Ilustraciรณn: Manuel Monroy

El profeta Isaiah

Con la fundaciรณn de Israel, los judรญos parecรญan tener solo dos alternativas: emigrar de los paรญses donde residรญan o asimilarse. En la resoluciรณn de ese dilema, Berlin encontrรณ su concepto de libertad negativa, a la que elevarรญa como valor supremo.
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La traiciรณn de la libertad. Seis enemigos de la libertad humana1 es el resultado de las seis admirables conferencias (editadas por Henry Hardy) que Isaiah Berlin pronunciรณ por la radio de la bbc en el otoรฑo de 1952. Se trata de una apasionada interpretaciรณn polรญtica de lo que Berlin percibรญa como el legado autoritario de seis filรณsofos: Helvรฉtius, Rousseau, Fichte, Hegel, Saint-Simon y De Maistre. En una carta, T. S. Eliot habรญa elogiado maliciosamente su “elocuencia torrencial”,2 y el filรณsofo Michael Oakeshott lo llamรณ un “Paganini de las ideas”.3 Pero el pรบblico lo colmรณ de cartas entusiastas.

Ese mismo aรฑo, un poco antes, Berlin se habรญa enfrascado en el trabajo de estos mismos materiales, cuando pronunciรณ las Mary Flexner Lectures (en el Bryn Mawr College de Pensilvania), con el tรญtulo de “Ideas polรญticas en la รฉpoca romรกntica”. Lelia Brodersen, quien fuera su secretaria durante el breve lapso de su estancia en Bryn Mawr, estuvo presente en las conferencias y las recordarรญa como un “furioso flujo de palabras, en frases hermosamente redondas” emanando de aquel profesor que, en un “autรฉntico estado de inspiraciรณn”, exponรญa las distintas formas de la libertad.

Se habรญa preparado intensamente para impartir esas conferencias. Entre 1950 y 1951 –escribe su biรณgrafo Michael Ignatieff– Berlin “leรญa furiosamente” a los enciclopedistas (Diderot, Helvรฉtius, Holbach, Voltaire) y a los romรกnticos alemanes (Schelling, Herder, Fichte).4 Pero quizรก la “furia” a la que alude Ignatieff tenรญa menos que ver con sus compromisos acadรฉmicos que con el hallazgo de su propia vocaciรณn personal y su voz ante la historia.

La recepciรณn entusiasta de las conferencias fortaleciรณ sus convicciones. Tanto el tรญtulo como el subtรญtulo eran indicativos de la fibra moral de Berlin, una fibra que recordaba a los grandes escritores moralistas del siglo XX y a los pensadores rusos que lo ocuparรญan en el futuro. Aรบn ahora –leรญdas, no escuchadas–5 tienen la resonancia de un llamado solemne que no reside solo en esas largas, fluidas oraciones, en esas cascadas de adjetivos punzantes y precisos que suenan elocuentes y naturales en la prosa de Berlin. Ignatieff dice que estas conferencias son “un hito de la radio britรกnica [y] en la propia vida de Berlin”.6 Pero ¿cรณmo habรญa llegado Berlin a este punto y a esta peculiar introspecciรณn?7

La posguerra imponรญa esas definiciones polรญticas y morales. Liquidado el nazismo, quedaba el totalitarismo soviรฉtico que, por el prestigio inicial de la Revoluciรณn rusa, la filosofรญa marxista que lo legitimaba y los progresos –reales o imaginarios– de su economรญa, implicaba un desafรญo intelectual para los crรญticos. Karl Popper habรญa respondido a ese desafรญo con una vasta refutaciรณn filosรณfica del pensamiento totalitario de Platรณn a Marx;8 y George Orwell, tras escribir a lo largo de la guerra varios ensayos crรญticos sobre el Estado soviรฉtico y sus simpatizantes occidentales, habรญa publicado Rebeliรณn en la granja y 1984. En el otro extremo, varios colegas de Berlin (E. H. Carr, Christopher Hill, entre otros) reafirmaron su simpatรญa por la Uniรณn Soviรฉtica y escribieron sendas historias de la Revoluciรณn bolchevique. En el caso de Berlin, el accidentado viaje de 1946 a Moscรบ y Leningrado (en el que Pasternak y Anna Ajmรกtova le revelaron las entraรฑas de ese universo represivo) habรญa contribuido a reavivar su interรฉs por el pensamiento y la literatura rusas del siglo XIX y a definir, paralelamente, uno de los temas principales de su obra: la crรญtica del Estado soviรฉtico a partir de sus precursores intelectuales y sus profetas. Pero fijar su postura ante las realidades de la posguerra no era el รบnico dilema de Isaiah Berlin.

