Querida Aloma:
Aunque ponerme música mientras escribo me despista, para escribir esta última carta de agosto me he puesto un disco, Forever Changes, de Love, porque estaba pensando que hacía falta que hablásemos de los artistas que han utilizado el I Ching como inspiración para su trabajo. El primero en el que he pensado ha sido, por supuesto, John Cage, y mientras estaba buscando algunas cosas que leer me he acordado de este disco que me encanta y en cuyo título detecto ahora una correspondencia evidente con el libro de las mutaciones. Así que me lo he puesto. Pero la impermanencia de la que hablan las filosofías orientales pudo haberles llegado por muchos sitios a estos californianos sesenteros. En wikipedia en inglés leo que el título viene del siguiente diálogo, entre una pareja que conocían y que acababa de romper. Ella dice: “Dijiste que me querrías para siempre”, y él contesta: “Bueno, para siempre cambia”. Curiosamente encuentro algo más ichinguiano en la versión en español, que es una entrada bastante más corta pero donde se puede leer lo siguiente: “…las que con quizás las líneas más famosas del álbum, en la canción “The Red Telephone”:
Sitting on a hillside
Watching all the people die
I’ll feel much better on the other side”
La entrada no explica por qué esas son las líneas más famosas del álbum, pero ¿no les encuentras un inconfundible aroma a I Ching? Sobre todo por la colina que aparece al principio, como tantas veces aparecen colinas o accidentes geográficos en los distintos hexagramas, pero también por la disposición en tres versos. Vamos a buscar uno similar entre los auténticos. Como él contempla desde una colina, he elegido el hexagrama 20, Kuan, La Contemplación. Traducción de John Legge (un sinólogo del XIX): “Kwan muestra el adorador / que se ha lavado las manos / pero que todavía no ha presentado sus ofrendas con sinceridad y digna apariencia”. Traducción de John Blofeld (esta es del XX): “Mirar hacia abajo. / Se ha realizado la ablución, / pero no el sacrificio. / La sinceridad inspira respeto”. Traducción de Richard Wilhelm: “La Contemplación. / Se ha cumplido la ablución, pero aún no la ofrenda. / Pleno de confianza levantan [¿sic?] la mirada hacia él”. Al copiar estas tres traducciones he recordado que una de las cosas que me han atraído siempre del I Ching es la amplitud del rango de interpretación que depende ya no del estado de ánimo del consultante y cómo afecte a su lectura, sino también las posibilidades de traducción que ofrecen los ideogramas, y me acuerdo también del deseo que tengo a veces de estudiar chino para traducir poemas. En todo caso, qué bonito comparar estas tres traducciones y casi usarlas para adivinar qué clase de persona era cada uno de estos traductores. Lo gracioso es que aquí, en comparación con el chino, nuestros idiomas occidentales se vuelven uno solo, y a esas traducciones al español las llamamos “la traducción de Wilhelm, la traducción de Blofeld”. Son versiones, claro, y las versiones tienen otra vez que ver con las mutaciones. Y también sugieren la conveniencia de hacer las tiradas acompañados. Siento que acabe hoy esta correspondencia porque me va apeteciendo entregarme a unas variaciones sobre el mismo tema, cuando ya estamos acabando, del mismo modo que hasta los últimos días de vacaciones no conseguí ingresar en un modo distinto, calmado, porque hace falta insistir en descansar para poder empezar a descansar, etcétera. La cosa es que siguiendo la ribera del lago cerca de la cual estaban los edificios en los que creí distinguir hexagramas del I Ching, hace un par de entregas, se llega a la casa donde Jung, Wilhelm, Rudolf Ritsema y muchos otros, invitados y organizados por Olga Fröbe-Kapteyn, se dedicaron durante décadas al estudio del I Ching, lo que parece una gran sincronicidad que espero poder desentrañar más adelante. Antes de despedirme vuelvo a la canción de Love, “The Red Telephone”, porque el otro teléfono rojo que conozco es el de Kubrick, y su película sobre la paranoia de la Guerra Fría me parece el vínculo idóneo para recordar la novela de Philip K. Dick El hombre en el castillo, en la que los personajes se pasan el día echándose el I Ching. Siento que en estas cartas nos hemos dedicado más a los apuntes que a los desarrollos, pero el verano es una estación de postales.
Espero que estés bien, queda pendiente una tirada.
¡Van abrazo!
B.
Querida Bárbara:
De ese disco de Love un mod decía que envidiaba a quien no lo había escuchado nunca y podía hacerlo por primera vez, según me contó una compañera suya. A él no lo conocí, pero me cayó mal, qué presuntuoso. Pero el disco me gusta, la psicodelia, etc. Creo que prefiero la explicación de la Wikipedia en inglés.
Hay mucho Ichingero por ahí suelto, Sheila Heti lo usa en Maternidad, un libro que me resultó antipático y un poco pijo, una canadiense le pregunta al libro si ha de tener un hijo o irse a vivir en Nueva York. Luego he visto que ha sacado otro libro que es una lista ordenada alfabéticamente, a veces sueño que le digo aparta tus sucias manos de Perec, al que tanto quiero. Eso pasa, ¿no?, acabas queriendo a los que hacen las pelis, canciones o libros que te gustan y desarrollas un sentimiento de protección que es egoísmo. No sé. Luego da mucha alegría si se juntan. Algunos ejemplos: Philip Garrel poniendo a los Kinks en Les amants réguliers; “La nuit américaine” sonando en Fantastic Mr. Fox; Jarvis Cocker y Laetitia Saedier cantando “Aline”, canción que suena en ¡Al abordaje!, de Guillaume Brac, Philip K. Dick en tu carta; y el encuentro supremo: las canciones de Battiato en las películas de Moretti.
Italo Calvino usó el I Ching para Las ciudades invisibles, sesenta y cuatro partes como los sesenta y cuatro hexagramas del libro.
¿No te parece impresionante que un libro dé para tanto? Ya sé, La Biblia, La Odisea, etc., me parece medio mágico y raro y supongo que eso quiere decir algo aunque no sé bien qué. Imagina que usáramos El cantar de Mío Cid así, “De los sos ojos tan fuertemientre llorando, / tornava la cabeça e estávalos catando”, más o menos eso recuerdo y que la C de Cid no suena como nuestra z ni como la c italiana, sino un poco como /dz/.
Ah, yo tampoco sé escribir con música, me despista, se me meten las palabras y los ritmos y me rompen la búsqueda de lo que quiero decir. Leer tampoco sé con canciones con letra, pero cuando estoy en un bar y he de aprovechar para leer, me pongo Mambo sinuendo, de Ry Cooder, a un volumen altísimo en los cascos y así me concentro.
Me da mucha pena que se acabe nuestra correspondencia, pero me resulta muy gracioso que no hayamos hecho ninguna tirada, que la promesa del I Ching quede así, en potencia, un poco como en las narraciones que se terminan antes de que la cosa que se ha estado preparando suceda. “Los signos son reproducciones de las condiciones reinantes sobre el cielo y sobre la tierra. Por eso han de ser utilizados en forma productiva; tiene, por así decirlo, potencia engendradora en la región de las ideas”, dice el libro cuando lo abro al azar. Sea.