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Me llamรณ la atenciรณn el tรญtulo, que siempre me ha parecido afortunado (recuerda el de la clรกsica Guรญa de perplejos del filรณsofo judรญo Maimรณnides). No creo ser especialmente distraรญdo en el sentido tradicional de la palabra, pero ยฟno vivimos todos un poco distraรญdos, sin enterarnos realmente de lo que pasa a nuestro alrededor?, ยฟno necesitamos todos un manual?
Mi libro es la quinta ediciรณn, publicada por el Fondo de Cultura Econรณmica en 1987, otra vez en la colecciรณn Tierra Firme. Lo comprรฉ en la Ciudad de Mรฉxico en la librerรญa Gandhi, en mayo de 1993, segรบn la anotaciรณn que hice en la primera pรกgina, y me costรณ la mรณdica suma de veintitrรฉs pesos. Me gustaba mucho la elegante sobriedad de la portada, con el tรญtulo en cursiva en azul y el nombre del autor y la colecciรณn en color vino, con un cuadro de Vicente Rojo en el centro, Mรฉxico bajo la lluvia B 20. La solapa muestra una foto en la que Rossi parece advertir la presencia del fotรณgrafo en el momento justo en que se dispone a encender un cigarro y lo mira inquisitivamente. No en balde florentino, algo hay en su rostro que recuerda la expresiรณn facial de Maquiavelo en diversos retratos y estatuas.
El Manual del distraรญdo fue originalmente una columna que Rossi publicรณ en la revista Plural de Octavio Paz en los aรฑos setenta, y luego en Vuelta. Era una columna variopinta hecha de ensayos breves, relatos, memorias, reseรฑas, etc. El denominador comรบn era estilรญstico: una prosa impecable, depurada, diamantina, que denotaba el trabajo del verdadero escultor del lenguaje. No importa si estรก contando las peripecias burocrรกticas para renovar un visado, especulando sobre la posteridad de Borges, rememorando un episodio de infancia o ensayando sobre el acto de enseรฑar: todo estรก sometido a una escrupulosa exigencia verbal. Mediante la forma, Rossi era capaz de convertir cualquier anรฉcdota o reflexiรณn en literatura. Eso fue lo primero que admirรฉ en el Manual; luego, una sensibilidad โmuy sveviana, por ciertoโ por la รฉpica cotidiana, por los pequeรฑos grandes acontecimientos de la vida diaria y sus modestas epifanรญas.
ยฟQuรฉ es el Manual del distraรญdo? No es un libro de ensayos, aunque tenga ensayos; no es un libro de cuentos, aunque incluye cuentos; no es un libro de memorias, aunque contenga memorias; no es un libro de crรญtica literaria, aunque haga crรญticaโฆ Es uno de esos libros sin gรฉnero definido, inclasificable, que se justifica, ante todo, por un tono. Siempre me han gustado esos libros miscelรกneos, hรญbridos, en los que cabe todo, generalmente en forma breve o fragmentaria (por eso me gustan tanto los cuadernos de notas, los diarios, los dietarios, etc.). De ahรญ mi aficiรณn al Manual, que fue uno de los primeros libros de este tipo que leรญ. Innumerables noches lo tomรฉ para releer textos que ya sabรญa casi de memoria. Mis favoritos: โCalles y casasโ, magistral ensayo sobre la vida en la ciudad; โCrรณnica americanaโ, hilarante historia de los dilemas consulares de Rossi; โEnseรฑarโ, acerca de los problemas del profesor de filosofรญa; โLa lectura bรกrbaraโ, sobre las mรบltiples formas de leer mal un texto; episodios de memorias como โRelatosโ o โRobosโ, que suelen volverse reflexiones sobre el arte de narrar, y las primeras apariciones de Gorrondona, el crรญtico insufrible, uno de los personajes del universo narrativo de Rossi que gira en torno a la vida literaria, en cuentos como โSin misterioโ o โAnte el pรบblicoโ. Debo mencionar tambiรฉn aquellos textos que estรกn divididos en fragmentos que tratan de diversos temas y cuya forma Rossi quizรก pudo haber explorado mรกs: โMinuciasโ, โResacaโ, โResiduosโ.
