Diario del aislamiento (V)

Una semana más de confinamiento: hacer pan, ver películas de Harry Potter, escuchar a Marianne Faithfull cantando a Nico y un bebé que aprende a caminar.
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Viernes 3

Preparamos los menús del confinamiento y hago la lista de la compra a partir de eso. Mercado y supermercado. Cola en el Carrefour y he perdido la lista de la compra en algún momento antes de salir de casa. Hago la declaración de la renta. En realidad, pago a alguien para que me la haga. Me pide algunos datos más. Le digo, por teléfono, que tengo tiempo si necesita alguna cosa más, solo estoy en una cola que parece interminable pero que luego avanza con agilidad.

Cojo muchas más cosas de las que necesitamos. Imagino que es normal. Me olvido de algunas cosas, las obleas para las empanadillas, por ejemplo. Decido prescindir de otras, como el azúcar. No hay harina, solo queda un paquete de harina ecológica que, por supuesto, echo en mi carrito. Compro unos yogures y un rato después me sale un anuncio de esa marca en Instagram. No digo que me espíen, le digo a mi novio programador, lo que digo es que saben tanto de mí que ni siquiera necesitan espiarme. Saben qué puedo querer. Claro, claro, me dice él. También puede ser que esa marca acabe de pagar una campaña.

Cenamos pizza pero no quedamos con nuestros amigos por Skype.

 

Sábado 4

Colas en el mercado. Llevo mascarilla y reparten guantes a la entrada. He esperado una media hora, y en ese rato ha llegado una señora con carrito y la maniobra que ha intentado para colarse ha sido tan buena que no hemos podido hacer otra cosa que observar. Creo que no lo ha conseguido.

Apenas leo libros. Me cuesta mucho avanzar en el que tengo que reseñar para el número de mayo, y eso que me gusta y es divertido y ágil. Es solo que no encuentro ningún momento del día para leer. ¿Cuándo leía antes del confinamiento? Leía por la noche sobre todo. Mientras comía pipas para no dormirme. Ahora siempre hay algo que hacer: un hijo al que atender, una lavadora que tender, la casa siempre desordenada, desmontada casi. Hago listas mentales de libros que leería. Tampoco escribo. Lo del cuento fue excepcional. Me obligo a tratar de pensar temas que me obliguen a leer libros a ver si así.

Nuestros amigos de los viernes de party pizza nos dicen que han decidido irse de Madrid. Para siempre. Se van a un pueblo, una aldea en realidad, del Bierzo. Me da mucha pena, aunque sé que ellos serán felices. Barreiros empieza a pensar en la hipótesis maña, como una posibilidad en caso de que todo vaya mal. Si hay una catástrofe económica, dice, aquí no tenemos red, no tenemos una casa. Hago una ronda de consultas. JAES me dice: “En tiempo de desolación no hacer mudanza”, dijo San Ignacio de Loyola.

No hago galletas. No hago bizcochos. Mi hija mayor celebra mis comidas con verdadero entusiasmo: la fideuá está deliciosa, mamá.

 

Domingo 5

En la cuarta entrega de Harry Potter, Harry Potter y el cáliz de fuego, los protagonistas entran en la adolescencia. Barreiros dice que le aburre un poco. Por la noche, los niños tienen pesadillas con lobos. 

Empezamos a ver una serie, Halt and catch fire, en Filmin. Sale una programadora que se parece mucho a Robin Wright.

 

Lunes 6

La rutina deportiva de hoy es una sesión de kickboxing. Me resulta liberadora. No me importa que Barreiros esté detrás de mí. No me río de ti, me dice, estoy muy orgulloso, estás a tope.

Cada día, después de hacer ejercicio llamo a mi madre: ella y mi hermana hacen la misma rutina, y la comentamos. En el bloque 4 me perdía. A mí me gustan más las que son de bailar, dice mi madre.

Hoy ha llegado “Resistiré” a mi calle.

Por la noche, hago pan.

 

Martes 7

Mi hija mayor quiere hacer una película: Shushi y las pesadillas. Es de terror. Idea un mecanismo con la linterna del teléfono y el servilletero para crear la iluminación adecuada. Dibuja al lobo que sale en la pesadilla de Shushi. Pero le digo que no puedo ayudarle porque tengo que trabajar. Mientras puede ir planificando qué quiere hacer. Se enfada un poco.

Busco vídeos de la Velvet Underground con Nico para una cosa familiar. A mi hija le fascina Nico, claro. Me pregunta si esa chica tiene el pelo blanco. Vemos el vídeo de Andy Warhol en el que Nico se corta el flequillo con un espejo de mano y su hijo enredado entre sus piernas y suena “I’ll be your mirror”. Le cuento que Nico se murió en Ibiza: una mala caída en bici. Luego pongo la canción que le dedicó Marianne Faithfull, “A song for Nico”. Me pregunta si esa chica también está muerta y le digo que no, que es una superviviente, pero no entro en detalles. Pongo “As tears go by”

 

Miércoles 8

Aprovecho que Barreiros sale a comprar para escuchar entero el disco de Soleá Morente. Dice que no me pega. Quiere decir que cree que me fuerzo a que me guste. Pero me gusta de verdad: ¿cómo no me va a gustar un disco donde se rima dormir con lexatin? Cuando vuelve aún sigue sonando y dice que esa canción le gusta.

No podemos hacer cocido: me olvidé de los huesos. Lo cambiamos por fabada.

 

Jueves 9

Es fiesta pero da igual. Todos los días se parecen y encierran lo peor y lo mejor de nosotros: los gritos, las sobrerreacciones y también las risas y los gestos de cariño. Aun así me rebelo y decido no quitarme el pijama. No pusimos las judías a remojo así que no podemos hacer fabada. Hacemos cuscús.

Mando mi tinyletter, Barreiros la abre y me dice: Agnès Varda vivió en Sète. Le digo que eso que está leyendo lo he escrito yo y son las carcajadas más sanas del aislamiento. Mi padre escribe un cuento para los niños, mis hijos y los de mi hermano. Se graba leyendo el primer capítulo.

Mi hija pequeña ha aprendido a caminar.

 

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(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).


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