Su desempeรฑo diplomรกtico e intelectual al servicio de la Foreign Office en Washington (1940-1946) le habรญa ganado un amplio reconocimiento en las altas esferas de la polรญtica estadounidense y britรกnica, pero el fin de la guerra le habรญa impuesto una vuelta al claustro del All Souls College en Oxford que no lo entusiasmaba particularmente. Y habรญa preocupaciones de mรกs fondo. A pesar de su sรณlida posiciรณn acadรฉmica, Berlin se sentรญa un marginal: un filรณsofo profesional inclinado a la historia de las ideas y la literatura, un exiliado de la cultura rusa en el corazรณn intelectual de Inglaterra y, sobre todo, un pensador judรญo dividido –por momentos desgarrado– entre la voluntad de integrarse plenamente a la historia, la cultura y la sociedad inglesas, y el llamado de la historia, la cultura y la identidad de sus ancestros.

Entre todos los dilemas de Berlin, este fue quizรกs el mรกs complejo y decisivo. Situado a aรฑos luz de sus estudios talmรบdicos infantiles o sus ilustres antepasados jasรญdicos, Berlin aceptaba su identidad judรญa como un hecho biolรณgico irreversible, una herencia cultural en la que se reconocรญa parcialmente y a la que fue fiel a sabiendas del “increรญble costo en sangre y lรกgrimas que hizo de la historia de los judรญos un lamentable martirologio”.9 Sin celo ideolรณgico nacionalista simpatizรณ con el sionismo y, en sus aรฑos en Washington, entablรณ una relaciรณn estrecha con Chaim Weizmann (tan estrecha y comprometida que, segรบn Ignatieff, Berlin le llegรณ a proporcionar informaciรณn britรกnica secreta). En julio de 1947, poco antes de la declaraciรณn de independencia de Israel, Berlin viajรณ con su padre por el inminente hogar nacional de los judรญos, visitรณ a familiares cercanos que no veรญa desde la infancia y recibiรณ continuas invitaciones (de Weizmann y aun de Ben-Guriรณn) a quemar sus naves oxonienses para establecerse en Israel con un alto puesto polรญtico. Ese era un camino posible, una vuelta plena al judaรญsmo, que coincidรญa con las prรฉdicas morales de su propio padre.

Dos influyentรญsimos escritores de la รฉpoca, Arthur Koestler y T. S. Eliot, postulaban ideas similares. En una entrevista publicada en mayo de 1950, Koestler sostenรญa que con la fundaciรณn de Israel, los judรญos de la Diรกspora tenรญan ante sรญ solo dos caminos racionales: emigrar a Israel o asimilarse de manera irrevocable a la religiรณn y la vida de sus paรญses de residencia.10 El argumento de Eliot –propuesto en unas conferencias de 1934, pero vuelto a circular por esos dรญas– apuntaba en un sentido similar: los judรญos podรญan replegarse legรญtimamente en su identidad religiosa (sus guetos) o asimilarse enteramente, pero para las sociedades que los acogรญan habรญa “razones de raza y religiรณn que hacen indeseable la presencia de grandes cantidades de judรญos librepensadores”.11

Berlin tenรญa que responder. La disyuntiva –mรกs allรก del indignante antisemitismo de Eliot– parecรญa acotar su libertad en un sentido radical. Ambas vรญas –emigraciรณn o asimilaciรณn– suponรญan un acto de libertad entendida en un sentido positivo, como liberaciรณn de una antigua esclavitud. Podrรญa elegir ser un judรญo libre en Israel (donde se habรญa resuelto, por primera vez en dos mil aรฑos, la anomalรญa histรณrica del judรญo como paria en un ambiente ajeno y hostil) o podรญa renunciar a su identidad. Berlin respondiรณ en un ensayo largo y apasionado cuyo contenido autobiogrรกfico –me parece– no ha sido suficientemente calibrado. Se publicรณ en The Jewish Chronicle en el otoรฑo de 1951 bajo el tรญtulo de “Jewish slavery and emancipation”12 y en รฉl postulaba una tercera posibilidad: la libertad entendida en un sentido negativo, la libertad para ser judรญo de la manera en que a cada uno –en particular al propio Isaiah Berlin– le pareciera mejor.

