Foto: cortesía de Eduardo Escobar.

Entrevista a Eduardo Escobar: “Quién sabe si las máquinas acabarán por escribirnos la poesía que necesitamos”

Una charla con el escritor colombiano, miembro original del movimiento nadaísta.
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En Cabos sueltos. La lectura como pecado capital (Editorial EAFIT, 2017), su último libro, el escritor colombiano Eduardo Escobar (Envigado, 1943) hace un recorrido por su formación como lector y se toma un momento para reflexionar sobre el estado y las características de la lectura en nuestro mundo actual. Se muestra optimista frente al fenómeno de internet (al que denomina como una “biblioteca infinita”) y la presencia de los celulares en nuestra vida cotidiana.

En su juventud tuvo una breve vocación de santo. Pero rápidamente esa idea se disipó al hacer contacto con el nadaísmo, un movimiento literario de vanguardia fundado por el escritor Gonzalo Arango, que se oponía a los valores y a la cultura oficial de la época, conformada por la tradición, la academia y la iglesia. Su aparición reflejó un espíritu de rebelión y sacudió el ambiente artístico de Colombia. Por su precoz inclinación mística, el escritor Fernando González Ochoa apodó a Escobar “el Diosecito”, mientras que su edad (era el miembro más joven del grupo) le valió que Arango –su compañero de ruta y amigo– lo llamara “el Nieto”. Para 1966, Arango decía de Escobar: “se ganó el maldito y sacrosanto derecho a vivir, a ser poeta, lo que significa ejercer la vida como un destino. Ser poeta, como quien dice: vivir despierto, sobre todo en el sueño”.

Escobar fue uno de los principales antólogos del nadaísmo, responsable de compilaciones y ediciones fundamentales para comprender el movimiento. También trabajó como periodista para diversas publicaciones. Como cronista para la revista SoHo, por ejemplo, practicó lo que Hunter Thompson denominaba “periodismo gonzo”: fue DJ, paracaidista, piloto de rally, se tatuó, asistió a festivales de hip hop, vio telenovelas y jugó videojuegos.

En 1972, Arango abandona el nadaísmo y le dice a Hernando Santos, jefe de redacción del diario El Tiempo, que le entrega el movimiento. Como acto simbólico, le coloca una flor en la solapa de su saco. Actualmente, Escobar escribe periódicamente una columna en El Tiempo.

Como miembro original del nadaísmo, Escobar es una voz autorizada para hablar sobre el legado de este movimiento en Colombia. Después de un frustrado intento por encontrarnos en su lugar de residencia actual, el pueblo San Francisco de Sales, ubicado a 55 km de Bogotá, realizamos esta entrevista por mail durante la cuarentena.

¿En qué consistió la revista de vanguardia La viga en el ojo, editada en la ciudad de Pereira entre 1965 y 1966?
Como casi todas las revistas culturales, fue muy efímera. Sacamos apenas dos números. Era de apariencia muy humilde, pero muy bella. En las historias de la tipografía en Colombia, a veces se pone como ejemplo de la pobreza unida a la dignidad. Publicábamos cosas de poetas de toda Latinoamérica. Y estuvo ilustrada por dos grandes del dibujo entonces, los nadaístas Álvaro Barrios y Pedro Alcántara Herrán. El soporte era en papel periódico con pastas del cartón más barato.

¿Cómo cree que influyó el nadaísmo en la cultura colombiana?
El nadaísmo abrió muchas puertas y muchos caminos en la cultura colombiana. Inauguramos no solamente otra manera de escribir y de pintar, sino de vivir y de amar… No fue una tarea consciente, sin embargo. Respondíamos a una necesidad de liberación de la juventud en un país muy clerical y conservador, dominado por el cura y el diablo. Todavía algunos piensan que imitábamos el existencialismo francés y no sé qué más… Pero éramos muy jovenes y desinformados. Lo nuestro fue muy espontáneo, creo.

En una entrevista afirma que “el nadaísmo como movimiento se acabó hace mucho tiempo” y que el nadaísmo fue un fracaso. ¿Por qué? ¿No hubo continuadores del movimiento?
El nadaísmo se acabó hace mucho tiempo como movimiento, porque los nadaístas envejecimos y la realidad cambió. Hay algunos grupos de jovenes que aún pretenden recoger nuestras banderas negras de corsarios, pero como me dijo una vez el gran poeta Amílcar Osorio, para repetir el nadaísmo necesitaríamos la parafernalia tecnológica de los Rolling Stones… En los sesentas, el país era mucho más fácil de conmover. Después de la guerra contra el Estado de los narcotraficantes y de los  horrores de las guerrillas comunistas, nuestros desmanes inocentes palidecen, nuestros sacrilegios, nuestros manifiestos. En los sesentas, el país era mucho más fácil de conmover. Después de la guerra contra el Estado de los narcotraficantes y de los  horrores de las guerrillas comunistas, nuestros desmanes inocentes palidecen, nuestros sacrilegios, nuestros manifiestos. Y dije que fuimos la expresión de un fracaso. Porque todo en la vida es fracaso y los sueños siempre se quedan cortos. Algunos nadaístas siguen paseando por el mundo con un aire triunfal, pero es solo porque confunden la realización personal con el boato y el ser con la apariencia.

