Poesía y prosa, de José Gorostiza

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La edición de Miguel Capistrán de la poesía y la prosa de José Gorostiza no contiene novedades extraordinarias ni altera la noción que tenemos acerca de la identidad socialmente construida y el valor cultural que caracterizan a este escritor –consagrado como uno de los fundamentos más sólidos de la literatura mexicana. El trabajo de Capistrán merece el reconocimiento de las virtudes relativas a la preservación y el atesoramiento responsable, informado y lleno de admiración de los caudales literarios que pertenecieron a un personaje del cual se manifiesta muy próximo, tanto en el terreno de la cultura como en el de las emociones. Cierto, en más de un lugar de la nota editorial que redactó para encabezar Poesía y prosa, Capistrán se juzga a sí mismo como un editor celoso de las indicaciones de Gorostiza a propósito de su propia obra; indicaciones que evoca a manera de crédito favorable para su edición. Así, las estrategias editoriales que Capistrán se impuso a sí mismo responden, antes que a las normas racionales de la crítica textual, a la cordialidad testamentaria. Por ello, la perspectiva que domina este libro insiste en los valores tradicionales del relato dominante de las letras mexicanas, en general, y de los Contemporáneos, en particular.

Gracias a Poesía y prosa, Capistrán refrenda, pues, el estatuto que posee como mediador de la memoria colectiva de los Contemporáneos, privilegio intransferible que lo sitúa a buen resguardo de los reparos que pudiera granjearle su desinterés manifiesto por las nuevas orientaciones de la historiografía cultural, en virtud de las cuales la crítica literaria ha mesurando la naturaleza heroica que solíamos atribuir al creador.

La edición que ahora comentamos es el resultado de la precipitación de sustancias bien conocidas desde hace varios años en el laboratorio de los estudiosos y los editores de José Gorostiza. En el centro de esos materiales permanece Muerte sin fin, de acuerdo con la crítica textual que Arturo Cantú hizo de este poema, y a su alrededor están Poemas de juventud, Canciones para cantar en las barcas y Del poema frustrado. Así, se avala una línea de organización editorial de la poesía establecida desde 1964, enriquecida con los poemas anteriores a Canciones, como ya lo había hecho Edelmira Ramírez en 1988 para su edición de la colección Archivos, aunque con un título y un lugar diferente en la serie de los textos.

Como un satélite que refleja la luz del planeta lírico celebrado unánimemente, se sitúa la prosa, siguiendo la edición del propio Capistrán de 1969 (Universidad de Guanajuato). Algunas piezas sueltas, hasta ahora inéditas, se han incorporado en este corpus acatando su estructura fundamental, mientras que otras tantas se cambian de lugar sin alterar en modo alguno las premisas genéricas y temáticas de la distribución de los textos en un conjunto sancionado desde hace tiempo.

Destacan los siguientes rescates: “El Palacio de Bellas Artes”, “Proyecto de trabajo, Teatro Orientación” y “Jaime Torres Bodet en la política exterior de México”; la reincorporación de las muy conocidas “Notas sobre poesía” en su lugar original; “Misión de la Academia”, discurso de recepción como miembro de número, seguido de “Contestación de Alfonso Reyes al discurso de José Gorostiza”, además de la incorporación de los cinco sonetos reunidos bajo el título “Suite en dolor de Luz Velderráin” en el apartado de Poemas de Juventud.

Poesía y prosa es un libro cuya virtud mayor es el orden puesto al día, la actualización de casi todo cuanto conocíamos acerca del autor de Muerte sin fin. En este sentido, Capistrán ha declarado sus deudas con quienes, en diversos momentos, se han aventurado en la edición de la obra del poeta. “Hoy en día, puede afirmarse casi con seguridad absoluta que la mencionada en párrafos previos [de la nota editorial], representa la totalidad de la producción poética de Gorostiza, lo cual, esto es, su hallazgo y recopilación en algunos casos o su edición, justo es reconocerlo, ha sido posible gracias a la acuciosidad de los investigadores Porfirio Martínez Peñaloza, Luis Mario Schneider, Edelmira Ramírez, Guillermo Sheridan, Armando Ramírez Domingo y Alí Chumacero y, en particular en la actualidad es posible también acceder a la lectura de Muerte sin fin de manera expedita, esto es, despojada de elementos que de manera un tanto perturbadora se encontraban en las ediciones del poema y ello debido a la fijación definitiva que del texto llevó a cabo el estudioso Arturo Cantú.”

Con respecto del propio Gorostiza, y con base en los comentarios incidentales de Capistrán a propósito del origen de un par de textos salidos de archivos relacionados con los servicios educativos y culturales del Estado mexicano, conjeturo que el editor no llevó a cabo una investigación sistemática en los archivos históricos de la Secretaría de Educación Pública y sus dependencias culturales. El informe de José Gorostiza sobre el Palacio de Bellas Artes se incluye en esta edición gracias a la “perspicacia y la memoria de Jaime Labastida, que cuando fue funcionario del Instituto Nacional de Bellas Artes conoció este documento”; el proyecto de trabajo sobre el Teatro Orientación ha podido ser incorporado en este libro en virtud de una “más que afortunada circunstancia”. Sin embargo, ni la fortuna fue pródiga en circunstancias ni la memoria de algún colaborador tan feliz como para orientar a los editores de Gorostiza al acervo histórico diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores, donde hay pruebas acreditadas de su labor como funcionario y escritor. A este respecto resultará difícil explicar por qué se apartó de la edición ahora comentada un libro firmado por Gorostiza como La tesis de México entre Chapultepec y Bogotá, que tantas resonancias tiene, por ejemplo, con un artículo sí recogido en Poesía y prosa, el ya citado “Jaime Torres Bodet en la política exterior de México”, de cuyo origen y fecha, por cierto, no se hace ningún comentario.

Habría sido deseable una crítica y una identificación de fuentes documentales mucho más rigurosas, además de una estrategia sistemática de investigación que asegurase el descubrimiento de las huellas textuales de José Gorostiza dispersas en los acervos pertinentes con respecto de su trayectoria y las redes políticas y culturales en las cuales participó. Una investigación documental orientada en este sentido debería haberse sustentado, necesariamente, en una noción del perfil histórico de Gorostiza diferente de la del héroe cultural y escritor de genio; una noción sensible a su estatuto como miembro distinguido de las minorías políticas y culturales que tomaron bajo su responsabilidad el diseño y la dirección de la vida pública del país, ya en términos administrativos, ya ideológicos, ya simbólicos. La ruta de la revisión de José Gorostiza de acuerdo con estas premisas ha quedado abierta, apenas insinuada por la renovación de su corpus tradicional. ~

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