El reto de hacer que las elecciones legislativas nos importen

Aunque la desconfianza hacia el Congreso es generalizada, es importante impedir que nos aleje de los representantes que serán elegidos el 1 de julio: conocerlos nos permitirá exigirles que rindan cuentas.
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Cuando hay elecciones concurrentes en donde junto con la presidencia de la República se renuevan, por lo menos, ambas cámaras en el Congreso, centrar nuestra atención exclusivamente en las campañas presidenciales no solo nos resulta natural (décadas de un férreo presidencialismo no se superan con un par de sexenios de alternancia) sino más sencillo. Y para justificar esa pereza político-mental tratamos de convencernos de que es mucho más manejable dar seguimiento “puntual” a las propuestas (y disparates) de un puñado de candidatos que a las de 3,505 candidatos al Congreso[1]. Claramente, desde ahí nos mentimos: no hay que enterarse de quiénes son esos 3,505 candidatos, basta con tener en el radar a los diez candidatos de mayoría relativa del senado que compiten por tu estado y a los cinco candidatos a diputados de mayoría relativa de tu distrito. (Aquí puedes conocer a tus candidatos).

Creo que es más o menos claro que nuestro desdén hacia estos candidatos está fundado en la profunda desconfianza que nos inspiran las dos instituciones (Cámara de Senadores y Cámara de Diputados) de las que quieren ser parte:

Pero consideren que los diputados y senadores que resulten electos en estas elecciones serán los primeros que podrán optar por la reelección.

La posibilidad de la reelección de los legisladores federales pone sobre la mesa dos temas urgentes:

  1. Nuestra responsabilidad cívica de ya no digamos ser sensatos a la hora de ir a emitir nuestro voto, sino hacerlo de manera informada. ¡Empecemos por saber quiénes son!
  2. Definir cuáles serán los indicadores de desempeño con los que habremos de refrendarles o quitarles nuestro voto al término de su primer periodo.

El tema de cómo medir el desempeño de las legislaturas y de los legisladores ha atormentado a los politólogos posiblemente desde que Michael L. Mezey publicó su estudio seminal sobre Classifying Legislatures in Legislatures en el que se preguntaba cuánto poder político –para detener iniciativas del Ejecutivo– y cuánto apoyo popular tiene una legislatura. Más recientemente, en México, Luis Carlos Ugalde ha hecho una serie de propuestas sobre estos posibles indicadores. 

Lo que es un hecho es que el indicador perverso de “productividad”, entendido como el número de iniciativas, puntos de acuerdo o exhortos que se presentan no puede seguir siendo válido, pues el único resultado evidente es esa especie de incontinencia legislativa. Recuerden que Jorge Kahwagi tiene el dudoso honor de ser el legislador con más iniciativas presentadas…

Desconfiar del Congreso está bien. El reto es que esa desconfianza no nos aleje demasiado: conozcamos a aquellos de quienes vamos a desconfiar en la próxima legislatura, porque solo conociéndolos vamos a poder exigirles que rindan cuentas.

 

[1] De acuerdo con las bases de datos del INE, para esta elección tenemos: 1,324 candidatos a diputados de mayoría relativa, 1,617 candidatos a diputados de representación proporcional, 276 candidatos a senadores de mayoría relativa y 288 candidatos a senadores de representación proporcional.

 

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Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.


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