. Sheridan piensa que estas cartas y las que dirigió a Bianco son las más personales, si excluimos, claro, la correspondencia con Elena Garro y con Bona Tibertelli de Pisis (inéditas, y la segunda inaccesible). Creo que hay que añadir la notable correspondencia con Pere Gimferrer, y la desigual pero insoslayable con Tomás Segovia, donde encontramos varios momentos de espontaneidad intelectual y confesiones de un gran valor para conocer algunas de las actitudes intelectuales y sensibles de Paz. La tercera parte nos sitúa a un Paz en familia: su padre, abogado zapatista, alcohólico, que falleció arrollado por un tren cuando Paz tenía veintiún años; su madre, hija y nieta de andaluces, Elena Garro y la hija que tuvieron, Helena Paz: una historia llena de pasión, enfermedad, locura y algo de comedia, que termina en la destrucción. Esto es algo que ha tenido muy poco en cuenta Christopher Domínguez Michael y muchos otros biógrafos: la importancia del lado español en la formación de la sensibilidad de Paz, y diría, de sus fantasmas relativos a la identidad. No se puede olvidar que toda la ascendencia materna es española, y a este respecto también es útil la correspondencia con Segovia, al ser este un español-mexicano, herido por la anagnórisis. Bien, Sheridan sí señala este aspecto y así contribuye a un conocimiento más completo de la compleja figura de Paz. El último apartado tienes varios retratos: el fundador de revistas, desde Barandal en 1931 a Vuelta, Paz con algunos amigos en la juventud, la relación del poeta con el toreo y con las drogas, y dos lugares: Afganistán, país que visitó muchas veces como diplomático, atraído en lo personal por el nomadismo, y la llamada Casa de Alvarado (Coyoacán), donde falleció y de la que Guillermo Sheridan nos da una visión luctuosa y espléndida. Pero estas líneas solo señalan un libro lleno de matices y aportaciones variadas, tanto al mundo biográfico de Octavio Paz como a su obra, como las reflexiones e indagaciones sobre lo esencial de su búsqueda poética, incardinada en un romanticismo crítico, y luego en lo más granado del surrealismo, siempre procurando responder a la ausencia de un verdadero mito para nuestra época, que sin duda él cifraba en los dones de la analogía poética y su capacidad para darnos un sentido del tiempo que no fuera la ruina de la Historia. Sheridan nos recuerda el en su día muy leído libro del sociólogo Jules Monnerot, La poésie moderne et le sacré (1945), donde, atendiendo al significado del surrealismo, habla “de la creencia nocturna en la eficacia del deseo”, y de un “estado tercero”, del que Paz hace eco en Pasado en claro. Paz no siempre menciona sus diálogos más intensos, como también ha señalado Lafaye, por olvido o por excesiva cercanía, y Sheridan, con una paciencia acicateada por la verdadera pasión intelectual, que está asistida por la pasión y por la fidelidad a su objeto, nos da, en este irreductible libro, un ejemplo de lectura. ~
(Marbella, 1956) es poeta, crítico literario y director de Cuadernos hispanoamericanos. Su libro más reciente es Octavio Paz. Un camino de convergencias (Fórcola, 2020)