Los peligros de las buenas intenciones, las consecuencias inesperadas de las causas justas, el riesgo de la autocomplacencia, las contradicciones de nuestras posiciones y la persistencia de las falsas ilusiones son algunos de los temas que recorren la obra de David Rieff. El autor estadounidense ha publicado en Debate una edición ampliada y actualizada de Una cama por una noche, una obra de referencia sobre el humanitarismo, su auge y su crisis, desde las guerras de la antigua Yugoslavia al genocidio de Ruanda, pasando por los conflictos en Kosovo y la guerra de Afganistán y la situación de la inmigración en la Europa actual.
Una cama por una noche
Es cierto, en ese momento el fracaso de la acción humanitaria no era tan obvio. Para mí lo era, pero porque escribí el libro en la época del 11-S. Después estuve también en Irak durante la invasión estadounidense. Me pareció evidente la derrota de la acción humanitaria independiente. Puede que fuera desde el principio una ilusión, pero había muchas ilusiones en los noventa, entre ellas la idea de que todas las guerras de los países desarrollados serían guerras que se podrían elegir. Los noventa fueron un momento muy raro, en el buen y en el mal sentido. Y había mucha fantasía.
Los deseos y los destinos
Si hay un hilo conductor en mis libros es la idea del desengaño. Bernal, un científico de los años treinta, decía que los seres humanos no saben distinguir entre sus deseos y sus destinos. Y yo trato de distinguir. Siempre ha sido mi proyecto, desde mis libros sobre Miami y las fantasías de los exiliados cubanos sobre el regreso, el paraíso de sus recuerdos. Mi primer libro ya trataba de las trampas de la memoria. Y mi último libro, Elogio del olvido (Debate), también hablaba del peligro de la memoria. En cierto sentido no he cambiado mucho en 35 años de carrera como escritor. Escribí mucho en los años ochenta sobre la migración: por ejemplo, Los Angeles: Capital of the third world. Pero cuando empecé a trabajar en Bosnia con lo de las ONG y la ONU, sobre todo ACNUR, y con José María Mendiluce. Aprendí mucho con él.
Fantasía
Tuvimos la ilusión de convertir el humanitarismo en un cuarto poder. Hay muchos vínculos entre las fantasías del humanitarismo y la acción humanitaria y la fantasía de la sociedad civil, una expresión que debería ser una descripción pero es una receta. Cuando publiqué el libro llegué a la conclusión de que los gobiernos, sobre todo los del mundo desarrollado, pero también los del sur global, habían decidido que el contexto humanitario era demasiado importante como para dejárselo a los humanitarios. Había una cooptación total y las ONG no sabían qué hacer.
Neutralidad
Una de las cosas que más han cambiado desde la primera edición es la nueva situación de los trabajadores humanitarios. Ahora actúan en sus propios países, con los inmigrantes. La gran mayoría de las agencias humanitarias nunca ha aceptado abandonar o rechazar la idea de la neutralidad, aunque no tuvieran una visión tan extrema como la Cruz Roja Internacional. Y ahora no es posible porque la neutralidad, y esto no lo sabía yo hace diez o quince años, requiere que seas extranjero. La neutralidad es imposible para un ciudadano, es una fantasía absoluta. Cuando los humanitarios trabajaban en el sur global podían o han podido convencerse de este asunto, existía la posibilidad de hablar de neutralidad. Pero ahora son grupos que defienden una política de fronteras más o menos abiertas. En España las ONG parecen no andar lejos de la línea del gobierno Sánchez, vamos a ver qué sucederá en las ciudades. Pero en Italia las ONG son una fuerza opositora y no hay posibilidad de neutralidad.
Binarismo
Entiendo bien que podrían contestarme diciendo: Pero la neutralidad siempre ha sido una ilusión. No obstante, hablar de verdad e ilusión me parece demasiado marxista, digamos. O al menos demasiado binario. Estamos en la época del binarismo.
Víctimas
Es una obligación moral sentir simpatía y compasión por las víctimas e intentar ayudarlas pero es un absurdo moral pensar que víctima es lo mismo que buena persona. Las víctimas son como cualquier otro grupo. Hay buenos, malos y sobre todo una gran zona gris.
