El debido respeto

Encerrar a los grupos humanos en reservas culturales, como si las culturas fuesen solo una manifestaciรณn biolรณgica, es cualquier cosa menos progresista.
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Ante la cuestiรณn del multiculturalismo hay que empezar reconociendo dรณnde estรก lo mรบltiple de verdad, que es precisamente ahรญ donde se da pie a lo comรบn, valga la paradoja. Porque no es lo mismo lo mรบltiple que lo variado, por asรญ decirlo. Me refiero a que las manifestaciones culturales pueden ser ciertamente muy variadas, con sus patrones de vestimenta tan distintos y vistosos en unas y otras partes del mundo, con los modos de desinencias y de declinaciones propios de cada habla, con sus tradiciones culinarias, o los diferentes modos con que unos u otros pueblos hacen el gesto de decir โ€œyoโ€, bien sea seรฑalรกndose al pecho, a la boca o a la nariz. Atender a todo esto puede resultar interesante y desde luego entretenido, pero, en cierto sentido, no deja de ser una variedad de lo idรฉntico. Son asuntos antropolรณgicos que se deben estudiar y registrar, pero que no conducen a lo que realmente es novedoso, a lo que no es una mera continuidad sino verdadera creaciรณn, como dirรญa Hannah Arendt. Lo novedoso empieza en la disposiciรณn a lo comรบn, como ocurre con la propia filosofรญa.

Considerar que hay โ€œfilosofรญasโ€ en lugar de โ€œfilosofรญaโ€ no nos hace mรกs progresistas, sino lo contrario. Oculta una misantropรญa de fondo o una indiferencia hacia el otro. Lo que se debe respetar no son las tradiciones o creencias de quien se considera โ€œdiferenteโ€, sino sus derechos y su capacidad de desarrollarse crรญticamente como persona, de tener una vida lo mรกs plena que sea posible. Encerrar a los grupos humanos en reservas culturales, como si las culturas fuesen solo una manifestaciรณn biolรณgica, puede ser cualquier cosa menos progresista. Renunciar a compartir el sentido del humor es algo a lo que no debemos estar dispuestos. El concepto de lo sagrado, en el sentido de aquello que queda libre de debate o de sรกtira, es una cosa de la que nos ha costado siglos librarnos, y que hoy, como tantos han venido seรฑalando, nos devuelven, tras las iglesias, las izquierdas.

Cuando se registrรณ en Teruel el primer caso de una niรฑa a la que se le habรญa practicado la ablaciรณn, hubo un mediador sanitario que apelรณ a que aquello era โ€œsu culturaโ€. Fรฉlix Romeo escribiรณ entonces un artรญculo en el que se referรญa a la definiciรณn de cultura que aparece en el Diccionario de la Real Academia, donde se lee: โ€œConjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crรญticoโ€. Romeo se preguntaba hasta quรฉ punto contribuรญa al juicio crรญtico de la joven aquella mutilaciรณn genital. Sรญ, tambiรฉn ese diccionario recoge en la siguiente acepciรณn que cultura es el โ€œConjunto de modos de vida y costumbresโ€ฆโ€, pero, de modo acertado, en un orden posterior. La Real Academia, felizmente, no ha sucumbido en este punto a las tendencias relativistas. La frase que solรญa repetir Romeo en torno a este asunto era que lo que no querรญa para รฉl no lo querรญa para nadie, y que lo que querรญa para รฉl lo querรญa tambiรฉn para los demรกs. ร‰l habรญa sido un chico de barrio y no se prestaba a los seรฑoritismos intelectuales de quienes estรกn dispuestos a aceptar para otros formas de vida que de ninguna manera querrรญan para sรญ.