Filรณsofo de profesiรณn, profesor universitario, Rossi fue un escritor tardรญo y solo en sus รบltimos aรฑos pudo dedicarse plenamente a la literatura. Aunque su prosa aparece ya completamente madura en el Manual, como narrador sรญ experimentรณ una evoluciรณn. Primero estรกn esas tentativas de cuentos que figuran en el Manual, luego vinieron los relatos de Un cafรฉ con Gorrondona, en donde estalla su vena parรณdica alrededor de la tertulia literaria (algo debe este mundo al H. Bustos Domecq de Borges y Bioy) y, finalmente, la obra maestra que es La fรกbula de las regiones, esos cuentos tropicales de prosa inmaculada, autรฉnticas joyas verbales, en los que Rossi โajeno a todo realismo mรกgico, pero con un mismo paisaje de selvas, rรญos desbordados, calor hรบmedo, lluvias torrenciales y hamacasโ pinta la tragicรณmica historia de los paรญses latinoamericanos.
Las Obras reunidas de Rossi, publicadas por el Fondo de Cultura Econรณmica en el 2005, fueron uno de los primeros libros que reseรฑรฉ (en La Jornada Semanal). En realidad, habรญa escrito muchas reseรฑas antes, pero todas de obras acadรฉmicas, de filologรญa y literatura de los Siglos de Oro, que publicaba compulsivamente en la Nueva Revista de Filologรญa Hispรกnica mientras estudiaba en El Colegio de Mรฉxico y que sospecho que nadie leรญa, salvo quizรก los autores y dos o tres especialistas. Debo decir, sin embargo, que esa oscura y voluntaria tarea me sirviรณ para ir aprendiendo ese modesto oficio, el de reseรฑista, primer deber del crรญtico, que sigo ejerciendo hasta la fecha.
Un aรฑo despuรฉs, mientras vivรญa en Cambridge, Massachussetts, recibรญ un correo de parte de un editor del Fondo con el encabezado โAlejandro Rossi desea contactarloโ. Resulta que habรญa leรญdo la reseรฑa en su momento y desde entonces habรญa intentado localizarme. Me apresurรฉ a contestar y al dรญa siguiente recibรญ un correo suyo agradeciรฉndome la reseรฑa y preguntando si podรญa enviarme su nuevo libro. Apenas lo podรญa creer: el autor del Manual del distraรญdo, uno de mis modelos de prosa, se tomaba la molestia de escribirme. Al dรญa siguiente recibรญ la que, a la postre, habrรญa de ser su รบltima obra, Edรฉn. Vida imaginada, un recuento novelado de su infancia.
A Rossi debo tambiรฉn haber empezado a escribir reseรฑas en Letras Libres, a cuyo responsable de la secciรณn de Libros de ese entonces, รlvaro Enrigue, me recomendรณ y en la que he colaborado desde entonces. Nunca tuve la oportunidad de conocerlo personalmente (Rossi muriรณ en 2009), pero siempre lo considerรฉ una especie de รกngel guardiรกn remoto y benรฉfico.
Sospecho que para el autor del Manual la distracciรณn era un arte de vivir, o sea, una รฉtica. El distraรญdo se distrae porque algo llama su atenciรณn y la fija en ello. Muchas veces se trata de un detalle, un gesto, un aspecto aparentemente mรญnimo de la existencia en el que la mayorรญa no repara, pero que puede esconder un significado profundo o una pequeรฑa epifanรญa. Se desentiende de su alrededor y parece ido o ensimismado, pero en realidad descubre una veta no explorada del mundo. Distraerse es, tal vez, empezar a pensar.
(Xalapa, 1976) es crรญtico literario.