Tamara Silva Bernaschina: “Lo fantástico no es una metáfora ni un símbolo. Está ahí” 

La escritora urugaya publica ‘Larvas’, un libro de cuentos perturbador lleno de animales.
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Tamara Silva Bernaschina (Minas, Uruguay, 2000) acaba de publicar Larvas en Páginas de Espuma, un libro de cuentos singular y perturbador. Sus libros anteriores son la colección de relatos Desastres naturales y la novela Temporada de ballenas.

Larvas es un libro muy unitario. ¿Cómo ha sido su escritura?

El proceso de escritura de Larvas fue muy distinto al de Desastres naturales. Había una imagen de larva que llevaba adelante todo el libro. Todavía no me había puesto a escribir, pero ya sabía que iba a tener que ver con algo más larvario. Eso por un lado fue distinto.

Estaba terminando de escribir un cuento y ya estaba pensando en el siguiente. Casi como un encabalgamiento poético.

Fueron todos escritos dentro del mismo periodo, pensando en las mismas cosas, obsesionada con los mismos asuntos. Terminaron formando parte de un universo muy concreto y muy chiquito.

Es un universo bastante rural, o de campo al menos. Además con grandes fuerzas naturales, riadas, granizo.

Sí, yo lo pienso como un universo rural. En la mayoría de los cuentos, los personajes están en el campo. O a las afueras, en un entorno medio suburbano. Creo que es porque son mis lugares afectivos, los lugares que están más cerca, donde vivo, donde he estado, donde vive también la gente que yo quiero y que conozco. Hay algo de usar ese espacio conocido y después transformarlo y deformarlo. Vivo en Montevideo, estoy estudiando y trabajando ahí. Pero viví buena parte de mi vida en el campo, en el interior de Uruguay, en Aiguá y después en Minas.

Es llamativa la presencia de los animales. Están en todos los cuentos: empezando por los piojos, en el primero.

Es cierto que hay una presencia de lo animal que atraviesa todos los cuentos. En el primer cuento son casi lo principal. El niño tiene piojos y se habla de piojos todo el rato. Hay una ternura del niño hacia sus propios piojos y unas ganas de cuidarlos y de tenerlos para siempre. Y la madre se los quiere sacar y matarlos, obvio.

Pero después aparecen animales más grandes, una perra, una yegua. Y también hay un sentido de cuidado hacia esos animales. Me los imagino ya no como accesorios en un paisaje, sino como personajes.

El cuento de la yegua, por ejemplo.

Fue uno de los primeros que escribí del libro. Me imagino la aparición de la yegua porque la imagen disparadora de este relato fue la de los dos muchachos trabajando en la arena. Y ahí no había ninguna yegua, pero en un momento, haciendo este ejercicio de escritura, con ellos trabajando, están charlando, empezó a aparecer o a vincularse con un olor y el olor muy rápido con lo muerto y lo muerto con la yegua.

Y como ya venía en esta clave de lo fantástico, pensando en qué vuelta podía entrenar los cuentos, muy rápido la yegua se transformó en yegua aparecida, yegua fantasma, yegua sombra.

En el segundo, “Ni acampar ni abordar”, donde hay naturaleza pero no animales, hay un coqueteo contado con lirismo. Tiene un ritmo distinto a otros.

Sí, ese cuento arrancó siendo como más una crónica, un espacio, que poco a poco se volvió ficción, y la ficción permitió la aparición de Ignacia, que es esta mujer de la montaña, mujer mitológica, mujer piedra. Y sí que hay algo de la seducción desde lo bizarro que empezó a jugar en ese cuento. Es una mujer que tiene una naturaleza distinta. No se termina de entender muy bien qué pasa con ella y qué lógicas tiene su existencia. Hay muchas cosas que pasan por fuera o por el costado y ella está ahí en el medio, sin mucha definición.

Dices que lo fantástico es el mejor lugar para mirar la realidad.

La representación más mimética del mundo deja fuera muchas cosas. O muchas cosas que están más veladas y a las que lo fantástico les da luz. O no les da luz pero hace que pienses sobre cosas que tal vez no las pensarías de esa manera sin eso. Además de que existe, de que lo fantástico no es una metáfora ni un símbolo y está ahí, existe en ese contexto, también tiene otra vuelta que permite abrir ciertas formas, ciertas realidades. Todo ese misterio que aparentemente tienen las cosas termina muy concentrado ahí, también muy abierto y muy diseccionado.

 “Jauría”, la historia de la perra asesina, tiene algo cinematográfico.

Con este cuento me preguntaba qué pasa si unos perros se organizan, ¿cuál es el miedo que puede generar ese pensamiento? Que en el cuento se dice como a voces esto de la perra sabe a quién matar, la perra los elige y hay algo tenebroso incluso en pensarlo. Ni siquiera se sabe bien si es lo que pasa o son accidentes casuales, no se presentan como accidentes pero podrían serlo. La pregunta ahí era: ¿qué pasa si una perra pudiese decidir a quién morder, a quién matar, cómo organizarse con otros perros? Ahí es que empieza a aparecer la “Jauría”

Escoges para la escena climática el día de la Independencia de Uruguay, que es el 25 de agosto.

Pensé que fuera un día feriado para que la escuela pudiese estar cerrada y no hubiese gente. El 25 de agosto era perfecto. Busqué  los feriados y agarré uno. Obvio que sabía que esa fecha es el Día de la Independencia pero no lo tenía como consciente cuando lo usé para el cuento, ahora me gusta.

“Larvas”, como pasa a veces con los cuentos de terror, tiene casi de chiste. También porque el tono entre los dos personajes al principio es ligero, de amistad, lúdico…  

Incluso después de que les empiece a pasar esto de la larva el tono sigue siendo de chiste porque ninguna de las dos cree que sea posible y recién cuando se dan cuenta de que es verdad y son larvas y no es un invento, que no es que empezaron a menstruar sino que son estas cosas que salieron del río se lo toman un poco más en serio. Pero igual hay como un tono de adolescencia, de cómo resolver un conflicto, sí….

Hay mucha naturaleza.

Sí. Estaba con la idea de: ¿qué se hace con lo biótico? ¿Cómo nos relacionamos? Ahí aparece la mujer piedra. Es casi como una extensión de la montaña. Y dije: bueno, esto también puede ser como una clave no solo concreta sino poética del libro. Pensar en estas cosas y en estos lugares y con estos personajes. Y ahí se empiezan también a revelar otras cosas.

También hay un elemento poético.

Sí, eso sí es una búsqueda muy concreta de generar una musicalidad y de cuidar un poco cómo suena. No sé si estamos tan acostumbrados a leer cuentos en voz alta. Pasa con la poesía. Pero mi proceso sobre todo de corrección es leer en voz alta los cuentos y trabajar a partir de cómo suenan en un proceso mucho más avanzado de edición cuando ya está todo más que cocinado. Ahí me hace bien y me divierte hacerlo Porque me gusta la musicalidad en todo texto

¿En qué tradición te encuentras?

No sé. Es algo en lo que pienso porque siempre me hablan de autoras latinoamericanas que están escribiendo sobre terror o sobre temas parecidos: Mariana Enriquez, Samanta Schweblin. Pero también es cierto que hay una cosa generacional, una temática distinta. Me gustaría tenerlo más claro.

¿A qué crees que se debe ese interés por el terror y lo fantástico, aunque la estética y las generaciones sean distintas?

Yo me lo pregunto también. Creo que hay una necesidad de pensar en un mundo otro y  generar no solo un presente distinto sino también un futuro distinto, pero un futuro cercano. Y hay algo que la literatura da, la posibilidad de imaginar otras formas posibles, otros mundos posibles. Me parece que es el único camino. Hay algo de la esperanza, y de lo fantástico orientado hacia la aparición de un mundo nuevo y de una nueva forma del mundo también y de habitar en un mundo que a mí me parece interesante No sé si era por ahí la cosa.

También has escrito novela.

Son dos formas muy distintas, pero en el momento de la escritura es todo muy parecido. Me vinculo de forma muy cercana con el texto que estoy escribiendo, sea novela, sea cuento, sea una crónica, sea lo que sea. Hay un entusiasmo y un deseo depositado ahí que no es muy distinto en el cuento y en la novela. La novela lleva más tiempo y concentración, una continuidad distinta. El cuento te lleva menos tiempo. Hay algo de concentrarte en un mundo y en unos personajes y cuando el cuento se termina puedes pasar a otra cosa. En la novela hay que sostener eso hasta el final. Puede ser como un desafío, pero también un regalo.

¿También haces periodismo?

Sí, en Uruguay escribo para una revista que se llama Lento. Ahí hago crónica, reportaje, entrevista. Por suerte es un espacio donde tengo la libertad de hacer algo narrativo y seguir poniéndole o una impronta que es muy mía pero volcada en ir y conversar con alguien y entrevistarlo o hacer una crónica sobre algo muy concreto.

Aunque al escribir un cuento te llevara a otro, en el proceso de corregir, de reordenar el libro, ¿has jugado a que las rimas esas internas sean más claras o menos?

Sí, hay algo de las condiciones a nivel de personaje y de historia, personajes que se cruzan, historias que se mencionan en otros cuentos. Cuando ya tuve el orden fue mucho más claro ver por dónde pasar: me lo imaginaba como unas puntadas en una aguja, cómo se atraviesa todo esto y cómo se conecta y cómo hacerlo para que no sea forzado y que resulte muy natural.

En el último relato hay una situación que se puede parecer a otras del libro, alguien de fuera que llega a un espacio rural, natural, marcado, con gente que está allí previamente. Y luego también está el cuerpo y una cosa rara que sale del cuerpo, que no es lo que debería ser

Sí, ¡hay algo de lo corporal y de lo que pasa en el límite entre el cuerpo y el mundo y lo que pertenece al cuerpo y lo que pertenece al mundo y qué pasa cuando esas dos materias empiezan a mezclarse. Fue una dirección del libro: pensar en el cuerpo como algo más abierto y preguntarse qué pasa en esa apertura, qué cosas le pasan al cuerpo y qué cosas le pasan al mundo

Es un cuento más grave, con algo novelesco…

Sí, yo notaba que ese cuento tenía una sensación de cierre. Que al final no se cierra porque de alguna manera todo vuelve a comenzar. Pero tiene una noción también de circularidad. Hay una reunión y los personajes llegan a ese lugar Me parecía que era como una suerte de cuenco, todo vierte hacia ese lugar y hacia ese cuento. Todos los cuentos anteriores lo que hacen es generar un sedimento que se va quedando ahí, y cuando llegas al último cuento, si lo leíste en orden, ya pasaste por muchos estados y por muchas formas que puede tener ese mundo de los cuentos.


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