Me criรฉ en una microsociedad. Eso me dijo el psicรณlogo de Cรกritas al terminar el cursillo para voluntarios que trabajaban con personas mayores. El tamaรฑo de mi familia y mi posiciรณn en ella โla รบltima en una lista de 15 hermanosโ me habรญa hecho crecer entendiendo el mundo de una determinada manera que el comรบn de los mortales aprendรญa cuando se enfrentaba al mundo laboral.
Son aprendizajes inconscientes. Imitas a tus hermanos y crees que el mundo entero es asรญ. Que todos vemos lo mismo. Juzgas los actos de los demรกs en funciรณn de esa premisa: lo que tรบ ves es lo que ven todos. Todos los ojos y oรญdos reciben la misma realidad. Que esto no es asรญ es algo que aprendรญ muy tarde y de forma dolorosa, como casi todo lo que se aprende para siempre.
He intentado que mis hijas, que se parecen demasiado a mรญ, no tengan que transitar ese camino. He intentado que continรบen donde yo lo dejรฉ. No sรฉ si servirรก, aunque al menos les evitarรฉ el desasosiego del desconcierto. Podrรกn reconocerlo cuando lo vean y decir: esto es lo que decรญa mamรก.
En mi microsociedad โdonde las bocas eran muchas, el sueldo uno y escaso, y los valores catรณlicos informaban las decisionesโ la ley aplicable era la meritocracia suavizada por el principio de caridad cristiana. Pocas normas pero incuestionables.
Sabรญamos vivir apretados en habitaciones de una persona donde dormรญan y estudiaban tres. Sabรญamos ser tolerantes con las manรญas y particularidades de cada uno. Sabรญamos que a papรก y a mamรก no se les levantaba la voz. Sabรญamos que, cuando Belรญn hablaba de algo sobre salud, habรญa que hacerle caso. Sabรญamos que cuando mamรก repartรญa la comida, o te mandaba al cole porque aunque te quejabas no tenรญas fiebre, era lo correcto. Sabรญamos que victimizarse sin motivo real era una actitud de cobardes porque tenรญamos pocos recursos y muchas necesidades.
El mรกs escaso de todos โademรกs del dinero, claroโ era el tiempo de dedicaciรณn de nuestros padres. Su tiempo y su paciencia. Cuando una cuestiรณn llegaba a ellos era porque ninguno de tus hermanos โexpertosโ habรญa podido resolverla antes. Papรก y mamรก eran los jefes. Tenรญan toda la informaciรณn, los datos que se nos ocultaban por el bien de nuestra felicidad.
Habรญa pistas, claro. Retazos de conversaciones que te daban idea de cรณmo de mal iba la cosa y por eso sabรญamos callarnos para no asustar a los mรกs vulnerables. A los que se ponรญan mรกs nerviosos. Sabรญamos, tambiรฉn, dar una colleja a los mรกs felices cuando pedรญan cosas innecesarias en el peor momento posible.
La ley era la meritocracia, sรญ. Reconocer a cada uno en lo que era mejor que los demรกs. Maximizar la capacidad del grupo para cooperar y prosperar. Tenรญamos una ventaja, claro: nos queremos mucho. Ese amor se sumaba a todos los sesgos de pertenencia con los que la evoluciรณn ha dotado a los humanos.
Ya podรญas estar a palos con tu hermano Jorge que, si alguien en la plaza te tocaba un pelo, bastaba con silbar (literalmente) y acudรญan en tu defensa instantรกneamente. Jorge el primero. Nunca me pegaron en el cole. Nunca en la plaza. Era una empollona intensita, pero solo mis hermanos tenรญan licencia para burlarse. Ellos me protegรญan de cualquier otro que lo intentase.
Distinguรญamos lo urgente e importante de los caprichos y de las cuestiones que se podรญan resolver en otro momento. En realidad nuestra vida era una urgencia permanente. Y no nos parecรญa extraรฑo, ni nos sentรญamos pobres ni injustamente tratados. รramos bastante felices, la verdad.
Cuando cumplรญ 13 aรฑos, mi padre me dijo que no querรญa que pasase tanto tiempo en la plaza. Que fuera a pasear con las amigas o leyera un libro. Que no empleara las tardes sentada en el banco. Hoy lo llamarรญan heteropatriarcal o machista o en un alarde de imbecilidad extrema, clasista. Mi forma de rebelarme fue agarrar El Quijote y sentarme a su vera con cara enfurruรฑada a demostrarle lo injusto y autoritario que era. Todavรญa recuerdo su risa afectuosa.
