La naturaleza secreta de las cosas de este mundo (Anagrama, 2023) es literatura dentro de la literatura, tiempo dentro del tiempo, en una prosa que juega con lo poética y con la intertextualidad. La novela de Patricio Pron (Rosario, 1975) inicia con el recuerdo de un hombre antes de un accidente automovilístico. Eso es suficiente para desatar un camino sinuoso donde algunas claves están en la alquimia de aparecer y desaparecer y, por supuesto, contarse y sobrevivir a través de las historias.
En La naturaleza secreta de las cosas de este mundo señalas que la literatura permite reconstruir el sentido de lo perdido. Es casi obligada la referencia a Marcel Proust. ¿Qué sigue una vez que reconstruyes el sentido de lo perdido a través de tus mecanismos literarios?
Creo que necesitamos de la literatura para darle orden y sentido a un mundo que parece carecer de ambos. Sin embargo, la tarea de otorgarle sentido siempre arroja resultados provisorios, nunca definitivos, en cuanto a que las cosas parecen haberse fijado conforme se desplazan. Se desplazan, a la vez, nuestras motivaciones, nuestro modo de verlas. Durante un breve momento hemos sido capaces de comprenderlas, a continuación posiblemente ya no podamos hacerlo, de eso se trata. Lo que señalas de Marcel Proust es muy relevante porque en realidad La naturaleza secreta de las cosas de este mundo es acerca del tiempo, y no solo del tiempo perdido, sino también del modo en que representamos el tiempo, en que lo concebimos.
Ese tiempo es insistente y variable en la novela.
Frank Kermode, el ensayista británico, sostiene, en un libro muy hermoso, El sentido del final (Gedisa, 2000), que necesitamos de la literatura para evitar el tiempo, ya que este se nos presenta como algo que no podemos comprender, que nos resulta intolerable. Pasaron cosas antes de que naciéramos, y pasarán cosas después de muertos. Esto es insoportable para muchas personas.
¿Y tiene el tiempo algún sentido –al menos literario– para ti?
Dice Frank Kermode que cuando escuchamos un golpe no prestamos atención; cuando escuchamos dos, esperamos el tercero. Se trata de que ordenamos el tiempo a través de estructuras, como el tic-tac, donde tic es un prometedor amanecer y tac es un melancólico apocalipsis.
Aunque en La naturaleza secreta de las cosas de este mundo tú propones distintos tipos de estructuras.
Porque necesitamos de estructuras más complejas, y para crearlas confiamos en los escritores y en las escritoras. Son ellos los que nos permiten, a través de sus relatos, aplicar el tiempo, darle un sentido, en especial al presente, que es el tiempo histórico del que es más difícil hablar. Los hechos del pasado parecen agotados en su sentido. Para el futuro, más vale inventarlo todo. Pero el presente, ¿cómo habitas el presente? Esa es una de mis preguntas como escritor, pero también es una pregunta que se hace Edward en la novela: los personajes habitan un presente que les resulta de alguna manera intolerable. Y al mismo tiempo se sienten al final de algo. Sienten que están al final de su recorrido como personas.
Se produce cierto sentido de pertenencia…
¡Claro!, hay una pertenencia tipo presente. Al mismo tiempo hay una convicción de que ese tiempo presente es insoportable. Están atrapados entre un pasado intolerable y un futuro inimaginable y desean escapar, huir, marcharse, como el resto de nosotros, creo, y lo hacen de diferentes maneras, pero su historia es que, aunque se creían al final de algo, estaban simplemente al comienzo.
En ese sentido, me parece que es una novela que plantea que nada tiene un final definitivo.
Sí, claro, es una novela que refuta la idea, como señalas, de que algo termine. Casi lo que dice es: nada termina nunca. De alguna manera es lo que sostiene Emma ahí donde realiza instalaciones artísticas en lugares atroces. La naturaleza secreta de las cosas de este mundo es una novela que niega los finales. O mejor aún: que postula la idea de que los finales es el nombre que damos a empezar de nuevo. Y tal vez esa manera sea la forma en que podemos habitar el presente. Vivimos un tiempo de finales. Decenas de cosas parecen desaparecer a nuestro alrededor. Una cierta forma de comprender el estado de derecho. Un cierto modo de concebir el tipo de derecho y obligaciones que tenemos todos en nuestro carácter de ciudadanos. Una relación específica con el trabajo. La idea de la naturaleza como un refugio y no como el origen de terribles catástrofes de las que nosotros somos la causa. La promesa misma expresada en la carta de los derechos del hombre parece estar agotándose en decenas de lugares.
¿La naturaleza secreta de las cosas de este mundo señala el fin de la modernidad?
Sí, sin embargo, en la medida en que todos creemos estar habitando una especie de lento apocalipsis, el cual no se produce nunca, ese fin del mundo tampoco se produce, habitar ese fin del mundo es imposible, es intolerable para los personajes del libro. Pero lo es también para el resto de nosotros. Es un mundo que parece enfrentarse con el acabamiento del arte, como se señala en la novela. Para miles de personas, el arte, sobre todo las artes visuales, que es en las que se ocupan Edward y Emma, no producen ya sentido. Y en ese contexto, en ese marco, los personajes procuran responder a la pregunta de cómo continuar, que para mí también es la pregunta clave del presente.
Tú te haces la misma pregunta que Emma y Edward.
Claro, es la pregunta que yo me hago. Y la forma en que me contesto es del modo en que puedo hacerlo, que es escribiendo libros, de modo que, digamos, estos me permitan habitar el tiempo, hacerlo habitable a las lectoras y a los lectores.
Si escribes libros, lo haces porque también hay un acto de fe en la literatura. ¿Crees en una salvación a través de la escritura?
Sí, yo creo que la literatura tiene una potencia salvífica, digámoslo así, pero naturalmente mis convicciones acerca de ello varían con el tiempo y a menudo se debilitan. Cuando hablamos de literatura, hablamos de una abstracción tal vez excesiva y hablamos de distintos tipos de textos. Los que me interesan a mí como lector, pero también como escritor son aquellos en los que se manifiesta esa potencia salvífica, que en palabras de alguien consiste en la interrupción de la interrupción. Es decir, nuestro modo de vida nos hace daño y hace daño a otros, y tal vez podamos encontrar, en el enorme ejercicio de la inteligencia colectiva que es la literatura y la posibilidad de ser otros, la posibilidad de interrumpir ese modo de vida que nos destruye. La posibilidad de destruir lo que nos destruye. Ahí radica la potencia salvífica de la literatura.
¿Esa sería una de las funciones de la literatura?
Si me obligas a ello yo siempre responderé que la literatura no tiene ninguna función, no debe tenerla, aunque no estoy ciego a la enorme potencia que tiene. No puedo expresarlo de otra manera, sin embargo, esa potencia es perceptible para cualquier lector. Algo sucede cuando lees. Y por supuesto cuando escribes. Algo se desplaza. Algo cambia en ti y en los demás. Incluso aunque parezca imperceptible. Lo que era por completo imaginario se integra a lo real. Los libros que son relevantes continúan viviendo en ti del mismo modo que tú continúas viviendo en ellos. No eres del todo el mismo. Eso es lo que produce el arte en general. Una transformación radical de tus ideas acerca del mundo y acerca de quien eres. ~
ha publicado en Newsweek en español, GQ México, Laberinto, Replicante Revista Cultural, Opera Mundi, Forbes México, Milenio, así como en distintas antologías.