Lunes 25 de marzo. Caracas, que apenas habรญa recobrado la normalidad tras el apagรณn general que sufriera Venezuela el pasado jueves 7 de marzo, de pronto cae en un nuevo estado catalรฉptico: la luz se va a la 1 y las 20 de la tarde. La gente entra en pรกnico. Sabe que no habrรก agua. Porque el agua que llega a la ciudad lo hace a travรฉs de unos sistemas (el Tuy I, el II y el III) que requieren de mucha energรญa. Pรกnico: la Sociedad Venezolana de Nefrologรญa ha reportado que durante la oscurana anterior murieron โes apenas una cifra de las tantas cifras tristesโ 22 enfermos renales que no pudieron dializarse. Pรกnico: ya se sabe que muchos quedarรกn atrapados en los ascensores. Pรกnico: ya se sabe que quienes estรกn en terapia intensiva o que quienes estรกn siendo operados โsi las plantas elรฉctricas de los hospitales donde se hallan no se activan; y muchas no se activaron la vez pasadaโ corren el riesgo de fallecer. Pรกnico: el metro dejarรก de funcionar y la gente tendrรก que desplazarse a pie en una capital en penumbras y donde campean el crimen y la anomia. Pรกnico es la palabra de moda en este paรญs desde hace un buen tiempo.
Lo primero que se pierde es la comunicaciรณn telefรณnica y la conectividad. Aislamiento total. Busco un radio de pila. Por fin encuentro una noticia: el apagรณn ha alcanzado casi toda la geografรญa. Venezuela, paรญs petrolero y con grandes reservas energรฉticas. Venezuela, que antes transmitรญa electricidad a Colombia y a Brasil. Ya sabemos que, al no haber luz, el sistema de pagos colapsarรก. No podremos comprar nada. La mayorรญa de los comercios cerrarรกn. Y los que puedan abrir, como la cadena Farmatodo, que cuenta con una planta elรฉctrica, dado que los puntos para pagar se vuelven muy lentos, cobrarรกn en dรณlares o en efectivo. No hay efectivo: paรญs en hiperinflaciรณn. Tampoco hay dรณlares: el salario mรญnimo es miserable. Llega la noche. Cielo estrellado: un matiz poรฉtico en medio de tanta tragedia. Me viene a la mente el โPoema de los donesโ, de Jorge Luis Borges: โNadie rebaje a lรกgrima o reproche/ esta declaraciรณn de la maestrรญa/ de Dios, que con magnรญfica ironรญa/ me dio a la vez los libros y la nocheโ. Un estruendo me saca de la abstracciรณn lรญrica: los vecinos comienzan a sonar cacerolas (ollas) y a gritar improperios contra Maduro. Es un coro de altos decibeles sazonado con bilis.
El martes es otro dรญa perdido. No hay clases. No hay trabajo. Los bancos cierran. La gente vaga por las calles: rastrea un puntico de luz donde captar la seรฑal de wi-fi. Busca agua. Venezuela, que alberga al rรญo Orinoco, el tercero mรกs grande de Amรฉrica Latina, muerta de sed. Camino por la avenida Francisco de Miranda, en el este de la ciudad. El 99 por ciento de las tiendas estรกn cerradas. En una esquina, hay un tenderete. Es de un frutero. Sortario: justo en el sitio en el que se encuentra, hay luz. Eso ocurre: en una calle, en medio de los apagones, puede haber un edificio con electricidad y al lado otro sin ella. Compro unos cambures. Potasio para agarrar fuerzas. Le comento que es afortunado por tener luz. Rรฉplica de evangรฉlico: โDios es grandeโ. Al dรญa siguiente me enterarรญa de que una paciente de 81 aรฑos falleciรณ en el Hospital Central de Maracay (Aragua, a hora y media de Caracas) por los โcoletazosโ del megaapagรณn. Estaba recluida en el รกrea de medicina interna. Presentรณ un problema respiratorio. Los ascensores no funcionaron (por no haber luz) y no pudieron trasladarla a terapia intensiva para conectarla a la ventilaciรณn mecรกnica. Dios es grande con unos; con otros, no.
