Alguien en un coctel de fin de año
le comentó a mi amigo del perro cojo,
la copa entre las manos, el pelo cuidadosamente
revuelto, la sonrisa mítica y profesional,
que la historia en realidad nunca se repite,
reproduce semejanzas por inercia,
porque no conoce otras estructuras,
pero que los hechos en sí son siempre únicos
y uno debe aprender a distinguirlos
sin los vicios del pasado o algo así,
dijo esta persona antes de trasladarse
hacia un grupo risueño, menos aburrido
o taciturno que mi amigo del perro cojo
que no sabe llegar a los lugares
como si fuera una costumbre
y suele detenerse, ver de reojo su reloj,
esperar junto a la entrada hasta que un conocido
lo saluda y le señala algún asunto más o menos
esencial como el juego político tras bambalinas
o las cifras estancadas o la sequía venidera
antes de seguir por otro camino, hacia el jardín
con su toldo donde un cuarteto de jazz
filtra sus melodías suavemente y el pasto
es una alfombra que no guarda polvo
y la gente se felicita, se abraza,
y mi amigo entonces examina el piso, piensa
en los puentes de medianoche que vio en un sueño,
rotos a la mitad con sus piedras tiradas
en el agua de los ríos donde un casco
flota junto a un niño muerto en la ciudad
de los arcos nítidos y blancos,
piensa en la historia más pequeña
donde casi nunca se demora la época
ni marca pautas un conflicto sino que hay simples
edificios alrededor de una plaza y lo decisivo
sucede en otra parte sin las campanas rituales
o la nieve imaginaria que se embarra
un segundo en la banqueta,
piensa en sí mismo mi amigo
y siente su espíritu en un rincón,
cómo se restriega contra los huesos,
cómo lo incita a bajar hacia el jardín de los demás,
a compartir esa euforia del recuerdo impreciso
para que todos exclamen:
¡qué imagen tan interesante! No dejes de escribirla
y mi amigo del perro cojo, ya lleno de valor,
les dirá que en su mente las palabras
son como vidrios, miran y dejan mirar,
calcan a veces paisajes, una barda
sin yedra pero envuelta por la bruma,
la vida nunca se imita, pule sobre todo
los detalles, señala con ironía mi amigo
del perro cojo como si hablara
con una persona o varias, bajo el toldo
o en la orilla mientras la música
se diluye y junto a la puerta una figura
se despide con la cara oblicua,
o eso afirman los que estuvieron. ~
(ciudad de México, 1959) es poeta y ensayista. Por su libro 'Muerte en la rúa Augusta' (Almadía, 2009) ganó en 2010 el Premio Xavier Villaurrutia.