Me detengo un momento en Fรฉlix Romeo para desarrollar un poco este punto. ร‰l vivรญa en una calle donde predomina la poblaciรณn inmigrante, y celebraba que su ciudad, Zaragoza, se pareciese cada dรญa mรกs โ€œal mundoโ€. Cuando se abrรญa un nuevo restaurante peruano, libanรฉs, griego o portuguรฉs, ahรญ convocaba a sus amigos. Le encantaban los supermercados de productos chinos y se llenaba los bolsillos de lo que รฉl llamaba โ€œchuchechinasโ€. Entendรญa que todas esas personas que se habรญan desplazado a nuestro paรญs no solo buscaban prosperidad o seguridad, sino tambiรฉn, de algรบn modo, una vida mรกs libre. Y no solo eso, sino que su presencia nos liberaba tambiรฉn a nosotros de cierta homogeneidad idiotizante. Yo vivo hoy en aquella calle donde รฉl tenรญa su casa, y cada dรญa, cuando doy mis clases a adolescentes, celebro igualmente que las aulas no sean como cuando yo tenรญa la edad que tienen ellos, sino mรบltiples en los rasgos y procedencias de los estudiantes. Creo que todo esto nos hace mejores, por mรกs que me haga cargo tambiรฉn de que habrรก de haber una regulaciรณn en la entrada de inmigrantes. La cuestiรณn que trato aquรญ de seรฑalar son los discursos reaccionarios que con nuevos ropajes acompaรฑan este fenรณmeno de nuestro tiempo.

Un maestro en desenmascarar la hipocresรญa de los intelectuales en este aspecto muriรณ en el mes de noviembre pasado, y quiero acordarme de รฉl. Me refiero al argentino Juan Josรฉ Sebreli, alguien que consiguiรณ ser incรณmodo en todas las direcciones: para la izquierda posmoderna, por ser un enemigo principal y constante, pese a haberse considerado a sรญ mismo marxista; para la Iglesia, por ser todo un antipapa; para los conservadores, por ser un heterodoxo homosexual. En su obra El olvido de la razรณn critica el relativismo cultural del antropรณlogo y filรณsofo Lรฉvi-Strauss, alguien que encontraba en la tradiciรณn occidental y en la sociedad de masas un elemento destructor, frente a los pintorescos localismos de las culturas. Dice Sebreli: โ€œEsa diversidad colorida que aรฑoraba solo tenรญa encanto para el viajero; en cambio, para muchos de sus habitantes representaba pobreza y atraso, cuando no la opresiรณn de los individuos, en especial las mujeres y las minorรญas, en aras de tradiciones ancestrales de la que muchos querรญan liberarse porque habรญan dejado de creer en ellasโ€.

El relativismo cultural suele ir asociado a algรบn modo de biologicismo, como ya se ha seรฑalado, y sucede asรญ tambiรฉn con Lรฉvi-Strauss, preocupado de que el modo de vida del hombre occidental termine por disgregar un orden original. El relativista es en el fondo como el viajero a quien no le gusta que haya turistas y pretende instalarse en un privilegio, mientras rebaja a los demรกs a ser paisaje. La idea de que haya un โ€œorden originalโ€ es, por otra parte, puramente teolรณgica y expresiรณn mรกxima de lo ultramontano.

Cada vez que un Yuval Noah Harari de turno equipara el cรณdigo Hammurabi con los Derechos Humanos, diciendo que ninguno es mejor ni peor, sino simples โ€œmitos cohesionadoresโ€, habrรญa que someter a estos sujetos al sistema de castas y castigos de aquel cรณdigo, al menos por un tiempo. Todos entendemos en tรฉrminos antropolรณgicos lo que se quiere decir con aquel tipo de afirmaciones, pero, si no queremos quedarnos en un mero juego intelectual sin consecuencias, hemos de enfrentarnos despuรฉs a nuestra dimensiรณn moral y a nuestra responsabilidad real. Es ahรญ donde se hace presente la filosofรญa, lo โ€œnuevoโ€ frente a lo diverso, la posibilidad de sentarnos ante una misma mesa. Respetar es querer al otro, y eso quizรก lleve a desear alfabetizarlo, cuando carezca de instrucciรณn, o proporcionarle remedios sanitarios si  carece de ellos.