Para ilustrar el destino de los judรญos en Europa, Berlin inventa una parรกbola. Unos extranjeros, por azar, se insertan en la vida de una tribu. Para sobrevivir, comienzan por familiarizarse con las costumbres y los hรกbitos de su entorno, y poco a poco llegan a conocerlo tanto o mรกs que los miembros de la tribu: “Se convierten en la principal autoridad acerca de los nativos: codifican su lengua […] interpretan la sociedad nativa para el mundo exterior y cada aรฑo su conocimiento y su amor por esa cultura […] se incrementa.”13 Pero algo extraรฑo ocurre en el camino: aunque los miembros de la tribu pueden apreciar, respetar y aun admirar el trabajo y la lealtad de los extranjeros, no pueden verlos sino como los otros, y piensan que precisamente en esa otredad reside su capacidad de ver e interpretar la realidad de la tribu: “su comprensiรณn es demasiado precisa; su devociรณn, excesiva. Son expertos sobre la tribu, no miembros de ella. Son sus sirvientes, tal vez sus salvadores, pero no son homogรฉneos con ella”.14 Y la mejor prueba de que no son parte de la tribu es su excesiva complacencia: “se muestran muy ansiosos de agradar y, ciertamente, demasiado ansiosos de mostrar aquello que –segรบn parece y de modo muy obsecuente– declaran insistentemente ser”.15 En la tribu, la insistencia de los extranjeros produce desconcierto y distancia, y sin embargo estos no cejan en su ilusiรณn –su fantasรญa– de creer que son o pueden ser, si se esfuerzan, parte de la tribu. Todo a la postre es inรบtil: “entre mรกs desesperadamente arguyan los extranjeros, mรกs notoria se vuelve la barrera de su diferencia”.16 Es imposible estar en la tribu y conservar los atributos particulares (en especial los religiosos) que no son de la tribu. Equivale a estar entre la tribu pero no ser de la tribu.

Los nativos –explica Berlin– no ponen en entredicho su identidad: viven cรณmodamente instalados en ella. En cambio los extraรฑos elaboran incesantemente en torno a esa identidad que los elude: la expresan, la recrean, la celebran. Berlin trae a cuento los casos de Heine y Mendelssohn, dos alemanes de origen judรญo que construyeron su obra “con un tipo particular de autoconciencia, ajena a los miembros normales de la comunidad”.17 Conversos ambos a la fe luterana, nunca lograron ser alemanes naturales como Goethe o Beethoven. Berlin sostiene que esa misma marginalidad explica la inclinaciรณn de los judรญos a la interpretaciรณn (en las humanidades y las artes) mรกs que a la creaciรณn: “los judรญos, como los extranjeros que buscan perderse entre la tribu, se ven obligados a dedicar todas sus energรญas y oficios al entendimiento y la adaptaciรณn de los que depende su vida a cada paso”.18 Este extenuante proceso pudo desarrollar en ellos cierto genio “para la observaciรณn, la clasificaciรณn y la explicaciรณn”, y hasta una caracterรญstica veneraciรณn por “los hรฉroes y las instituciones de las naciones que los acogen”.19

Aunque Berlin, extraรฑamente, apenas menciona el desenlace de esa larga historia –la aniquilaciรณn de buena parte de los judรญos europeos, incluidos los judรญos ilustrados, que en Alemania se sentรญan mรกs alemanes que los alemanes–, el “asombroso acontecimiento”20 de la fundaciรณn de Israel habรญa cambiado de tajo aquella condiciรณn histรณrica. El nuevo Israel ofrecรญa a los judรญos la posibilidad de abandonar libremente a la tribu que los hospedaba y echar raรญces en su propia tribu. Pero asumir esa opciรณn –sostenรญa Berlin, a diferencia de los sionistas militantes– no era un imperativo; y quizรก fue precisamente allรญ, en la resoluciรณn de su dilema personal, en esa apasionada defensa de una tercera alternativa –la de permanecer en una condiciรณn imbricada e intermedia–, donde Isaiah Berlin encontrรณ su concepto personal de la libertad, que mรกs tarde aplicarรญa a la condiciรณn humana en general.

