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Habrá reforma migratoria

Me parece probable que veamos finalmente la aprobación de un paquete de medidas que si bien no implicará la reestructura radical que el sistema migratorio estadunidense necesita.
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Para los que seguimos la política estadunidense, no hay negocio más arriesgado que tratar de predecir la aprobación de una reforma migratoria. Muchos pronósticos de “enchiladas completas” han ido y venido en los últimos doce años. Al final, nos hemos quedado con un palmo de narices. Por razones que van desde la cobardía hasta el más puro pragmatismo, la clase política estadunidense ha postergado la reestructura de un sistema que no funciona.

Ahora —me atrevo a decir con reticencia— hay argumentos para suponer que las cosas pueden ser diferentes. Me parece probable que veamos finalmente la aprobación de un paquete de medidas que si bien no implicará la reestructura radical que el sistema migratorio estadunidense necesita, sí será un auténtico alivio para ciertos grupos particularmente vulnerables, como las familias divididas por la deportación o los jóvenes estudiantes que llegaron a Estados Unidos siendo pequeños.

Las razones son dos. La primera es la lógica electoral. La votación del martes dejó muy claro a qué grado el electorado hispano es capaz de registrar cuál candidato lo ha beneficiado y cuál le representa una amenaza. En agosto de este año, Barack Obama emitió la “Acción Diferida para los llegados en la infancia”, que protege de la deportación a estudiantes indocumentados. El gesto le ganó un margen histórico con los votantes latinos. El mensaje es diáfano: es suicida hacer campaña contra la agenda hispana.

La segunda razón es la demografía, variable suprema en la política. El voto hispano está creciendo y lo hará todavía más. El martes, los hispanos construyeron un auténtico muro demócrata en el suroeste: Nevada, Nuevo México y Colorado votaron por Obama. Solo falta Arizona, que es cuestión de tiempo. Pensar que es posible ganar una elección presidencial en Estados Unidos sin el suroeste del país es vivir en la tierra de la fantasía.

Así las cosas, aprobar algún tipo de reforma migratoria conviene no solo a los demócratas, sino a los republicanos. Después de su derrota, el partido de Mitt Romney debe haber entendido que nunca más podrá ganar solo con el voto blanco conservador. Necesita dejarse de “estupideces” (como dijera Jeb Bush) y entrar en razón. Es hora de seducir, con resultados, a los votantes hispanos. Por eso, apuesto a que veremos pronto una reforma migratoria significativa.

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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