Cuando Antonio Escohotado (1941-2021) empezó a escribir su Historia general de las drogas, no había eliminado completamente de su sistema el izquierdismo marxista de su juventud, un izquierdismo que, de una forma contradictoria pero muy habitual en el siglo XX, se las arreglaba para convivir con un escepticismo contestatario ante las intromisiones del Estado en el ámbito privado, es decir, con un espíritu libertario franca, paradójicamente ajeno a ese marxismo.
En realidad, Escohotado, un defensor de la primera hora de la despenalización de las drogas, es decir, un precursor de las batallas antiprohibicionistas posteriores, llevó las cosas bastante más lejos que sus sucesores. Las 1,500 páginas de la Historia general son muchas cosas: una historia de la medicina, un recuento del uso ritual de las sustancias activas, un libro con mucho de antropología, una historia de los prohibicionismos, un tratado de las conexiones entre las drogas y la sexualidad, una obra de filosofía. Es, también, un libro que invita y enseña a usar las drogas. Conocidamente, Escohotado diría que lo que mata no son las sustancias, sino la ignorancia. Así, la Historia tiene, en efecto, mucho de manual, de vademécum. Pero en el fondo de esa obra monumental lo que hay es un planteamiento que muchos leyeron como subversivo. La prohibición, nos enseña Escohotado, es contraproducente, dañina, en la medida en que provoca un uso excesivo, y sobre todo ignorante, desbocado: peligroso, pues, de las substancias que pretende erradicar, así como una criminalización del consumo injusta, cruel, innecesaria.
Hasta aquí, no hay diferencias sustanciales entre los planteamientos del filósofo y los de cualquier defensor inteligente de la despenalización, esos defensores que vemos librar la batalla en las universidades, en los medios o frente a legisladores y políticos. El detalle es que en el corazón del libro está una defensa de nuestros derechos como individuos, la libertad de hacer lo que quieras, dice una canción en su honor, de la piel para adentro. Y en esa defensa está ya el origen de la que será su gran transformación filosófica y política: el viaje de la izquierda al liberalismo, ese que defendió durante sus últimos años sin pudores, a ultranza y a contracorriente.
Conocidamente, Escohotado escribió buena parte de su Historia en la cárcel. Por entonces llevaba una temporada larga en Ibiza, la Ibiza sexosa y fiestera de los 70 y 80, donde vivía de traducir y escribir para algunos medios y donde fundó una de las discotecas más famosas del planeta, Amnesia. Ahí fue que la policía le puso una trampa: le ofrecieron comprarle a saber qué sustancias ilegales, lo que dio con sus huesos en la cárcel, en Cuenca. Saldría con el libro casi terminado, un libro que lo hizo muy leído: se ha reeditado montones de veces desde que apareció en 1989, y en varios idiomas. En los años siguientes, se dedicó a dar clases, escribir en periódicos y revistas, y agitar las mesas de debate en la televisión. No dejó el tema de los fármacos. Ahí están la Historia elemental de las drogas, una versión reducida de la Historia general, así como Aprendiendo de las drogas o El libro de los venenos, un apéndice publicado asimismo como libro independiente. Pero junto a esos títulos hay ejercicios más, digamos, ortodoxamente filosóficos, como De physis a Polis o Filosofía y metodología de las ciencias.
Sobre todo, en esos años se gestó la que Escohotado mismo calificó como su obra más importante, esa obra que contiene su transformación en un liberal, es decir, otra vez, en una especie de hereje, en estos tiempos de populismos y delirio woke. La obra es Los enemigos del comercio, un libro en tres volúmenes que empezó a publicarse en 2008 y, entre polémicas de veras agrias y abundante reediciones, puso el volumen tres en las estanterías en 2016. Estamos, otra vez, ante un libro que es muchas cosas. Primero, es una lectura de la fobia contra la creación libre de riqueza desde la antigua Grecia hasta la URSS, el chavismo y Podemos, una fobia de raigambre religiosa que va de la filosofía a la literatura, la economía y la política real, y una fobia que cancela una verdad histórica como una catedral: la libertad en los negocios, la creación y acumulación de riqueza, es la única garantía de que el mundo puede ser razonablemente libre y próspero.
Quienes conocimos, poco o mucho, a Escohotado (yo lo traté brevemente en los primeros 90, con el entusiasmo que se debe a quien rompió con el aburrimiento de la carrera de Filosofía), recordaremos al dueño de una voracidad administrada que abarcaba todos los aspectos de la vida: el uso de sustancias diversas y magnifícas, pero también el placer de la comida, el de la lectura, el de la polémica, el de los viajes y hasta el del futbol: era seguidor del Real Madrid.
Escohotado volvió a Ibiza para morir, y morir como se debe: libre, desafiante y madridista.
(ciudad de México, 1968) es editor y periodista. Es autor de El libro negro de la izquierda mexicana (Planeta, 2012).