Múnich y la seguridad mundial

En la reciente Conferencia de Seguridad de Múnich, las grandes potencias conversaron sobre el delicado equilibrio de la paz, cuando todo gira alrededor del destino de un país a medio camino entre Europa y Rusia.
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El mes de febrero en Múnich, la capital de Bavaria, es todavía gélido. La arquitectura barroca de muchos de sus edificios se transparenta entre los copos de nieve que todavía caen desde un cielo bienhechor.

Es en el elegante pero sobrio hotel Bayerischer Hof, concebido originalmente por el Rey Luis I de Bavaria, donde se reúnen cada año los líderes de las naciones más industrializadas del planeta para discutir asuntos de seguridad global.

El fundador de la Conferencia de Seguridad de Múnich es una figura de graves resonancias históricas. Ewald-Heinrich von Kleist Schmenzin (1922-2013) provino de una familia distinguida de la Pomerania prusa, a la que pertenecieron, entre otros, el poeta alemán Heinrich von Kleist y la jazzista estadounidense Erika von Kleist.

Ewald-Heinrich tiene un lugar heroico en los anales de su clan. En enero de 1944 –quería su portafolio lleno de explosivos– planeó un atentado suicida contra Hitler. Pero la hora de la verdad nunca se presentó y el vagabundo austríaco todavía tendría un año más de vida, antes de dispararse en el rostro, mientras las tropas soviéticas ya acechaban su búnker.

A Ewald-Heinrich le alcanzó para muchas peripecias, entre ellas, fundar en 1962 el International Wehrkundebegegnung, el antecedente de la actual Conferencia de Seguridad en Múnich. No repetir la tremenda experiencia de la Segunda Guerra Mundial fue el objetivo de Ewald Heinrich, cuando congregó en su primera reunión a figuras prominentes de la política mundial, como Helmut Schmidt y Henry Kissinger.

En su versión del 2023, la Conferencia está marcada por una ausencia. Por segundo año consecutivo, el régimen ruso que encabeza Vladimir Putin no estuvo presente en las deliberaciones. El fantasma de Ucrania rondó los aseados salones del Bayerischer. Como sucedió durante la Guerra de los Balcanes, a fines de los noventa, la seguridad de Europa está amenazada por lo que pasa en su propio territorio. Entre otras cosas, los soldados rusos en Ucrania exhiben los dilemas históricos de la Rusia profunda. Putin no representa la modernidad rusa de San Petersburgo, que siempre ha sido una ventana hacia Occidente. Tampoco encarna a la tercera Roma, la ciudad de Moscú, donde las cúpulas multicolor de la Catedral de San Basilio pretenden rascar el firmamento. El ex agente de la KGB simboliza más bien la horda dorada del imperio mongol que dominó la estepa rusa hasta su derrota en la batalla de Kulikovo en 1380.

El complot mongol de Gengis Khan también abarcó la conquista de la dinastía Song en la China meridional. El territorio de la pax mongola es hoy un mundo que despierta. Quizás ese sea el significado de la actual alianza sino-rusa que, de acuerdo con el secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, entraña la ayuda militar de Beijing a Moscú para que Putin continúe con su aventura para conquistar Kiev, donde los mongoles tuvieron su centro de poder. La ronda de las civilizaciones es un movimiento perpetuo de sangre, hierro y lágrimas.

El régimen encabezado por Xi Jinping le está haciendo el juego a Putin, tanto en la ONU como en otros mecanismos de concertación multilateral, al hablar de planes de paz que no son más que proyectos que significarían, en los hechos, el control de Ucrania por parte de Moscú.

Todo en estos momentos gira alrededor del destino de un país a medio camino entre Europa y la civilización rusa. Si le hacemos caso a Milan Kundera, Europa occidental se extiende hasta los territorios en que deja de dominar el cristianismo católico y el alfabeto latino. Más allá, decía el escritor checo, se extiende la iglesia ortodoxa y el alfabeto cirílico: el orbe asiático. Bajo esta taxonomía, Ucrania no es Europa.

Ante esto, habría que decir que la identidad de una nación no sólo está determinada por su historia, sino también por su voluntad de futuro. En este sentido, el presidente Volodimir Zelensky parece haber representado la voluntad de su ciudadanía, al haber solicitado el ingreso de Ucrania a la Unión Europea el año pasado.

Por ahora, las grandes potencias del mundo  conversan sobre el delicado equilibrio que mantiene la paz en lo que Carl Sagan denominó nuestro pequeño punto azul en el cosmos. ~

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(ciudad de México, 1967) es ensayista, periodista e historiador de las ideas políticas.


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