Para un judรญo, decidir su destino era ahora una decisiรณn enteramente personal, no una decisiรณn nacional ni tribal. Si optaba –como era, en cierta medida, su propio caso– por seguir viviendo como extraรฑo en la tribu, estaba en libertad de hacerlo y asumir las eventuales consecuencias. Y la elecciรณn valรญa por ser libre, no como receta para la felicidad:

Si un hombre elige, de modo activo o pasivo, la incomodidad, la inseguridad de su condiciรณn, las humillaciones sociales de vivir como judรญo, ya sea de modo solapado o abierto, en un paรญs que no quiere a los judรญos, es en amplia y creciente medida un asunto suyo o de su familia. Podemos despreciarlo por carecer de orgullo suficiente, o denunciarlo por engaรฑarse a sรญ mismo y augurarle futuros desastres, o felicitarlo por algรบn previsor utilitarismo, o por sacrificarse por el futuro de sus hijos, o por una admirable independencia o el desdรฉn ante el prejuicio. A eso tenemos derecho. Pero es igualmente su derecho elegir la vida que รฉl desee, a menos que su elecciรณn trajera al mundo demasiado dolor o injusticia.21

Y, en un pรกrrafo airado, Berlin defiende la opciรณn frente a Eliot: ser distinto, incluso irritablemente distinto, “no es un crimen; y ni siquiera Platรณn, ni Maurras, ni Eliot, asรญ como ninguno de sus seguidores, tienen derecho de poner a los hombres, por esta sola razรณn, mรกs allรก de las fronteras de la ciudad”.22 Eliot recibiรณ el ensayo e intercambiรณ con Berlin una correspondencia que este, con los aรฑos, deplorรณ por su propia obsecuencia.

Pero el paso estaba dado. Antes de postular la libertad negativa como valor supremo entre otros valores, Isaiah Berlin afirmรณ su propia libertad negativa dentro de la tradiciรณn judรญa. Un lugar riesgoso, incierto, incรณmodo, difรญcil, y a veces indigno, pero un lugar libremente elegido como suyo.

Berlin resolviรณ no volverse israelรญ. Fue una decisiรณn que no solo lo liberรณ del dilema de la identidad sino que, ademรกs, le permitiรณ arrostrar libremente el trabajo “imperativo”23 de aquello que consideraba tรญpicamente judรญo. Las conferencias de la bbc que siguieron inmediatamente a su decisiรณn constituyeron su primer gran momento como figura pรบblica. Pero hay algo mรกs allรก del estilo. Lo que Eliot considerรณ operรกtico y “torrencial” tenรญa quizรก una naturaleza distinta, especรญficamente profรฉtica. Aunque en su niรฑez pasรณ por una escuela talmรบdica y provenรญa de una prominente familia jasรญdica, Berlin tendรญa a negar el peso de aquellas experiencias tempranas en su formaciรณn intelectual. Pero la autodefiniciรณn intelectual de Berlin en “Jewish slavery and emancipation” incluรญa atributos que consideraba caracterรญsticos de los judรญos, como la capacidad “para el anรกlisis del pasado, el presente y, en ocasiones, tambiรฉn del futuro”,24 que podรญa lindar con el profetismo. ร‰l mismo habรญa escrito que los extranjeros de su parรกbola “perciben –y no sin justificaciรณn– que son los mejores amigos de la tribu, sus defensores y sus profetas”.25 El dilema del judรญo europeo habรญa contribuido a definir su vocaciรณn por la libertad. Ahora habรญa que reivindicarla, con la voz de un profeta, de modo universal.