Venezuela vive una suerte de โperรญodo especialโ. Visitรฉ La Habana cuando la Uniรณn Soviรฉtica cortรณ el subsidio que le daba a Fidel Castro. Vi montones de bicicletas que parecรญan viejas osamentas: destartaladas, remendadas. No habรญa gasolina. Jamรกs me imaginรฉ que vivirรญa una situaciรณn semejante en mi paรญs, que tiene las mayores reservas de petrรณleo del mundo y que, incluso en la era chavista, nadรณ en una orgรญa de dรณlares. El miรฉrcoles vuelvo a la calle. Me voy caminando a la pastelerรญa mรกs emblemรกtica de Caracas: la Danubio. Cerrada. Afuera estรก el personal. No hay luz. No tienen planta. Un empleado me confiesa que para poder llegar a trabajar (no sabรญa que tampoco abrirรญan ese miรฉrcoles) tuvo que empeรฑar el reloj. Lo entregรณ a un prestamista para que le diera dinero en efectivo y asรญ poder pagar el transporte. Esta metรกfora de la responsabilidad me sacude. Una clienta que vive cerca comenta que el dรญa anterior, el martes, tuvieron que regalar los dulces para que no se perdieran. En la noche, otra vez los improperios contra Maduro.
Converso con un vecino. Es traumatรณlogo. Me comenta que esa maรฑana tenรญa pautada una operaciรณn en la clรญnica donde trabaja, que cuenta con planta elรฉctrica. La paciente ya estaba lista para entrar al quirรณfano. Huyรณ de pronto. Le dio un ataque de pรกnico. No dijo una palabra. Simplemente, se fue. ยฟY si se acabara el combustible de la planta elรฉctrica? ยฟY si surge una emergencia en el quirรณfano y me muero?
El jueves ya hay luz en Caracas โno en toda la ciudad; en unos sectores, sรญ; en otros, noโ y me dispongo a recorrer los mall. Me voy al Centro Comercial Ciudad Tamanaco (CCCT). Es un รญcono de la Caracas moderna. Los bancos funcionan. Pero muchos negocios estรกn cerrados. Hablo con el dueรฑo de un restaurante. Pide anonimato. En dictadura muchos temen mostrar su rostro. Le pregunto cuรกnto dinero perdiรณ con el apagรณn. Me muestra una nevera. La voltea: se quemรณ con los altibajos de la electricidad. Nadie lo indemnizarรก por ello. Luego blande un aparato: es para que la gente pague con tarjeta. No funciona. Luego me muestra otro. Es mรกs moderno. Pero las operaciones son muy lentas. Los clientes se cansan de hacer cola. Y desertan. Luego habla del flujo de caja. En un dรญa normal, vendรญa cerca de 1000 dรณlares. Este jueves (con luz) ha hecho un aproximado de 400 dรณlares. Claro estรก: debe pagar la nรณmina de once empleados; la electricidad; el alquiler del local; los insumos para preparar la comida. Hace una mueca de impotencia. Sigo al McDonaldโs. El empleado me cuenta que no hay agua. Tienen bomba, pero las fallas de electricidad la daรฑaron. Asรญ que venden hamburguesas, pero sin carne. Ergo: nadie las compra.
Viernes 29 de marzo. Una noticia esperanzadora: la Cruz Roja Internacional anuncia que en quince dรญas comenzarรก a ingresar la ayuda humanitaria a Venezuela. Se beneficiarรกn 650.000 personas. Negociaciones de alto calibre: Maduro se negaba a reconocer la crisis. Llega la noche: a las 7 y 10, otro apagรณn masivo. Toda Venezuela sin luz. El sรกbado 30, lo mismo: a las 7 y 12 pm se cae el sistema elรฉctrico. Un suiche que no da mรกs puede hacer que una naciรณn entera regrese a la Edad Media. El chavismo ha invertido cerca de 40 mil millones de dรณlares en el sector energรฉtico. La corrupciรณn se โchupรณโ el dinero. El domingo 31, el blackout se produce en la maรฑana: 9 y 41. Ya la gente estรก harta. Histรฉrica. O en perfecto venezolano: arrecha. Estallan protestas en sectores populares de Caracas, antes bastiones del chavismo: la avenida Fuerzas Armadas, La Pastora, Lรญdice, Cotiza, El Valle, Coche.
Claman por lo bรกsico. Piden agua. Piden luz. Piden medicinas. Piden comida. No demandan delicatessen. Las exigencias son casi fisiolรณgicas. La respuesta del gobierno: envรญa a los escuadrones de la muerte a sofocar las manifestaciones. Los temidos colectivos: hombres que se desplazan en moto, que a veces usan pasamontaรฑas y que disparan a casas y edificios con desparpajo. Maduro los aรบpa. Diosdado Cabello, tambiรฉn. Asรญ va Venezuela: cada vez mรกs parecida a un estado fallido.
(Caracas, 1963) Analista polรญtica. Periodista egresada de la Universidad Central de Venezuela (UCV).