A esta altura no debe quedar mucha humanidad con acceso a medios y redes sociales a la que no le haya llegado el video del presidente argentino en el show más bizarro de la historia política del país. El motivo de la celebración fue la presentación de su libro La construcción del milagro: el caso argentino. El lugar, uno de los estadios más caros e importantes de la capital argentina, el Movistar Arena (con capacidad para 15 mil espectadores), y el costo, medio millón de dólares.
El título triunfal del libro me recordó la frase de Groucho Marx, “partiendo de la nada he alcanzado las más altas cimas de la miseria”: el show se dio en el contexto de un nuevo rescate económico al país.
No es la primera vez que Milei canta. Antes de lanzarse como candidato presidencial fue panelista en programas de opinión y en sus tiempos libres, además de asesor financiero, cosplayer y cantante amateur. Los gustos del “Javo” son curiosos: aunque odia con su alma a los zurdos y la “casta” (motes casi intercambiables y aplicables a cualquier opositor), en otros tiempos emulaba al cantautor y cineasta peronista Leonardo Favio.
Milei se autopercibe roquero y eso indudablemente influyó en su repertorio. Aun así, la elección de “Demoliendo hoteles”, de Charly García, causó sorpresa. La canción que habla de crecer en tiempos de la dictadura militar hace ruido en boca del anarcocapitalista que tiene como vicepresidente a una defensora del dictador Jorge Videla, mencionado en la misma canción.
Todo puede cambiar de sentido según el contexto, y en la Arena Movistar de Milei, la estrofa “Yo fui educado con odio / y odiaba la humanidad / Un día me fui con los hippies y / tuve un amor y también mucho más (drogas, amor) / Ahora no estoy más tranquilo / ¿Y por qué tenía que estar? / Todos crecimos sin entender / y todavía me siento un anormal”, suena a confesión. En el libro El loco, el periodista Juan Luis González recogió testimonios sobre la infancia del libertario en medio de la violencia y humillaciones a las que lo sometió su padre, así como al hecho de que se trata de un hombre con problemas de salud mental medicado, según ha declarado en más de una oportunidad su ex asesor y armador político Gastón Alberdi.
Fue precisamente “Demoliendo hoteles” donde la furia del presidente se vio rayana en la locura por la que ganó su apodo. Hubo otros momentos igualmente bochornosos y desafinados en los que el alarido gutural monótono sonó sobre algunos clásicos del rock argentino de los 90.
El concierto abrió con “Panic show” de La Renga, un título ideal para iniciar un concierto de espanto. Su estribillo dice: “Por favor no huyan de mí / Yo soy el rey de un mundo perdido / Soy el rey y te destrozaré / Todos los cómplices son de mi apetito”. Como dice el refrán, quien avisa no traiciona.
Luego del mencionado tema de García, siguió el “Rock del gato” de los Ratones Paranoicos (nombre de banda muy atinada respecto a algunos síntomas que a veces experimenta el mandatario, como cuando cree que todo, incluidas las judicialmente probadas estafas son parte de una “opereta”); “Blues del equipaje” de la banda de blues La Mississippi (¿lapsus autoincriminatorio por las valijas no declaradas en la aduana que llegaron en un vuelo privado sospechado de actividades ilícitas?), y por último, dos románticas: “No me arrepiento de este amor”, cumbia versionada en rock al estilo de Ataque 77, y “Dame el fuego de tu amor”, de Sandro. No solo buscó mostrar su determinación de acabar con “la casta” y con todo el que se le oponga, sino también lograr la empatía de sus votantes arrepentidos o decepcionados, quienes luego de dos años de gobierno, no han visto mayor victoria que una disminución en la inflación.
El presidente argentino es conocido por su histrionismo y por la variedad de caracteres que pone en escena según el tema que toca o el énfasis que busque darle a una expresión en particular. Si uno ve el video en el que declara “amo ser el topo dentro del Estado”, podrá notar una leve inclinación hacia tonos agudos y un énfasis de personaje de caricatura (¿quizá Los Simpson?), mientras que en otras ocasiones utiliza una voz grave y carrasposa, como lo hizo en este concierto. Para muchos, y me incluyo, Alf, el extraterrestre de la serie noventera, ha muerto contaminado por la similitud de su voz con la de Milei en concierto.
La respuesta de la población ante el show estuvo dividida. Hubo una cantidad enorme que declaró sentir vergüenza, otra parte sintió que era una falta de respeto en un momento de fragilidad económica e institucional, y una tercera parte se mostró compasiva: mayoritariamente mujeres mayores votantes de Milei que respondieron con la misma ternura de la que hablarían de un niño que aun intentando hacer bien los deberes hubiera fracasado en la escuela y se ve irremediablemente condenado al castigo.
Incluso así, entre acarreados y seguidores reales –hubo autobuses de todo el país, pero también una congregación del grupo promovido por su asesor sin puesto, Santiago Caputo, autodenominados “pretorianos”, y los captados por las manos derecha de Karina Milei, Lule y Martín Menem– el presidente logró que la gente se contagiara de sus alaridos.