Llama la atenciรณn en este sentido el propรณsito vehemente de advertir al pรบblico (moverlo, conmoverlo) sobre el poder opresivo de ideas polรญticas muy antiguas y arraigadas. Hay en Berlin –como en Yaakov Talmรณn, su contemporรกneo, autor de un libro sobre Political messianism– una inclinaciรณn a revelar el sustrato teolรณgico en filosofรญas aparentemente objetivas y seculares: “esta es una doctrina teolรณgica –escribe Berlin sobre la metafรญsica nacionalista de Fichte– y Fichte sin duda fue un teรณlogo en este sentido, asรญ como lo fue Hegel, y no se sirve a ningรบn buen propรณsito si se supone que fueron pensadores seculares”.26 Al referirse al gozne entre los siglos XVIII XIX (periodo especรญfico en que surgieron casi todos aquellos “enemigos de la libertad”) Berlin apunta, no sin condenarlos, a “la extraordinaria densidad de sus mesรญas megalรณmanos”, hombres dotados con “ese poder รบnico de penetraciรณn y de imaginaciรณn que estaba destinado a curar todos los males humanos”.27 Y, desde luego, los condena. En el momento mรกs airado, Berlin aporta un brillante diagnรณstico de la postura fichteana y de los horrores a los que conlleva, pero no refuta directamente esas ideas. Solo las describe y las fustiga como antecedentes del nacionalsocialismo. Y luego de citar el extenso pasaje en el que Fichte hace el llamado al destino trascendental de Alemania, Berlin no encuentra mejor recurso que el de enfrentarlo a otro profeta, Heine, en sus famosas visiones sobre Alemania: “Aparecerรกn fichteanos armados, cuyas voluntades fanรกticas no podrรกn aplacar ni el interรฉs egoรญsta ni el temor […] En Alemania se representarรก un drama en contraste con el cual la Revoluciรณn francesa parecerรก un apacible idilio.”28

En los cinco perfiles restantes de La traiciรณn de la libertad, comprensiblemente, su crรญtica no alcanza la intensidad de la de Fichte. En cada caso, su mรฉtodo de exposiciรณn es el mismo: descubrir la secuencia lรณgica y biogrรกfica de las ideas, para desembocar en la sรญntesis final, siempre adversa a la libertad. Asรญ, por ejemplo, en Rousseau, el concepto de la libertad radical conduce a la idea de la “voluntad general”, ese “nosotros” social que no es la suma de los “yo” individuales sino una unidad mayor que los integra, y cuya autoridad colectiva Rousseau –en un “salto mรญstico”– hace recaer en el Estado.29 El revelador retrato de Rousseau –a quien considera “el mรกs siniestro y formidable enemigo de la libertad”– no estรก exento de simpatรญa: Berlin le concede alguna paternidad en la democracia participativa y elogia su espontรกnea desconfianza de las รฉlites ilustradas en las que creรญa Helvรฉtius.

Tambiรฉn a Hegel le reconoce aportes sustanciales, como la incorporaciรณn de las artes y las ciencias en una visiรณn integral de la Historia. Su recuento es esquemรกtico pero claro: del atisbo metafรญsico al concepto de la dialรฉctica, la visiรณn de los “hรฉroes transhistรณricos” como agentes protagรณnicos en la marcha inevitable de la Historia hacia la sรญntesis final, la razรณn universal representada por el Estado. En el caso de Hegel, el profetismo no es revelador sino crรญtico: lo considera el creador de la mรกs influyente y opresiva “teodicea”30 de la Historia.

A la distancia, llama la atenciรณn la inclusiรณn de al menos dos de los “enemigos” de la libertad cuyas ideas –en la arena de la historia– no parecen adversas del liberalismo: el utilitarismo de Helvรฉtius y el productivismo de Saint-Simon. Quizรก la inclusiรณn tiene que ver con la propia nociรณn berliniana de libertad. La libertad de Berlin es un hรญbrido de la libertad liberal y la libertad romรกntica. De esta, la segunda, el utilitarismo y el productivismo sรญ son enemigos. Sea como fuera, el retrato de Saint-Simon es probablemente el mejor del libro. Ademรกs de un “mesรญas” secular prototรญpico, Berlin lo considera “el mรกs grande de todos los profetas del siglo XX31 por haber sido el primero en entrever las fuerzas econรณmicas y tecnolรณgicas de la historia. En cuanto al ensayo sobre De Maistre –al que Berlin dedicarรญa piezas mucho mรกs amplias en el futuro–, lo que llama la atenciรณn es la atracciรณn por el personaje de las antรญpodas que, como su alma gemela (el polรญtico y diplomรกtico espaรฑol Juan Donoso Cortรฉs, admirado por Carl Schmitt, intelectual del nazismo), fue apologista irreductible de la monarquรญa, la Iglesia, el pasado y “la dictadura del sable”.