¿Quiénes fueron las mujeres nadaístas y qué rol cree que cumplieron en el movimiento?
Hubo varias muchachas militantes en el movimiento, que sin embargo se apartaron de nosotros pronto por razones de amor. Patricia Ariza se nos fue con Santiago García a hacer teatro y Dina Merlini acabó en San Andrés, donde impartió por años clases de arte entre los niños isleños… Hubo otras… que apenas adornaron nuestra errancia y nos enseñaron los embrujos del amor antes de dejarnos… Una incluso, cayó en un delirio elesédico que enamoró a un noble escocés con sus visiones y ahora debe desvanecerse en algún castillo inglés.

Ha calificado a Fernando Vallejo como “filonadaísta” o “el último nadaísta”. ¿Por qué?
Él también debería incluirse entre los nietos del nadaísmo… Circulaba mucho, sutilmente invisible por los bares donde nos juntábamos. Y alguna vez dijo que me consideraba como su maestro. En todo caso, coincidimos en el afecto por Fernando González, el gran escritor envigadeño, que aparece en Los días azules, el primer tomo de su autobiografía, simbólicamente, como una sombra, junto a su gran danés. Y claro que aparece el estilo desfachatado del prosista envigadeño, que imita, sin el carácter místico del Brujo de Otraparte. Vallejo no pasó en su pastiche del humorismo y la indignación. González en su obra hace una autobiografía, muy bella, la de un hombre que padece las crisis de su tiempo.

En 1958, los nadaístas hicieron una quema pública de libros en la Plazuela San Ignacio de la ciudad de Medellín, frente a la Universidad de Antioquia, y alentaban a los estudiantes a hacer lo mismo. ¿Qué libros quemaron los nadaístas?
Nada. Basura, revistas viejas… Fue un gesto, un ademán iconoclasta, nada más… Una manera de atraer la atención. Jamás hicimos alarde de despreciar la cultura.

¿Cómo fue el trabajo de investigación para escribir la biografía de Gonzalo Arango?
Es un librito muy modesto ese, por limitaciones editoriales… Y no tuve que investigar mucho, porque lo escribí a partir de mis recuerdos, los recuerdos que aún guardo de un hombre que fue más un hermano que un amigo…

Su último libro publicado, Cabos sueltos. La lectura como pecado capital, habla sobre sus lecturas. ¿Qué está leyendo ahora?
Mire, estoy leyendo una  historia de la vida privada desde los tiempos clásicos hasta hoy, y la autobiografía de la madre Laura, la santa antioqueña. Un libro muy hermoso,  lleno de ingenuidades, de mística pueril, pero que nos ilustra sobre las costumbres religiosas y las ideologías en Colombia durante las postrimerías del siglo xix y los principios del siglo xx. Ese montón de confusiones y fanatismos que provocaron al menos dos guerras que se prolongaron en las violencias que plagaron nuestro siglo xx.

¿Qué pasó con su novela inédita Ejemplos de anamorfosis? Uno de sus personajes es un bibliotecario jorobado.
Cómo no, hombre. Nadie quiso publicarme esa novela barroca, que es un párrafo de 400 páginas, sobre la envidia en un pueblo de jorobados donde por razones desconocidas nació una vez un muchacho sin la mácula dorsal… Aquí está a mi lado, en un cajón… esperando el día cuando me decida a revisarla y escandirla en párrafos separados, para darle gusto a un poeta de la cofradía que me dijo que el lector necesitaba de cuando en cuando un punto aparte para ir a orinar…

¿También está escribiendo una novela sobre su madre o es la misma obra?
Ay, la novela sobre mi madre, está casi lista. Pero la lucha por sobrevivir en mis trabajos periodísticos, no me ha permitido dedicarle tiempo…

Leí que le gusta mucho el tango. ¿Qué es lo que le atrae de esa música?
El tango es una música muy apreciable para mí. Reconozco que hay montones de  tangos mediocres, que  a veces incluso ofenden con sus letras matreras de presidiarios  y puterías… Pero el bandoneón y en general la conformación de las orquestas de tango, tienen unas cualidades que recuerdan la mejor música europea… Pugliesse, Varela, Mederos, Salgán… A veces me traen a la memoria a Bela Bartok… Son músicos muy exigentes, los creadores del mejor tango, Darienzo, en fin… Fresedo. Y entre los cantantes, hombres y mujeres, que se han distinguido aunque no sean muy populares, hay algunos inolvidables. Y claro, entre los letristas algunos alcanzaron una cierta poesía muy particular, como en los grandes tangos clásicos que cantaron el polaco Goyeneche y los otros de la enorme coral de trasnochadores. Troilo, es indudablemente un músico fabuloso. En Colombia por lo general se oye mucho el tango malo… Pero hay cenáculos donde se rinde culto al buen tango.

