Independentistas contra Cataluña

La situación puede empeorar en cualquier momento, pero ya se conocen demasiados resultados negativos de este experimento político.
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Muchas de las personas contrarias a la independencia de Cataluña empiezan cualquier debate sobre el tema criticando las acciones del bando propio. Unos reprochan al gobierno su pasividad o su rigidez. El gobierno tiene razón, pero eso no es suficiente: desde la Cordelia de El Rey Lear no se veía una estrategia comunicativa tan desafortunada. Otros critican la actitud no siempre fiable de los partidos, que pueden hacerse los duros o los blandos según convenga.Con frecuencia lamentan la gestión del 1-O, que combinó dos aspectos que se deberían haber evitado: hubo votos y hubo violencia.

La mayoría de los expertos creen que se dan condiciones para aplicar el artículo 155, aunque la forma en que esto puede hacerse genera incertidumbre. En Televisión española no ha habido espectáculos edificantes equivalentes a la quema de una Constitución en antena que se ha podido ver en Tv3, pero quienes conocen la forma en que el Partido Popular ha gestionado los medios nacionales y autonómicos cuando ha ocupado el poder dudan de la capacidad del gobierno para promover la neutralidad en la radiotelevisión pública catalana. Otros dicen que la forma en que Rajoy se ha protegido tras instituciones como la justicia ha servido para desgastarlas. Hay también divergencias a la hora del papel que han tenido la educación o los medios para propagar el sentimiento independentista. Y, si evaluar su influencia sobre lo que ha pasado presenta problemas, pensar cómo se podría cambiar eso parece todavía más difícil. Hay incertidumbre y preocupación acerca de si las cosas que se han roto van a poder arreglarse.

Durante bastante tiempo he hablado con personas favorables a la secesión que no parecían dispuestas a criticar los errores de los independentistas. Un amigo reconocía en un correo electrónico que lo que ocurrió el 6 y 7 de septiembre era democráticamente discutible, pero perdonable: “algo colateral -parte de una guerra sucia”. Es más de lo que admitía en público mucha gente, para quien todo era justificable por la desproporción y la perversidad del Estado español.

Pero parece claro que incluso desde su punto de vista se han hecho mal muchas cosas. Estos días leemos críticas a la actuación de las autoridades que vienen del nacionalismo y el independentismo. Artur Mas ha dicho que no se dan las condiciones (aunque luego matizó sus declaraciones). Mas-Collel también ha dicho que ni los catalanes ni la Generalitat están en circunstancias que les permitan hacerse independientes. Artículos en La Vanguardia, Ara y otros medios han alertado de efectos y peligros de la deriva de la Generalitat.

Esta semana ha salido una encuesta que parece señalar un deterioro de la convivencia, o al menos de la conversación. Los contrarios a la independencia señalaban la incomodidad que les producía manifestar sus opiniones. Estoy seguro de que muchas personas partidarias de la secesión piensan que una sociedad donde las personas temen expresar opiniones democráticas y donde se rompen relaciones de amistad a causa de cuestiones políticas es peor que una sociedad donde se pueden confrontar posturas diferentes.

Era fácil saber que la Unión Europea no iba a apoyar la secesión. Pero la mentira y la desinformación de quienes han manipulado las ilusiones de miles de personas no deberían pasar sin consecuencias. Descalificar a la Unión Europea, como han hecho independentistas estos días, es una maniobra de distracción: los impulsores del proceso tenían que saber, porque se ha dicho mil veces, cuál era la posición de la UE. La condena solo pretende disimular un engaño anterior.

Hasta hace muy poco los promotores de la independencia señalaban las supuestas ventajas económicas de la secesión. Hace unos días, el vicepresidente Junqueras minimizaba los efectos de la salida de empresas motivada por el procés y la inseguridad jurídica. Más de 1.300 empresas, decía la agencia Efe, han trasladado la sede fiscal a otras partes de España. Las estimaciones económicas del dinero que se ha ido varían, pero superan la horquilla más favorable al independentismo en las cuentas del agravio fiscal (16.000 millones de euros). La aventura está saliendo mucho más cara que lo que, hace años, se presentaba como razón para la salida. Un documento del equipo de Junqueras propugnaba buscar “un conflicto democrático de amplio apoyo ciudadano, orientado a generar inestabilidad política y económica que fuerce al Estado”. Quizá se pueda forzar al Estado, pero sorprende que un líder busque causar inestabilidad política y económica cuando esto va a perjudicar a los ciudadanos que representa.

De momento, el procés podría costarle a Cataluña la mayor pérdida de autonomía en décadas. En un giro de la trama particularmente sorprendente, políticos independentistas han asegurado que la activación del 155 violaría la Constitución (que ellos laminaron en el Parlament): quién iba a pensar que Rajoy sería una fábrica de constitucionalistas. Pero para oponerse al PP, dentro y fuera de Cataluña, hay quien está dispuesto a todo: incluso a defender el régimen del 78. Lo crucial no es tanto que la declaración de independencia se produjera o no: lo central es que era una declaración de dependencia, donde era fundamental la interpretación del gobierno de España.

La situación puede empeorar en cualquier momento, pero ya se conocen demasiados resultados negativos de este experimento político. Cataluña está más aislada dentro de Europa. El secesionismo de las autoridades catalanas la ha acercado a grupos euroescépticos y populistas. Se ha producido un daño reputacional a nivel internacional y estatal, y se ha colocado a ciudadanos y empresas en un limbo legal. La convivencia ha empeorado. Se han generado daños económicos muy importantes: no se sabe si las empresas que se han marchado volverán, y aunque los traslados de sedes sociales y fiscales no impliquen de entrada la pérdida de puestos de empleo, es algo que ha sucedido en casos anteriores. Cataluña va a sufrir una pérdida de su autogobierno a corto plazo. Sin entrar en cuestiones de calidad democrática o derechos de las minorías, el procés está perjudicando los intereses de los catalanes, excepto de aquellos que, con razón o sin ella, cifran su única esperanza de sobrevivir en que todo empeore de forma irreparable.

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Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).


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