Aquellas conferencias de la bbc –escribe Ignatieff– “le aportaron una plataforma y una nueva audiencia. Se habรญa convertido en un intelectual pรบblico –con el molde ruso pero en lengua inglesa”.–32 Y cabrรญa agregar: con el tono de un profeta judรญo.

Para aquellos que escucharon las “torrenciales” conferencias por la radio, queda claro que Berlin acertรณ al revelar los diversos antecedentes del culto al Estado y, al mismo tiempo, defender las ideas de la libertad individual que fueron valor esencial de la “tribu” a la cual este “extranjero”33 se habรญa incorporado: la tribu de la cultura britรกnica. Y se convirtiรณ en un profeta de mucho mayor alcance que las fronteras de su naciรณn.

En 1948, Berlin le escribe a Chaim Weizmann haciรฉndole saber que su decisiรณn de permanecer en Oxford “en esta hora de crisis para nuestra propia gente puede parecer un imperdonable egoรญsmo e incluso una suerte de frivolidad”.34 Pero no puede quedar duda de que, puesto en la balanza, este pensador que defendiรณ la libertad humana con la profundidad y el temple de un profeta judรญo, habรญa tomado la decisiรณn correcta. “Nadie es profeta en su tierra.”35 Dentro y fuera de su tierra y de su tribu, en defensa de la libertad humana, Isaiah Berlin fue una clara excepciรณn. ~

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Prรณlogo de Freedom and its betrayal:

Six enemies of human liberty,

que Princeton University Press republicรณ el aรฑo pasado.

 

 

 

 

 

 

 

 


1 La traiciรณn de la libertad. Seis enemigos de la libertad humana, ediciรณn de Henry Hardy, traducciรณn de Marรญa Antonia Neira Bigorra, Mรฉxico, Fondo de Cultura Econรณmica, 2006.

2 En la conferencia de 1955 “The literature of politics”, recogida despuรฉs en T. S. Eliot, To criticize the critic and other writings, Nueva York, Farrar, Straus & Giroux, 1965, p. 137.

3 En su presentaciรณn de Berlin ante la London School of Economics, el 12 de mayo de 1953, antes de la conferencia que se editarรญa como “Historical inevitability”, lse Archives, Oakeshott 1/3.

4 Isaiah Berlin: A life, Londres, Chatto & Windus, 1998, p. 201. Existe una ediciรณn en espaรฑol: Isaiah Berlin. Su vida, traducciรณn de Marรญa Luisa Sรกnchez-Mejรญa, Madrid, Taurus, 1999, 496 pp.

5 Aunque sobrevive la grabaciรณn de la conferencia sobre Rousseau y puede escucharse en: http://bit.ly/14FHhQp

6 Op. cit., p. 205.

7 รdem.

8 La sociedad abierta y sus enemigos, Barcelona, Paidรณs, 2010.

9 “Jewish slavery and emancipation”, en The power of ideas, ed. Henry Hardy, Princeton, 2013, p. 198.

10 Maurice Carr, “Arthur Koestler’s renunciation”, en Jewish Chronicle, 5 de mayo de 1950. Cf. Arthur Koestler, Promise and fulfilment: Palestine 1917-1949, Londres, Macmillan, 1949, pp. 332-335.

11 After strange gods: A primer of modern heresy, Londres, Faber & Faber, 1934, p. 20.

12 Op. cit., p. 198.

13 Ibรญd., pp. 202-203.

14 Ibรญd., p. 203.

15 Ibรญd.

16 Ibรญd., p. 205.

17 Ibรญd., p. 207.

18 Ibรญd., p. 209.

19 Ibรญd.

20 Ibรญd., p. 215.

21 Ibรญd., p. 219.

22 Ibรญd., p. 224.

23 Ibรญd., pp. 208-209.

24 Ibรญd., p. 209.

25 Ibรญd., p. 203.

26 La traiciรณn de la libertad, p. 97.

27 Ibรญd., p. 140.

28 Ibรญd., pp. 101-102.

29 Ibรญd., pp. 69-70.

30 Ibรญd., p. 135.

31 Ibรญd., p. 140.

32 Isaiah Berlin: A life, p. 205.

33 The power of ideas, p. 207.

34 Enlightening: Letters 1946-1960, ediciรณn de Henry Hardy y Jennifer Holmes, Londres, Random House, 2009, p. 54.

35 Juan 4:44.

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.


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