Resucitando a Karl Marx

Ante la creciente desigualdad económica y progresivo desapego al sistema democrático actual, hay quienes piensan que habría que repensar las tesis de Karl Marx.
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Para bien o para mal, a 200 años de su nacimiento Karl Marx sigue siendo un fantasma que recorre el mundo. En Trier, la antigua ciudad celta famosa por sus vides en la ribera del río Moselle y lugar de nacimiento del filósofo, se le rinde tributo, se honra su memoria y se discute la posible vigencia de su obra. Jean Claude Juncker, un político de centro-derecha que es el presidente de la Comisión Europea presidirá la ceremonia oficial.

Aparte de las exposiciones, disertaciones magistrales, conferencias y publicaciones de libros de análisis y novelas sobre el personaje que han tenido lugar este año, este 5 de mayo se develará una estatua de Marx de más de 5 metros de altura en el centro de la ciudad. La decisión de las autoridades de la ciudad de aceptar el regalo del gobierno chino, cuyas credenciales en materia de democracia y derechos humanos son impresentables, ha sido sumamente controvertida.

La celebración del aniversario ha reavivado la polémica sobre la posible responsabilidad de Marx en la creación de sistemas totalitarios. Para los críticos del filósofo, sus teorías propiciaron horrores como el gulag soviético, las matanzas de Mao Tse-tung o la dictadura cubana de los hermanos Castro.

Yo creo que la crítica sería válida si, en efecto, la importancia de Marx en la historia de la filosofía y de la economía política dependiera de la implementación del socialismo en la Unión Soviética y sus satélites. El llamado “socialismo real” no solo fracasó como alternativa al capitalismo sino que fue responsable de la creación de regímenes dictatoriales que empobrecieron a los gobernados, les privaron de su libertad e inclusive impidieron mediante intervenciones militares los procesos de democratización de países asociados a ellos.

Pero creo que sería un error culpar a Marx porque sus ideas fueron adoptadas por países subdesarrollados en los que no se daban las condiciones que él puntualmente definió como necesarias para construir el socialismo. Asimismo, creo que sería injusto culparle por el giro autoritario que Vladimir I. Lenin le dio al socialismo en la Unión Soviética. Lenin reconoció el divorcio entre las tesis de Marx y la realidad rusa pero apostó a que con la creación de un estado fuerte respaldado por un Partido Comunista único y con una planificación económica centralizada se podría avanzar en la construcción del socialismo.

La historia nos ha mostrado que estos colosales errores del líder de la revolución bolchevique fueron los que determinaron el carácter anti-democrático del “socialismo” que Stalin convertiría en un régimen de terror.

Por otro lado, quienes hoy festejan el aniversario del nacimiento de Marx piensan que el modelo económico liberal forjado después de la Segunda Guerra Mundial y que determinó la consolidación de Estados Unidos como la primera potencia militar, económica y cultural ha entrado en una crisis tan profunda que habría que asomarse a las tesis del filósofo de Trier para intentar encontrarle soluciones.

Es cierto que la creciente desigualdad, el estancamiento de los salarios o la reducción de la fuerza laboral a causa de los avances tecnológicos, han hecho que se pierda fe en el modelo económico liberal y en las virtudes del sistema democrático. Y también que este vacío ha sido aprovechado por políticos populistas que prometen bienestar a quienes están dispuestos a sacrificar su libertad y su fe en los procesos democráticos, a cambio de ilusorias mejoras a su situación económica.

Por otro lado, aunque sería justo reconocer que Marx encabezó la lucha por la justicia social y en contra de la desigualdad económica en el siglo XIX, también habría que admitir que desde su perspectiva decimonónica, Marx no pudo prever un sinnúmero de cuestiones fundamentales en el siglo XXI: el surgimiento del feminismo, el activismo a favor del medio ambiente o la defensa de los derechos humanos.

El peso del pasado nos obliga a sepultar a Marx, y si bien es necesario reconocer las fallas del liberalismo occidental, más que buscarle soluciones en el siglo XIX deberíamos reforzar la vigencia de los valores democráticos, luchar contra la desigualdad y comprometernos con la defensa de los derechos humanos en el siglo XXI.

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Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.


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