Hace unas semanas la escritora Najat El Hachmi se lamentaba en la prensa de cรณmo el feminismo de nuestro paรญs por lo comรบn abandona a su suerte a las mujeres de origen musulmรกn que viven entre nosotros, dando prioridad al hecho de la diversidad cultural frente a los derechos individuales de esas personas. Decรญa: โ€œSe creen que es respeto pero no es mรกs que dejadez de funciones y una indiferencia cรณmplice con esos radicales que tambiรฉn son parte de esta sociedad aunque los sigan viendo como ajenosโ€.

De la tolerancia hay que seรฑalar tambiรฉn un par de aspectos. El primero es conocido: que no cabe tolerancia con el intolerante, en cuanto que si la tolerancia no es recรญproca es tonterรญa. La tolerancia, por tanto, exige algo comรบn y previo, que es de lo que trata el segundo aspecto. Y es que la tolerancia es algo provisional, no en el sentido de que hayamos de dejar de ser tolerantes un dรญa, sino en el de que espero convencer al otro o ser convencido, en la medida en que hay un diรกlogo establecido. La tolerancia no es, pues, algo estรกtico, una especie de bloques demogrรกficos que conviven en un mismo espacio, ajenos unos de otros. Eso no es respetar. De hecho, puede haber mรกs consideraciรณn y mรกs fraternidad en una broma, incluso en una sรกtira, en cuanto que es una invitaciรณn a formar parte de lo comรบn, que en un respeto estรกtico y en el fondo hipรณcrita. Otra cosa distinta es que tengamos en cuenta cierto sentido de la prudencia con nuestros vecinos, igual que no podemos pretender cambiar un paรญs de un dรญa para otro. Si el otro no estรก para bromas, por asรญ decirlo, quizรก nos contengamos, pero sin caer en el equรญvoco de tomar por respeto lo que solo es paciencia.

El ejemplo de los viajeros que se deleitan acrรญticamente ante lo distinto me sigue pareciendo muy ilustrador, aquellos que se lamentan de lo que consideran una homogeneizaciรณn. Lo diverso estรก bien, debemos pensar, siempre que proceda de la libre elecciรณn y no del aislamiento. Uno, cuando se encuentra de paso, no deberรญa decir que un lugar es bello si no estรก dispuesto a quedarse ahรญ como uno mรกs. Esta hipocresรญa, de la que venimos hablando, se ve bien reflejada en los teรณricos del quietismo. Lao-Tse, despuรฉs de una vida de experiencias y de itinerancia, describรญa como ideal polรญtico un territorio de aldeanos que no se moviesen de su sitio: tan debรญa ser asรญ que por mรกs que los de un pueblo llegasen a oรญr a los gallos y a los perros de los del pueblo de al lado, nunca los habitantes de un lugar y del otro se conocรญan. O el Josep Pla de los aรฑos cuarenta que, viajando en autobรบs, siente lรกstima de que los mozos de un pueblo se suban para ir al baile de otro pueblo distinto, o de que unas adolescentes se desplacen para ir al cine, que tambiรฉn estรก en otra localidad, y regresen luego a su aldea con la cabeza llena de unas ensoรฑaciones que, segรบn lo ve รฉl, les han de volver profundamente infelices. Pero Pla reacciona entonces ante sus propios pensamientos y anota: โ€œla experiencia me ha demostrado โ€“lo que no deja de tener bastante graciaโ€“ que del quietismo no quieren oรญr hablar mรกs que las personas previamente aquietadas, sosegadas e inmรณvilesโ€. Yo creo, en definitiva, que nuestro primer derecho es el de la tristeza, aquella que resulta de nuestra libertad y de nuestra curiosidad, de nuestra inconformidad. La melancolรญa, la buena, que quiero para mรญ, la quiero para los demรกs.

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Ismael Grasa (Huesca, 1968) es escritor. Su libro mรกs reciente es 'La hazaรฑa secreta' (Turner, 2018).


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