La primera semana de septiembre fue de quitarse las máscaras en la política nacional. Morena reconoció, por fin, que es militarista y Alejandro Moreno, dirigente nacional del PRI, se confirmó como aliancista, pero demostró que realmente no le importa con quién sea la alianza, siempre y cuando tenga algo que ganar en lo personal. El resultado es que la Alianza Va por México entró a un impasse y habrá que ver si sobrevive, aunque sea hasta las elecciones del próximo año.
El recuento de los hechos genera la máxima suspicacia. Comenzó el 30 de agosto, con el anuncio de Layda Sansores de que suspendería su “Martes de Jaguar”, después de haber anticipado que mostraría nuevos audios comprometedores de Alito Moreno. Al día siguiente, el presidente López Obrador envió la iniciativa de ley que pretendía formalmente adscribir la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional. Esta iniciativa requería solo de una mayoría simple para su aprobación, así que no necesitaba alianza alguna, pero es claramente inconstitucional, por lo que, de no acompañarse con una reforma constitucional, sería fácilmente disputada en la Suprema Corte.
El 1 de septiembre, el secretario de Gobernación acudió a la sesión de Congreso General con la que inicia el año legislativo. Los reporteros captaron un abrazo estrecho pero incómodo entre el secretario y Alito, como se conoce a Moreno. Intercambiaron algunas palabras.
Horas antes, el dirigente nacional del PRI había tuiteado que estaba muy contento de iniciar el periodo. En la fotografía lo acompañaban Rubén Moreira –a quien hace apenas unos meses tuvo que amenazar con la expulsión del partido si votaba a favor de la reforma eléctrica– y el presidente saliente de la Mesa directiva, el morenista Sergio Gutiérrez Luna. Comenzaron los rumores de un posible pacto.
El viernes 2 fue aprobada la iniciativa presidencial. Aunque el PRI votó en contra, llamó la atención que no presentara ninguna reserva a la ley.
Al inicio de dicha sesión, la diputada priista Yolanda de la Torre presentó una iniciativa de reforma constitucional que plantea la ampliación del plazo de participación de la Guardia Nacional en tareas de seguridad pública de cinco a nueve años, es decir, hasta 2028.
Esta iniciativa se votará –y seguramente aprobará– el martes 13 en comisiones y el 14 en el pleno. (Eso, si Morena cumple los acuerdos, porque la convocatoria presencial de sus diputados desde el martes ha levantado suspicacias en la oposición.) El PRI –es decir, Alito y su nuevo amigo Rubén Moreira– ya anunció que todos sus diputados votarán a favor, garantizando la aprobación de la reforma en la Cámara baja.
No conforme con el servilismo mostrado por el PRI, la Cámara aprobó antes de terminar la sesión del viernes 2 –tal vez porque en Morena sepan que la palabra de Alito no es del todo confiable sin un colateral– la integración de la sección instructora que tendrá en sus manos el fuero, el futuro político y posiblemente la libertad de Alito Moreno: dos morenistas, un panista y un priista.
El lunes 5, el PAN y el PRD (sí, todavía existe el PRD) amenazaron con romper la Alianza si el PRI no retiraba la iniciativa. En cambio, López Obrador, la celebró y Layda Sansores anunció que, tras hablar con “el abogado”, ya no tocaría el tema de Alejandro Moreno. El morenismo estaba feliz. Tanto así, que los voceros del régimen salieron a defender el nivel de “estadista” del dirigente del PRI, al que llevaban meses tachando de impresentable. Siempre es conmovedor ver estos bandazos.
Mientras tanto, en el Senado, los priistas anunciaron que irían en contra de la reforma del presidente y también de la iniciativa de la priista. Esta cámara aprobó la reforma el jueves 8, con un fast track un poco más pudoroso que el que ocurrió en Diputados. Al día siguiente, los diputados priistas se reunieron con el secretario de Defensa, quien muy probablemente también participó en este enroque político.
El lunes 12, Alejandro Moreno dio una conferencia de prensa, en la que sostuvo que la iniciativa de De la Torre no será retirada y acusó a Miguel Ángel Osorio Chong de querer dividir al partido. Afirmó que el PRI no romperá la Alianza y retó a los dirigentes del PAN y del PRD a dar explicaciones a sus militancias en caso de hacerlo ellos.
Esta serie de acontecimientos no deja lugar a dudas: Alito Moreno negoció impunidad. La pregunta relevante es saber si tendrá el pleno apoyo de su partido, si generará un cisma a su interior y si descalabrará la Alianza con el PAN y el PRD.
El dirigente priista ha demostrado ser más sagaz de lo que pensábamos. Dicen los que saben que paulatinamente ha consolidado su estabilidad al frente del PRI y su poder en negociaciones estratégicas. Ha demostrado también que no tiene ningún pudor. A diferencia de Manlio Fabio Beltrones y César Camacho, no piensa asumir ninguna responsabilidad sobre el fracaso estrepitoso de su partido y de la alianza electoral. Tiene el apoyo de un consejo político que no lo va a correr, así como a todos los dirigentes estatales del partido y, con eso, el poder de la operación en tierra que, reconozcámoslo, es el verdadero –y único– poder del partido. Así que, sí, probablemente tendrá el apoyo de su partido, seguirá siendo presidente y jugará estratégicamente según le convenga.
Al interior del PRI pareciera enfrentársele el grupo Atlacomulco. Ellos seguramente resistirán en el Senado, pero no le significarán un costo. Si acaso, le permitirán salvar cara con la Alianza, mientras él se encarga de su bienestar personal.
Finalmente, la Alianza no tiene alternativa más que esperar o disolverse. El PAN carece de poder en tierra. Los estados que se disputan el próximo año requieren del priismo para tener siquiera una posibilidad. El PAN y el PRD no tienen realmente nada con qué amenazar a Alito si quieren tener por lo menos la posibilidad de competir. Pero, como hemos visto, tampoco parece que sus dirigentes estén obsesionados con ganar elecciones, ni avergonzados de perder estrepitosamente.
Si el PRI en el Senado ayuda a frenar la reforma constitucional de la iniciativa de De la Torre, puede dar pretexto para la reconciliación. Alito puede decir que le cumplió a dios y al diablo. En todo caso, si, forzados por la presión de la opinión pública, Marko Cortés y Jesús Zambrano salen a anunciar la ruptura de la Alianza en estos días, será porque prefieren salvar la cara que dar pelea. Entonces sí, la Alianza demostrará que no tuvo sentido alguno, y el único partido que ganará en la oposición será Movimiento Ciudadano, que podrá repetir hasta el cansancio que #NoPodíaSaberse.
Si acaso, la pregunta más relevante es qué va a pasar después. Después de 2024, si acaso llega tan lejos, la Alianza será insostenible. ¿Cómo regresar a su pureza partidista después de esta mezcolanza? ¿Qué quedará de nuestro sistema de partidos cuando los tres protagonistas de la transición democrática queden reducidos a su mínima expresión? ¿Podrá Morena dejar de ser un movimiento y convertirse en partido? ¿Tendrá los mecanismos institucionales para gestionar los relevos en el poder? El panorama luce sombrío. Sobre todo si, como vimos en estos últimos días, la palabra ya no tiene ningún valor frente al ominoso juego del poder.
Pd. El mismo lunes 12, durante su último informe de gobierno, Alfredo del Mazo, reconoció ampliamente el trabajo de –sorpresa– Claudia Sheinbaum. La oposición del PRI se sostiene con alfileres.
Es economista, politóloga y especialista en discurso. Directora de Discurseros, sc.