Raúl Martínez Ostos / Leyes, finanzas y diplomacia para el desarrollo, 1907-1993, de Aída García Dimas y Eduardo Turrent Díaz

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La evolución económica de México entre 1935 y 1965 puede dividirse, quizá sin mucho riesgo, en dos grandes periodos. El primero se caracterizó por la inestabilidad y culminó en la devaluación sorpresiva de 1954. El segundo constituyó el inicio de la etapa que se bautizó después con el nombre de “desarrollo estabilizador” –título justificado por los hechos, pero avalado también por una argumentación a posteriori imaginativa y bien elaborada.

Durante los últimos años del decenio de los treinta, el crecimiento real del pib fluctuó violentamente, el saldo positivo de la balanza comercial tendió a reducirse y la inflación varió en forma notable. El inicio de la Segunda Guerra Mundial alteró abruptamente el entorno de la economía mexicana y afectó su evolución a lo largo de muchos años, incluso con posterioridad al término del conflicto armado. En trazos muy gruesos, la actividad económica de México creció con vigor por algo así como un cuarto de siglo, acompañada primero por una inflación alta y muy volátil y luego por una inusual estabilidad de los precios, y escoltada siempre por una balanza comercial deficitaria.

Raúl Martínez Ostos se desempeñó como un funcionario público polifacético a lo largo de las tres décadas referidas, y sus andanzas constituyen el hilo que une las casi cuatrocientas páginas del libro escrito por Aída García Dimas y Eduardo Turrent Díaz.

Los autores realizaron para el caso un trabajo meticuloso de investigación histórica, favorecido por la disponibilidad del archivo personal del biografiado. Sin embargo, sucede a veces que la evidencia empírica resulta incompleta o de plano ausente. Frente a ello, García y Turrent tienden puentes hipotéticos razonables que permiten al lector cruzar algunas lagunas.

Se trata de un libro muy cuidado, bien escrito y sin duda relevante para los interesados en la historia económica nacional. García y Turrent aprovechan la variada carrera de Martínez Ostos en la banca central, en la hacienda pública, en diversos organismos internacionales y en la banca de desarrollo para describir y analizar el contexto económico correspondiente. Con frecuencia, el cuadro en cuestión se complementa con los retratos de otros actores destacados, cuyo papel es a menudo más importante que el asignado al personaje central.

Desde luego, el libro va más allá; varias de sus secciones se ocupan, por ejemplo, de reseñar minuciosamente acontecimientos y operaciones economicofinancieras trascendentes. El resultado de ello es, a mi juicio, una útil colección de textos sobre la historia económica reciente de México, construida alrededor de la participación, a ratos perimetral, de Martínez Ostos.

Durante la guerra, por ejemplo, se observó una entrada masiva de capitales a México, en busca de refugio ante los peligros inherentes a la lucha armada. Dada la operación de un sistema de tipo de cambio fijo, este ingreso significaba un aumento de las reservas de divisas extranjeras en el Banco de México y un incremento de la circulación de pesos. Esto último se traducía, sin remedio, en presiones inflacionarias. En las economías modernas, la monetización puede contrarrestarse colocando en el mercado de fondos valores en poder del banco central. A ello se le conoce con el nombre horrible de “esterilización”. Sin embargo, en una economía carente de un mercado desarrollado de dinero y capitales tal tipo de esquema no es viable. Este era el caso de México en aquella época. Así pues, el Banco de México recurrió a un instrumento más bien tradicional: elevar el encaje legal aplicable a los bancos, hasta llevarlo a niveles sin precedente. Ello provocó críticas muy agudas tanto de parte de los afectados como de algunos observadores enterados. García y Turrent señalan que Martínez Ostos sugirió como alternativa la introducción de un papel gubernamental de muy corto plazo que podría funcionar como “absorbente” de la liquidez creada. La propuesta, aunque de carácter técnico moderno, no fue llevada a la práctica sino ¡hasta cuarenta años después!

El incidente anterior ilustra a la perfección lo que en la literatura económica contemporánea se conoce como la “trinidad imposible”: una economía no puede tener, simultáneamente, tipo de cambio fijo, movilidad irrestricta de capitales y política monetaria independiente; a lo más, puede aspirar a dos de las tres características. Sin embargo, la intención gubernamental era poner en práctica una expansión monetaria supuestamente destinada a desarrollar el país. Por tanto, al no apegarse a las estrictas “reglas de juego” de un régimen de tipo de cambio fijo, el corolario obligado eran una inflación permanente y un ajuste recurrente de la paridad.

Martínez Ostos tuvo también una participación sobresaliente en algunos organismos internacionales, especialmente en el Fondo Monetario Internacional. La investigación de García y Turrent pone de manifiesto que, en sus opiniones y en sus hechos, Martínez Ostos resultó un funcionario peculiar por su espíritu crítico e innovador. De acuerdo con los autores, las consideraciones de Martínez Ostos se plasmarían eventualmente en las reformas de la institución.

El capítulo del libro que se ocupa de reseñar los avatares del flamante funcionario internacional contiene algunos episodios sorprendentes. Por ejemplo, se dice que un especulador de altos vuelos (Carlos Trouyet), alertado al parecer por los frecuentes viajes entre México y Washington de Martínez Ostos (cuyo propósito era explicar a las autoridades del FMI la necesidad de una devaluación “preventiva” del peso), apostó contra la moneda nacional durante los primeros meses de 1954. Ocurrido el “ajuste cambiario”, el secretario de Hacienda (Antonio Carrillo) llamó al personaje y lo obligó “a que enterara en las arcas de la nación el producto de sus actividades especulativas” (sic). Esto último, que el libro califica como “una acción correctiva punitiva” (!), equivale, por supuesto, a una exacción arbitraria. El suceso revela, de paso, una de las facetas típicas del Estado mexicano de aquellos tiempos. Para entender lo ocurrido, conviene reiterar que existía entonces un régimen de tipo de cambio fijo, en el cual, para mantener la paridad frente a una “corrida” contra la moneda nacional, el banco central tenía que actuar como oferente ilimitado de divisas –hasta agotar sus reservas, o casi. Así pues, a las ganancias del especulador correspondían las pérdidas del erario.

La última etapa de la carrera de Martínez Ostos como servidor público se desarrolló en Nacional Financiera, el principal banco de fomento del sector público mexicano. Durante ella, Martínez Ostos, siendo subdirector general, se destacó por su intensa actividad como artífice financiero de proyectos de inversión muy diversos. García y Turrent destinan un espacio considerable del Capítulo IV al recuento pormenorizado –quizá un tanto dilatado– de las circunstancias y características de varios de ellos, entre los que sobresalen grandes obras de infraestructura, plantas industriales públicas y privadas, desarrollos urbanos, fondos específicos de fomento, etcétera.

Cabe reconocer que el énfasis de García y Turrent se explica por la preeminencia en aquella época de una noción clave: el Estado tenía un papel fundamental que desempeñar en el desarrollo económico nacional. El rol en cuestión abarcaba no sólo la identificación de los problemas sino también el planteamiento general de su solución, el acopio de los recursos financieros necesarios para el caso e, incluso, la participación directa temporal o permanente en la actividad. Tal era entonces la “sabiduría convencional”. Ya sabemos que esta concepción moderada devino, algunos años después, en una deformación de consecuencias muy graves para la economía nacional. Pero esa es otra historia.

Martínez Ostos dejó el servicio público en 1964 para dedicarse en adelante a la asesoría privada. El valioso libro de García y Turrent es algo más que la biografía de un funcionario inteligente, conocedor, inquieto, probo y multifacético: es un trozo de la historia económica de México. ~

 

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