¿Por qué apoyó a Álvaro Uribe desde su columna en El Tiempo? ¿Sigue teniendo la misma opinión sobre él?
Uribe hizo un primer gobierno muy bueno… Lo apoyé, porque pensaba, sobre todo, que para que los colombianos tuviéramos la oportunidad de fundar un gran movimiento de izquierda, culto, civilizado y moderno, y razonable, primero teníamos que erradicar las hordas decimonónicas del comunismo criollo, desprendido del partido comunista colombiano,  que desprestigió con la barbarie gratuita la idea del cambio. Pero es que ya Simón Bolívar había dicho que la América es ingobernable… A Uribe lo disfrazaron de demonio las maquinarias del partido comunista… Pero fue tan bueno como cualquiera de los presidentes anteriores y tan malo también…

¿Por qué no quiso firmar el “Manifiesto nadaísta por la Paz” en el 2014?
Porque esos amigos míos, hasta sin comillas, no son más que unos oportunistas, que cabecean en la tempestad… No hay mucha autenticidad ahí. Son puras ganas de brillar. Desde la ignorancia… La izquierda colombiana ha sido muy hábil en denigrar del sistema y de combatir al Estado, mientras ordeñan las tetas de la vaca sagrada.

En su ensayo “Antiborges” expresa su desconfianza y aburrimiento hacia la literatura del escritor argentino. ¿Me podría ampliar por qué no le gusta Borges?
Por lo que dije y por lo mismo que no le dieron el premio Nobel… Porque es un gran escritor de ficciones… y un señorito a quien le faltó vivir mucho, ensuciarse de mundo… Pero Borges es inatacable. Es un personaje muy singular en la literatura, lleno de contradicciones, como todo el mundo, además. Me gustan los poetas más viscerales, que no rinden culto a las formas de la tradición. En fin, Borges es un fenómeno que bien se presta como pretexto para decir algunas cosas que uno piensa, como el mismo Dios.

¿En qué proyectos está trabajando actualmente? ¿Está escribiendo poesía?
Está por aparecer un libro de poemas viejos vueltos a escribir, que voy a titular Insistencia en el error… La poesía es un sueño imposible que uno siempre se empeña en soñar…

En una entrevista afirmó que hoy en día “la profesión de periodista no existe”. ¿A qué se refería?
Hombre, los periódicos y las revistas antes eran empresas de quijotes con un ideal y eran dirigidos por personas con una buena formación. Ahora son organizaciones crematísticas… dirigidas desde la sombra por financieros… Y casi todos los periodistas se acomodan más o menos a su desgracia…

En el ensayo “Problemas de forma” de Cabos sueltos. La lectura como pecado capital, se muestra optimista frente al fenómeno de Internet y la irrupción de los celulares en la vida cotidiana. ¿Cree que puede existir algún efecto negativo derivado de estas tecnologías?
Todas las cosas tienen una sombra. Claro que sí.

¿Qué piensa de la poesía actual?
No sé, hombre… francamente… También la poesía se convirtió en un trampolín para posicionarse socialmente… Y no hay, que yo sepa, grandes personalidades en la poesía. Todos los poetas es como si se calcaran a sí mismos y por falta de información acaban en publicistas de la ecología…

¿Qué opina de los talleres de poesía? ¿Se puede enseñar a hacer poesía o, mejor dicho, a ser poeta?
En Prosa Incompleta, el libro que me publicó Villegas en Bogotá, cuento mi experiencia… Los talleres son un pretexto para reunirse en fechas fijas en unas ciudades más complejas… un remedio contra la soledad. Yo pienso que el nadaísmo fue como  un taller de literatura, sin que lo supiéramos, en una ciudad más manejable…

¿Qué lugar pueden tener la poesía y la literatura en un mundo hiperconectado que tiene como principal fuente de entretenimiento a Netflix?
Quién sabe qué pasará con la poesía. Quién sabe si las máquinas acabarán por escribirnos la poesía que necesitamos.

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Julián Berenguel (Temperley, 1993) es escritor, periodista y profesor de literatura. Es autor de Guateque (Niño Crimen, 2018).


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