Asรญ como por ahรญ de las 12 o 1 de la tarde (cuando alguien lรบcido, quizรก incluso clarividente, dice ยซtardes yaยป) regresa extraรฑamente el efluvio del chilaquil con cecina que desafortunadamente no desayunaste, regurgitan en estos dรญas las listas de libros imperdibles que sin duda te perderรกs.
“ยฟCรณmo explicar que se niegue la gloria a los vivos y que muy pocos lectores amen a sus contemporรกneos?”. La pregunta aparece en El tribunal del tiempo, el tratado LIII de Pascal Quignard. ยฟPor quรฉ incluso el simulacro de gloria que es la listografรญa de fin de aรฑo es percibida con sorna e indolencia, o al menos con sospecha? Por envidia, dice Quignard. Preferimos los muertos a los vivos porque “los muertos ya no son competencia, su mandรญbula ya no puede cerrarse sobre la presa. No saltarรกn mรกs. Y con esta ausencia de salto, con esta boca que ha dejado de estar รกvida parecen de pronto extremadamente simpรกticos”. Pasado por el horno de la muerte โsigue Quignardโ el sentimiento de envidia se convierte en admiraciรณn. Pero, considerando el deseo recurrente que todo llegarรก cuando sea demasiado tarde, habrรญa que aรฑadir una alusiรณn al destino del universo: ยซla luz solar se apaga poco a poco sobre pequeรฑos montones de cenizas en el vacรญo que las ignoraยป.
Por mรกs que la industria editorial se empeรฑe en construir una especie de calendario litรบrgico alrededor de ferias, mesas de novedades y descuentos urgentes que sรณlo retrasan lo importante (el precio รบnico del libro), las lecturas โla atenciรณn concentrada, la inscripciรณn activaโ responden a estaciones azarosas. Vรฉase, por ejemplo, esta lista de listas de los libros mรกs vendidos durante los รบltimos cien aรฑos.
Aunque caprichoso como cualquier otro criterio, la cuantificaciรณn comercial exhibe una trampa evidente: ยฟcรณmo una novela que se distribuye en, digamos, mil puntos de venta puede compararse con un libro de ensayos (que no sea de Byung-Chul Han, el filรณsofo viral) que tuvo un tiraje de 250 ejemplares? Pero bueno, si dejamos de lado la ineludible ratonera y leemos la lista linkeada en sus propios tรฉrminos, digamos, podremos ver de frente ciertos resquemores:
- Los cuatro jinetes del Apocalipsis rebasaron a Conrad y llegaron en primer lugar allรก en 1919.
- Fitzgerald se tardรณ 88 aรฑos en perder contra el trรญo dinรกmico compuesto por Dan Brown, John Grisham y Stephen King. Y no, no fue con The Crack-Up.
- ยฟTodavรญa habrรก alguien que lea a Sinclair Lewis? ยฟA John Galsworthy? ยฟY quรฉ tal a Pearl S. Buck? El Premio Nobel no es garantรญa de nada, la popularidad tampoco.
- Los cuentos gรณticos de Isak Dinesen fueron muy leรญdos en 1934. Me gustarรญa pensar que los niรฑos que se durmieron con esos cuentos se despertaron en 1975 leyendo a Doctorow.
- La trayectoria de Salinger se parece a la de Vonnegut. Vonnegut lo resolviรณ mejor.
- ยฟSe puede, desde Twitter, entender la relaciรณn que tuvo Lampedusa con el mercado?
- En 1973 J.G. Ballard publicรณ Crash. El mercado respondiรณ leyendo, de nuevo, el Juan Salvador Gaviota de Richard Bach. Entre uno y otro se podrรญa encontrar este de Vonnegut, nรบmero tres en la lista de ese aรฑo: Desayuno de campeones.
- ยฟSe puede, desde Twitter, entender la indiferencia del mercado hacia David Markson?
- Parece que Danielle Steel sรญ vive de lo que escribe.
- Y parece que James Patterson no se puede contener.
- Stephanie Rostan, la agente de Gillian Flynn, entiende como nadie el sistema. https://www.marketwatch.com/story/a-data-scientist-cracks-the-code-to-landing-on-the-new-york-times-best-seller-list-2018-11-28
- Curtis Brown, la agencia que publicaba a Beckett, publica ahora a Jojo Moyes. Teorรญa: en los 90 se gestรณ el cinismo.
- A Mary Higgins Clark, que aparece por ahรญ seis veces, la ha traducido Cรฉsar Aira.
- Como dirรญa Carlota de Habsburgo, ยซDios quiera que se nos recuerde con tristeza, pero sin odioยป.
El sentido social del gusto de Bourdieu no aparece en esta lista de listas, pero conviene de todos modos traer unas ideas de ese libro a colaciรณn. Por ejemplo, esta: el gusto es una disposiciรณn estรฉtica en un sistema de disposiciones. La consagraciรณn de una obra cultural, por ejemplo, traza prรกcticamente el mismo camino de percepciรณn y apreciaciรณn que el de la excomuniรณn; el reconocimiento casi siempre va acompaรฑado de banalizaciรณn; la producciรณn de consumidores se asocia con la imposiciรณn de legitimidad. “Las obras deben su rareza propiamente cultural y por lo tanto su funciรณn de distinciรณn social โdice Bourdieuโ a la rareza de los instrumentos que permiten descifrarlas”. Es decir, existen distintas desigualdades en la producciรณn, distribuciรณn, disposiciรณn e interpretaciรณn de las obras. Por ejemplo, lo que ya dije arriba: los campos de gran producciรณn son distintos que los campos de producciรณn restringida; aunque serรญa un ejercicio interesante de lectura (ยฟlectura creativa?), Crash no se lee igual que Juan Salvador Gaviota.
Pero pensemos bien, dejemos de lado las listas prescriptivas e imaginemos una lista que considere, desde una subjetividad radical (indisociable del otro), todas estas disposiciones estรฉticas que operan desde un sistema, supongamos comprensible, de disposiciones. ยฟQuรฉ serรญa aquello? ยฟUn esfuerzo tierno y necio por tratar de normar el estado de excepciรณn? Porque la literatura, creo, es eso: un tanteo de los territorios raros. ยฟCรณmo hacer una cartografรญa de un campo irregular? ยฟPor quรฉ hacerla? ยกPara quรฉ!
Porque digamos que el รฉxito literario es la posibilidad del disparate. Digamos que una obra no es sรณlo un producto. Digamos que el arte va mรกs allรก de la artesanรญa. Y digamos que una cosa es estar fuera del mercado y otra โla que se deseaโ es estar fuera de lugar. Porque el mercado, aunque se empeรฑe en ilusionarnos, no es un espacio sino una temporalidad, casi una ideologรญa. Si no, ยฟcรณmo explicar a todos esos libros hipercreativos que se cuelan (es un decir) por aquรญ y por allรก en las listas que ahora aparecen por todos lados?
Hay libros que se resbalan de las manos. Pero quรฉ hacer, si es el fin del otoรฑo.
(San Luis Potosรญ, 1983) es profesor y editor. Vive en Santiago de Querรฉtaro.