Fulgores en potencia
Las cenizas son fulgores en potencia.
El momento exacto en que la luz
toca el frutero
y lo transfigura en lienzo
se repite
y toca otros objetos, otros seres,
otras luces incluso.
Iluminadas, las ruinas suspiran
y lo embellecen todo
con sus cantos de templos disipados.
Para elevar sus voces esperan
una mirada, una exhalación,
la punta de una palabra;
así el derrumbe
se transforma en metáfora,
en moraleja.
El residuo es Dios,
fuente infinita,
rocío que todo lo recubre.
Lo inacabado y la poesía,
hilos conductores,
subtítulos:
encarnar, gritar, legitimar,
rehacer la casa.
Los versos son la cocina,
calidez de migajas,
y las migajas
el fuego.
El circo
Todos vimos algo distinto en el tigre.
Los de a pie, los comerciantes de banqueta,
los padres a la salida del súper,
las niñas con helados,
los que viajábamos en camión.
Todos vimos al tigre en una jaula
remolcada por un auto en la avenida.
Escuchamos el altavoz que anunciaba
la próxima temporada del circo.
Todos vimos lo mismo
pero todos lo percibimos diferente.
Un animal salvaje que camina
de un extremo a otro, su cola
que esparce el humo del escape,
sus facciones agraviadas e impacientes, mudo
y lleno de angustia, una ira ilegible
para ojos citadinos. Una ira bestial,
amaestrada por la mercadotecnia,
puesta en pausa a propósito, para ser liberada
sólo cuando la multitud haya pagado su boleto,
cuando la gente dentro de la carpa
tenga un algodón de azúcar en la mano.
Un rugido que se posterga,
que se convierte en soundtrack, que se diluye
en una anécdota, yo oí rugir al tigre, que se convierte
en el recuerdo más querido de una niña,
que le inspira a ser zoóloga de grande
para desentrañar el motor del gruñido.
Un mamífero vuelto celebridad
a través de una foto de teléfono
borrosa por la emoción o el susto,
fuera de foco por el movimiento del auto, invadida
de pies, de ruedas, de postes, de basura,
improbable jungla.
Un payaso vestido a rayas
que atraviesa un escenario chusco:
¡El tigre sale a pasear en cuatro ruedas!
¡La fiera se cansa de su imperio tropical
y decide conquistar la ciudad
un viernes de quincena a las dos!
Todos vimos que el tigre causó el tráfico.
Los automovilistas olvidaron de pronto
cómo meter las velocidades.
Los choferes frenaban
para voltear la cabeza. Los transeúntes
chocaban unos contra otros. Un niño
se escondió tras su padre.
Alguien comenzó a llorar. ~
Poemas pertenecientes a Fantasma y monumento (UANL, 2024).