Foto: Larry D. Moore, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons

Martin Amis (1949-2023): la ansiedad sigilosa

En treinta libros en que se movió con pericia entre diversos terrenos, Martin Amis confirmó que la suya era una mirada que privilegiaba la lente de la ironía y la parodia para escrutar el mundo y sus absurdos.
AÑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

“La nueva generación, o quizá la generación posterior, verá la pornografía como parte del paisaje de un modo que nosotros no logramos apreciar. El exhibicionismo reflexivo flota en el aire, en la cultura. En un extremo está la pornografía. En una escala menor están la pérdida de la inhibición y el oscurecimiento del límite entre lo público y lo privado, palpable tanto en las pláticas por teléfono celular –ese desnudamiento conversacional–como en Big Brother y los reality shows.” La declaración se vincula a la última parte de Perro callejero (2003), el libro con que Martin Amis rompió un silencio novelístico de seis años en medio de una sonora polémica registrada por los diarios británicos.

Aunque polémica fue una palabra ligada al autor de Dinero (1984) desde los inicios de su carrera, lo cierto es que el fragor desatado por su décima novela ya no tuvo que ver con factores extraliterarios: que si Amis había recibido un adelanto de medio millón de libras esterlinas por La información (1995); que si había cambiado a su agente Pat Kavanagh, esposa de su amigo Julian Barnes, por el controvertido Andrew Wylie, merecidamente apodado el Chacal; que si había pagado cien mil dólares por arreglarse la dentadura en Nueva York; que si había tomado la decisión de pasar temporadas cada vez más largas en su casa de José Ignacio, una pequeña y exclusiva playa situada a ciento ochenta y cinco kilómetros de Montevideo, adonde llegó a despojarse del aura escandalosa de su vida en compañía de su segunda mujer, la también escritora uruguayo-estadounidense Isabel Fonseca, y sus dos hijas, Fernanda y Clío.

En esta ocasión, los críticos –entre ellos Tibor Fischer, quien fuera cercano a Amis– se ensañaron con el “mal manejo” de los temas elegidos: el machismo, el incesto, la realeza, la prensa sensacionalista y, claro, la pornografía, a la que el autor de Koba el Temible. La risa y los Veinte Millones (2002), impactante indagación de corte autobiográfico en el legado de Iósif Stalin, dedicó un excelente reportaje aparecido en la desaparecida revista Talk,que fue a parar en forma de ficción al final de Perro callejero, cuya escritura arrancó en 1997 pero fue interrumpida para redactar Experiencia (2000), el iconoclasta volumen de memorias en que se ajustan cuentas con la poderosa sombra paterna arrojada por Kingsley Amis: “La ansiedad siempre ronda la novela; creo que es un elemento fundamental del trabajo narrativo. Las novelas se vuelven el foco y a la vez la expresión de la ansiedad.” Pruritos aparte, nadie pudo jamás negar a Amis su habilidad de insider al momento de disecar, entre otros ámbitos, la esfera porno; Lovetown, cuna de una de las industrias más rentables del planeta, es en Perro callejero el reverso turbio, necesariamente paródico, de Hollywood.

En la mayoría de los treinta libros en que se movió con pericia entre diversos terrenos –novela, cuento, crónica, ensayo, entrevista–, Martin Amis confirmó que la suya era una mirada que privilegiaba la lente de la ironía y la parodia para escrutar el mundo y sus absurdos. En Tren nocturno (1997), la novela previa a Perro callejero, el proceso de depuración de esa ironía feroz que se vislumbraba desde novelas monumentales como Campos de Londres (1989) alcanzó una de sus cimas: nos hallamos aquí ante una mirada amarga, desencantada, muy a tono con las visiones del fin de milenio que se avecinaba. Muy a tono asimismo con el tema elegido en esta ocasión: el suicidio, ese agujero negro al que Amis envió su sonda para tratar de responder la tríada esencial del género policiaco. ¿Quién? Jennifer Rockwell, una joven astrofísica empeñada en estudiar “cuestiones relacionadas con la edad del universo”. ¿Cómo? Enredándose una toalla en el pelo antes de pegarse tres tiros en la cabeza. ¿Por qué? Sólo por demostrar que “hasta esto, todo esto [juventud, belleza, estabilidad amorosa, económica y laboral], lo dejo atrás”. El enigma se resolvería en las páginas iniciales si no estuviera en manos de Amis y si la protagonista no fuera una detective con un pasado surcado por las sombras del alcoholismo y el incesto –de nuevo el incesto– que encuentra una efímera redención en la figura del padre de la suicida. Rompecabezas metafísico, crucigrama sin solución, Tren nocturno da un giro brusco a las convenciones del thriller con malicia y destreza nabokovianas; ambientada en una ciudad sin nombre planeada como amalgama de la sociedad de consumo estadounidense, esta novela que merece un lugar importante dentro del corpus amisiano es a la vez crítica y rejuvenecimiento del noir, burla y análisis de la lógica sin lógica implantada por una humanidad aturdida por el ruido y la furia de nuestra época.

Practicada con saludable desparpajo aunque también con sólido rigor estético, la subversión de géneros literarios fue una de las principales armas de Martin Amis, y así lo volvió a demostrar en los que serían sus testamentos novelísticos: La Zona de Interés (2014), magistral tour de force recién llevado al cine por Jonathan Glazer, en el que el Holocausto se narra desde la perspectiva de los verdugos nazis en un campo de concentración –una perspectiva que, por supuesto, causó escozor entre los editores de Amis y desató una polémica más–, y Desde dentro (2020), que continúa y expande la línea de Experiencia para ofrecer un insólito ejemplo de autoficción, que pone en tela de juicio este concepto y en el que leemos una anécdota reveladora que involucra a Hilary Ann Bardwell, la madre del autor, cuando este le pregunta por el exterminio judío en algún momento de su infancia. “‘No te preocupes por Hitler –me dijo ella (algo muy característico)–. Tú tienes pelo rubio y ojos azules. Hitler te habría adorado.’ De esa tranquilidad –Hitler me habría adorado– surgirían con el tiempo dos novelas enteras [La flecha del tiempo, de 1991, y La Zona de Interés]. Porque las novelas nacen de una ansiedad largamente marinada y desatendida, una ansiedad sigilosa.” Es de celebrar que Martin Amis haya dado voz a la ansiedad que lo acompañó desde la niñez para construir la que quedará como una de las obras más espléndidamente atronadoras del panorama contemporáneo. ~

+ posts


    ×  

    Selecciona el país o región donde quieres recibir tu revista: