Quienes no están en el mundo del jazz tal vez no conozcan a Steve Turre, un gigante que ha tocado junto a leyendas como Ray Charles, Herbie Hancock, Dizzy Gillespie, Celia Cruz, Tito Puente, Art Blakey y Carlos Santana, los Fania All Stars o la banda del mítico programa Saturday Night Live, a la cual pertenece desde 1984. Virtuoso del trombón y, peculiarmente, de los caracoles marinos, Turre defiende el verdadero jazz sobre los juegos abstractos e intelectuales, y afirma que solo hay dos tipos de música: la buena y la otra. Antes de sus presentaciones de esta semana en la Ciudad de México tuvimos una plática con él.
¿Siempre entendiste el jazz? De chico, ¿qué te fascinaba de esa música, a diferencia del pop o la música clásica?
Crecí escuchando jazz. Es parte de la cultura americana. El jazz viene del blues; el blues es la raíz del rock’n’roll. El jazz, el rythm & blues, el funk, todo eso viene del blues. Mi mamá y mi papá se conocieron en un baile de Count Basie, la gente acostumbraba bailar jazz antes de que se volviera demasiado abstracto. Pero la cosa con el jazz es que toda esa música que mencionaste antes no tiene a África en ella. El jazz, el verdadero jazz –así le digo yo– viene de la gente negra y el uso del ritmo de “seis africano” (aquí se refiere al 6/8, donde una parte está dividiendo el compás en seis ataques mientras otra lo divide en dos. Winton Marsalis lo explica así). El swing está basado en el seis africano, que no está presente en la música de los Beatles, ni en ninguna composición clásica, de esa forma. Claro que hay un ritmo de seis, pero no se siente así. Pero en el jazz de verdad, el seis africano se siente de la misma manera que los percusionistas africanos tocan los tambores con sus manos. Así debe ser, aunque mucha gente que cree tocar jazz no lo entienda. Es música negra, esa es la diferencia.
Una parte de la música de México tuvo esa influencia negra. El ritmo que describes está presente, por ejemplo, en el son jarocho.
Así es, sé que mucho del seis africano está en mucha música tradicional mexicana. Crecí con ello también, mi abuela nació en Veracruz.
Cuando tenías apenas veinte años tocaste con Rahsaan Roland Kirk, una referencia de la música experimental de los años 60 y 70, que trascendió barreras del jazz e influyó a Frank Zappa, Jimi Hendrix e Ian Anderson de Jethro Tull. ¿Piensas que colaborar a una edad tan temprana con un músico y personaje como él moldeó la manera en que te acercas al escenario?
Tenía dieciocho la primera vez que toqué con él. Para mí parecía natural; es decir, claro que era increíble, y aprendía de él todo el tiempo. Pero era más que solo experimentación. Muchos músicos buscan experimentar sin conocer la historia, las raíces, los fundamentos de la música, y llegan a un cuarto pensando, “voy a componer algo nuevo”, buscando llamar la atención. Pero Rahsaan no era así: él estaba volcado en el linaje, la historia, la línea continua de la música. Era un magnífico músico de blues, y esa es la base, todo viene del blues. Lo que aprendí de él fue que no se trata de intentar ser distinto: eso es superficial, y se vuelve un ejercicio intelectual. Lo más difícil es ser tú mismo. Eso es muy difícil porque debes ser absolutamente honesto, y mostrar no solo tus fortalezas sino también tus debilidades, dejarlas a la vista de todos. Él era así. Y cuando uno improvisa, la honestidad es crucial. Un músico que al improvisar nunca –¡nunca!– toca una nota equivocada, no está siendo honesto, está tocando algo preparado, no está en el momento.
¿Entonces tú no preparas tus solos?
No. Practico escalas, arpegios, notas largas, presión de los labios, de tal forma que cuando tengo que interpretar, puedo escuchar a los músicos que me rodean y hacer música con ellos, en el momento. Espero tener control de mi instrumento a un nivel que me permita crear algo que resuene con la gente. No toco para mí; de otra forma, me quedaría en casa y tocaría viendo la pared. La música es una experiencia colectiva. No se trata de alguien que quiere ser diferente para que una revista escriba sobre él. Todo esto de lo nuevo y lo experimental no me impresiona, porque de lo que se trata es de si es bueno o no. Louis Armstrong sigue siendo bueno, Celia Cruz, que vivió mucho tiempo en México, sigue siendo buena y no ha llegado nadie que cante como ella. Hay dos tipos de música: la buena, y la otra. No me importa si se trata de una canción vieja o nueva: lo importante es si te hace sentir algo, si lo disfrutas, y la gente lo disfruta.
¿Tu pasión por la música se ha mantenido intacta a lo largo de todos estos años o se ha reinventado?
Siempre he sido un intérprete antes que nada, aunque he tenido períodos en que escribo más, y en los últimos quince años me he interesado más en enseñar, pues me di cuenta que para mantener viva la música hay que transmitirla a los que vienen. Así que quiero ayudar a que los jóvenes entiendan esta música y que encuentren su camino en ella. Cuando era joven y tocaba con Ray Charles no pensaba en enseñar. Escribía música, pero no pensé entonces en enseñar, porque estaba empeñado en aprender a tocar. En realidad, sigo intentando aprender a tocar. Nunca se acaba; si sientes que ya no te hace falta practicar, mejor dedícate a otra cosa.
Leí que cuando eras joven tuviste una beca para estudiar y jugar futbol americano. ¿Tocar en una banda se parece en algo a jugar en un equipo?
En una banda hay trabajo de equipo y hay una conciencia colectiva, así que hay similitudes. Pero el fútbol americano no tiene la sensibilidad de la música, es un juego brutal. Habría preferido tocar música solamente, pero la única forma de estudiar en la universidad era jugar fútbol americano. Y era ir a la universidad o ir a Vietnam. Yo no estaba interesado en ir a Vietnam a matar vietnamitas que no hicieron nada para pelearse con nosotros.
La banda con la que te presentarás en México no es la banda con la que tocas habitualmente.
Es una banda que se armó para mi visita y es muy buena, son buenos músicos y estoy contento de tocar con ellos. Siempre es gratificante hacer nuevas amistades con músicos que están en un nivel alto, lo cual te ayuda a descubrir nuevas formas de expresarte a través de las piezas que estás tocando. Porque para mí no es un solo sonido, no las toco de la misma manera cada vez, depende con quién estoy tocando. Si el pianista toca un acorde de cierta manera, me hará tocar de otra forma; es buena retroalimentación que me permite ser creativo en el momento. De hecho, tengo un ensayo con ellos en cinco minutos, y van a pasar por mí, ¡así que tengo que irme!
Una última pregunta: ¿Cuál dirías que es la fortaleza o la característica principal de los caracoles de mar, y qué es lo que más disfrutas al tocarlos?
Me gusta cómo suenan. Tienen un sonido muy bonito y poderoso, que se escucha a grandes distancias. Y es un sonido fuerte, pero no lastima los oídos, no es áspero. Es al contrario, tranquilizante y relajante. Y son parte de mis raíces; no lo sabía cuando empecé a tocarlos, y descubrirlo reforzó mis ganas de seguir haciéndolo.
Steve Turre se presentará en la Ciudad de México en el Jazzatlán Capital el martes 29 de octubre (9:00 p.m. y 10:30 p.m.) y en el Zinco Jazz Club el miércoles 30 de octubre (9:00 p.m.).
Compositor mexicano proclive a borrar las fronteras entre la música clásica y la popular. Ha compuesto cuatro óperas, así como música para teatro y cine. Es codirector de la compañía Ópera Portátil.