El trilema: cómo salir de la polarización

Con la moción de censura Vox pretendía presentarse como única alternativa a Sánchez; sin embargo, se ha convertido en una oportunidad política para el fin de la polarización. Ahora falta que el otro lado quiera también acabar con ella.
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El sistema de partidos español llegaba a la moción de censura mostrando signos de una evolución preocupante. Un país que ha perdido la cuenta de sus muertos por covid y que pronto perderá también la cuenta de los empleos destruidos por la crisis es un país que no se puede permitir perder también el tiempo. Y, sin embargo, la realidad no parece alcanzar a un parlamento que continúa dirimiendo cuitas de ayer, el 78, y de anteayer, el 36. De esa gran evasión política da cuenta la última opereta en el hemiciclo.

A la inopia parlamentaria hay que añadir otras inquietudes. La discrepancia es la condición de posibilidad de un régimen pluralista, qué duda cabe. Pero cuando la discrepancia da paso a la expulsión moral del adversario, considerado ilegítimo, entonces ya no estamos ante la expresión del pluralismo propia del orden liberal, sino ante su negación. Lo que tenemos es media España dando la espalda a la otra mitad, o sea, un equilibrio bipolar de bloques monolíticos.

El otro signo de preocupación tiene que ver con el perímetro de la discusión pública. La crisis de la democracia, nos advirtió Aron, tiene lugar cuando el debate deja de desarrollarse con arreglo a unas reglas del juego dadas por todos y compartidas, para tener por objeto esas mismas reglas. Cuando no se intercambian posturas dentro del régimen, sino que se discute la existencia del propio régimen. España se desliza por esa pendiente. La jefatura del Estado, el Poder Judicial, la Constitución, el Estado Autonómico: parecen hoy las piezas dentarias tambaleantes en una mandíbula de porcelana.

En resumen: parálisis, polarización y cuestionamiento institucional. ¿Por qué una moción ahora, cuando el país más necesita estabilidad y unidad de acción para afrontar la crisis sanitaria y económica? Los partidos obran movidos por razones que pueden clasificarse en normativas y estratégicas. Las primeras tienen que ver con los valores que aspira a encarnar una formación. Las segundas, con la maximización de sus objetivos políticos. Es evidente que, en lo normativo, Vox representa una opción contraria a la que encarna la coalición de gobierno encabezada por Sánchez. No obstante, descartada de antemano la posibilidad matemática de la destitución del presidente, solo cabe concluir que Vox actuó por estrategia.

De mi fugaz paso por la política aprendí que las mejores estrategias son siempre las que se alinean con tus intuiciones normativas: si no crees que sea bueno para España no lo hagas bueno para ti. ¿Pensaba Vox que era bueno para España intentar una moción mortinata?

Los de Abascal esperaban rentabilizar, a costa del PP, una jugada política que les ha permitido situarse bajo el foco de la alternativa a Sánchez. El PSOE, por su parte, se felicitaba por distraer la atención de la rendición de cuentas sobre su gestión de la realidad, y por poder señalar con el dedo a su reverso tenebroso: “O yo o la ultraderecha”, amenaza, para mantener prietas las filas. Y Abascal se lo pone fácil con esa xenofobia apenas disimulada para buscar nacionalidad a la muerte, “el virus chino”, o para acusar a los pobres, “la invasión africana”; con el gusto obsesivo por la conspiración de arrabal de internet, “Soros, el magnate globalista”; con esa recurrente paranoia eurófoba, “Merkel se ríe de España”, y su culminante reductio ad Hitlerum.

Todos daban por sentado que esta moción la ganaría la polarización, y que Sánchez y Abascal saldrían reforzados. Sin embargo, Casado se subió a la tribuna para desafiar la lógica bipolar de la que, hasta ahora, solo había renegado Ciudadanos. Desatendió las encuestas que le aconsejaban respaldar el jaque a Sánchez, se sobrepuso también a la tentación cobarde de quedarse de perfil, y, en lugar de eso, hizo un discurso decidido en defensa de una derecha institucional, leal al sistema y alejada de la tentación populista.

Por la bóveda de cristal del hemiciclo parecía colarse un rayo de luz. Por primera vez en mucho tiempo, un número elevado de representantes, los 89 del PP y los 10 de Ciudadanos, se han situado fuera de la política de bloques. El dilema grosero, o “Frankenstein” o “la foto de Colón”, se ha venido abajo. Ahora hay un trilema, en el que dos partidos de ámbito nacional parecen querer firmar el armisticio de la polarización.

De forma inesperada, una moción extemporánea y sintomática de un sistema de partidos aquejado de graves deficiencias se ha convertido en una oportunidad política. No obstante, el problema persiste al otro lado del centro. Si “la foto de Colón” ha quedado hecha añicos, se ha tomado un nuevo retrato, el de un PSOE en compañía de sus socios de legislatura, y no se atisba en la izquierda un liderazgo capaz de renegar de esa suma.

El bloque de izquierdas sigue luciendo robusto y la renuncia a la unidad de acción en la derecha puede que solo proporcione mayor solidez a la coalición de gobierno. Sin embargo, la mayoría de Sánchez se construyó sobre el relato de una amenaza temible: “el fascismo”. Bien, la alternativa de Vox no ha contado con un solo apoyo y la moción ha disipado, al menos temporalmente, la idea de tal bloque de derechas. Sánchez puede continuar cultivando la polarización, pero el polo opositor se aparece hoy muy menguado, y entre ambos bloques ha emergido tímidamente una tercera España, reivindicada ayer por PP y Ciudadanos, que ojalá tenga oportunidad de prosperar, también a la izquierda del centro.

Si son las primeras grietas en el casco de la guerra ideológica o es solo la consolidación de la hegemonía sanchista, el tiempo lo dirá. Pero los discursos de Casado y Arrimadas en la moción han alentado la esperanza en un parlamento paralizado y decadente: de la polarización se sale. Y, por una vez, reconforta ver a dos líderes políticos anteponiendo lo normativo a lo estratégico. Bienvenido el trilema.

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Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politóloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.


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