Estos dรญas trato de acordarme de que no todos vemos ni entendemos lo mismo cuando miramos a la misma realidad. Es un esfuerzo constante y es necesario hacerlo. Estos dรญas hago un esfuerzo por no alterarme con las manรญas de los demรกs. Sรฉ vivir confinada, porque no pocas veces escuchรฉ decirles a mis hermanos: vas a ver la calle en fotografรญas.
Suspender era sinรณnimo de confinamiento. Yo nunca suspendรญ pero, si mi hermana Macu estaba castigada, yo tenรญa pocas posibilidades de hacer nada en el exterior. Ella era mi siamesa e ir juntas era una especie de salvoconducto.
Estos dรญas creo que adapto mi comportamiento adulto a mis aprendizajes infantiles. Es como un recurso que tienes guardado y creรญas olvidado pero que se activa de forma refleja cuando es necesario.Tan solo hay algo que me desconcierta y me hace un poco difรญcil obedecer sin rechistar y posponer mis instintos egoรญstas en beneficio del grupo: los jefazos, se supone, tienen toda la informaciรณn. Nosotros solo retazos de conversaciones, intuiciones mรกs o menos certeras que sirven para cooperar y facilitarles el trabajo mรกs difรญcil del mundo.
Estos dรญas escucho a los jefazos decir que ninguno sabรญamos. Estos dรญas escucho defender la mala gestiรณn como una cuestiรณn de humanidad. Estos dรญas escucho a los que tienen la obligaciรณn y la profesiรณn de informar decir que ninguno sabรญa. Yo sabรญa. Yo tenรญa retazos de informaciรณn. Muchos sabรญan mucho mรกs que yo y lo compartieron. Yo no lo hice. Porque apliquรฉ el principio de mi infancia: no asustes a los mรกs vulnerables. Los jefes tienen la informaciรณn mรกs completa. Estate lista para hacer lo que indiquen y ayuda a otros a hacerlo. Y eso hice. Y tal vez fue un error.
Lo prescindible y lo necesario
Una sociedad, micro o macro, donde los gobernantes reclaman el derecho a saber tanto โo tan pocoโ como sus gobernados, es la demostraciรณn palmaria de que son absolutamente prescindibles. Tanto los que informan como los que dan las directrices.
Apelar a la humanidad es algo que harรญa mi madre. Porque ella era buena y generosa y lejos de beneficiarse de esa actitud sufrรญa las consecuencias. Si los gobernantes no saben mรกs que nosotros, si los directores de periรณdicos y medios de comunicaciรณn, saben igual o menos que nosotros, entonces ni tenemos gobernantes ni tenemos informadores. Ni primer ni cuarto poder.
Y necesitamos gobernantes y necesitamos informadores. Es absolutamente vital. No quiero discursos vacรญos, quiero que me tranquilicen diciรฉndome la verdad. Que me traten como a la adulta que soy. Dame datos, los malos y sobre todo los buenos. Dime cuรกntas camas habรฉis habilitado. Cuรกnto va a durar el encierro. Quรฉ otras medidas nos esperan si la cosa no mejora. No eches la culpa a otro. No seas un cobarde. Y sobre todo no te escudes en no saber, porque entonces me estรกs diciendo que eres prescindible. Que lo eras y que estamos solos.
Ya llegarรก el tiempo de la rendiciรณn de cuentas y el tiempo de la caridad cristiana. Ahora no lo es. Ahora es tiempo de ser รบtiles y de ayudar a otros a serlo. De conservar la calma y repartir paciencia. De rebajar tensiรณn, de compartir recursos. Los que no hagan ese esfuerzo individual estarรกn actuando igual de mal, o peor, que los que negaron y ridiculizaron cuando habรญa tiempo.
Digan la verdad. Trabajen. Elijan a los mejores y aparten a los fieles. Y nosotros, todos, ayudรฉmosles a hacer su trabajo lo mejor posible. Es una obligaciรณn moral. Hagan acto de contriciรณn y propรณsito de enmienda. Solo asรญ tendrรกn alguna posibilidad de obtener, despuรฉs, algo de caridad cristiana cuando toque rendir cuentas.
Elena Alfaro es arquitecta. Escribe el blog Inquietanzas.