Complicar las cosas
Si tengo una ambición como analista es complicar las cosas, reintroducir en el debate el gris. Me interesa mucho entender por qué las personas hacen lo que hacen. Tengo muchas opiniones, demasiadas, una pequeña fábrica de opiniones, pero debería ser el cuarto de huéspedes. Me parece lo menos interesante de lo que hago. Por ejemplo, Trump es una persona horrible. Pero me interesa mucho más saber por qué lo han votado. Y cuando leo las razones de los que se han opuesto a Trump y veo que hablan de sí mismos como la resistencia, como si estuviera en Lyon en 1942… Me cuesta ver a Salman Rushdie como Jean Moulin. Ellos dirían que tomar esta posición es una manera de desmovilizarse. A Nadine Gordimer le gustaba decir: Hay que escribir como si ya estuvieras muerto. Es lo que he intentado hacer.
Humanitarismo y derechos
La relación entre el humanitarismo y la ideología o la defensa de los derechos humanos es un asunto muy complicado. El liberalismo es la única ideología que no se reconoce como tal y ocurre algo similar con los derechos humanos. Establece una confusión esencial entre la ley y la realidad. De vez en cuando pienso que soy un seguidor de Schmitt en la izquierda. Schmitt entendió el sistema político. Lo que dice se aplica al movimiento de los derechos humanos en el norte global, es muy diferente en el sur, la mejor opción sería irse a Asunción, Dakar, ver el mundo, sin pensar. Pero los derechos humanos son una versión de la política socialdemócrata. No es riguroso decir: no tenemos una política, solo creemos que los Estados deben cumplir sus compromisos legales. Y luego es un movimiento bastante rico en hipocresía. No hay crítica del sistema global. No lo digo únicamente para provocar. No es posible criticar de manera serie un sistema global que es absolutamente injusto. Es una manera de construir una muralla intelectual entre los dos asuntos.
La historia no tiene opinión
La gente habla como si la historia tuviera una opinión. La historia no tiene opinión. Lo hemos visto en Siria. Obama y Hillary Clinton, personas mucho más inteligentes que Trump, decían: Assad está del lado equivocado de la historia. Yo empecé con Ivan Illich y quizá conservo algo de eso. En una época podía tener una vida espiritual, no funcionó. Estudié con un jesuita pero la Trinidad se me resistía. Era demasiado. No soy místico. Pero la visión griega de la historia, con ciclos, me parece mucho más correcta que la versión del progreso. Tengo mucha simpatía por Gray, pero no comparto su obsesión con los animales. Creo que su antiprogresismo es mucho más duro porque es innegable que para los animales estos dos siglos de progreso han sido una catástrofe absoluta.
El progreso
Nadie que vaya al dentista puede negar la realidad de ciertas formas de progreso. Es obvio el progreso en términos materiales. En términos espirituales se podría discutir. Sin duda hay menos. Pero la pregunta, la verdadera cuestión es: ¿hemos vivido 250 años muy especiales o es el futuro?
Steven Pinker no es importante en sí mismo, es una expresión de una visión de la tecnología y la ciencia y su capacidad de resolver los problemas. Él dice que sus críticos son místicos. A su juicio, tenemos una fantasía del pasado, odiamos la tecnología. Él o gente como Gates sostienen: Hay problemas, pero vamos a resolverlos; no sabemos cómo pero vamos a hacerlo. Es como la Trinidad, vuelvo a mi catastrófica experiencia espiritual. Cuando compras en la bolsa acciones, la persona que te las vende dice: Lo que ocurrió en el pasado no sirve como ninguna indicación de lo que va a suceder en el futuro. Gates, el hombre de negocios, nunca aceptaría que la idea de que eso que hemos solucionado antes significa que vamos a resolver la crisis actual del medio ambiente.
Siempre me ha interesado entender por qué las personas creen que el futuro será mejor que el pasado. No me parece evidente que vaya a ser así. Tal vez hay algo que debería existir en mi ADN y no está.
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).