Si algo no se le puede reprochar es que haya convertido en un espectáculo de alcance internacional lo que era una mera presentación de un libro: ayer (demasiado tarde) un grupo de legisladores demócratas encabezados por la senadora Elizabeth Warren presentó un proyecto de ley que busca impedir que el Departamento del Tesoro pueda usar su Fondo de Estabilización Cambiaria en el rescate a Argentina (que por cierto Bessent y Trump se niegan a llamar “rescate”). Su show también captó la atención de escritores, granjeros, periodistas y ciudadanos comunes estadounidenses que se mofaron tanto del personaje al que Trump estaba ayudando como de él mismo, furiosos por verlo traicionar su principio de America First.
Al menos en eso Milei superó a su gemelo en apodo, el fallido presidente ecuatoriano Abdalá Bucaram. Bucaram hizo una larga carrera política de décadas y hasta tres intentos para llegar a la presidencia, cosa que logró en 1996. Entre sus excentricidades estaban sus shows musicales, su debilidad por el nepotismo y la corrupción. También su intento por dolarizar la economía ecuatoriana, como lo había hecho su contraparte argentino, Carlos Saúl Menem, y como prometió el mismísimo Milei en campaña. Su mandato duró cinco meses y fue destituido por insania.
Mientras Milei hacía un show en vivo con dos diputados nacionales en escena (uno en la batería, Bertie Benegas Lynch, y otra en los coros, Lilia Lemoine), su ministro de Economía estaba en Washington negociando con la directora del FMI y el secretario del Tesoro de E.U., Scott Bessent, un nuevo préstamo (no es el primero en dos años) para sostener la flotación entre bandas del dólar, que a su vez es la que –se supone– mantiene la inflación bajo control, ya que no solo del ajuste y del equilibrio fiscal vive bajo control el eterno demonio argentino.
El gobierno celebra la baja de la inflación del 211% (diciembre 2023) a 84.5% (interanual, en febrero de este año). Si bien se trata de una mejoría enorme en términos de estabilidad económica, la desregularización económica impulsada por Milei ha promovido que los alquileres de vivienda puedan regirse bajos las normas de sus propietarios, con actualizaciones trimestrales o cuatrimestrales; el acceso a la salud privada corre con una suerte similar, entre otros rubros. De este modo, el costo de vida se ha elevado por encima de la inflación y los salarios no han visto mejoras que alcancen ese costo de vida desde diciembre de 2023.
El salario mínimo vital y móvil es en octubre de 322,200 pesos argentinos (222 dólares, aproximadamente). Aun con el descenso de la inflación, el costo de vida de la población subió 117.8% tan solo en el primer año de gobierno de Milei. En la actualidad, una familia promedio necesita tener un ingreso de alrededor de 1,160,000 pesos para no ser considerada pobre.
Hay quienes sostienen que Milei decidió hacer el ridículo más grande de la historia presidencial argentina para retornar a su imagen del “loco” porque esta etiqueta tiene menos consecuencias negativas en el electorado que la de “corrupto”. Sin embargo, se puede ser las dos cosas a la vez: Bucaram lo dejó claro.
Milei llegó a su show golpeado por varias derrotas: las elecciones legislativas provinciales donde sufrió una derrota total; la derogación por parte del Congreso de los decretos para recortar la inversión en la educación universitaria y en la atención a la discapacidad, y la última y más preocupante, la renuncia el mismo día del evento de su candidato a legislador nacional por la provincia de Buenos Aires, José Luis Espert, luego de ser imputado en una causa por lavado de dinero y quien se encuentra bajo investigación por sus vínculos con el narcotráfico.
Y por supuesto, lo rodean otros escándalos con extensiones internacionales. Uno es la megaestafa de la criptomoneda Libra, que se encuentra en juzgados, simultáneamente, de Estados Unidos y Argentina. Esta semana, el juez federal Eduardo Taiano solicitó los teléfonos celulares de Javier y Karina Milei.
Otro es el de las “mordidas”, sobornos que Karina Milei habría solicitado a través de la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis) para la compra de medicamentos a la farmacéutica Suizo-Argentina (cuyos dueños, por cierto, están señalados de haber financiado el show de Milei, algo que deberá aclararse pronto en el Congreso).
El caso de Espert da pena. El diputado que había amenazado a sus opositores con “cárcel o bala”, hace poco menos de un mes tuvo que huir en una motocicleta de una barriada de la provincia de Buenos Aires, cuando el acto proselitista que encabezaba en una camioneta junto al presidente y su hermana, fue atacado con brócolis y piedras.
Comprobados sus contactos estrechos (incluyendo un contrato por un millón de dólares como asesor) con Fred Machado –un empresario argentino acusado de lavado de dinero y narcotráfico, a quien le acaban de autorizar la extradición a Estados Unidos donde será juzgado–, José Luis Espert renunció a su candidatura a legislador por la provincia más poblada de Argentina el mismo día del show de Milei. También, por las dudas, solicitó una licencia en el Congreso de la Nación.
¿Será cierto que es mejor hacer un ridículo histórico para tapar los escándalos y mostrar una supuesta adhesión de la población en una Argentina atravesada –cuándo no– por la crisis económica? De cara al mundo, lo que se vio fue al joker danzando en las escaleras de Ciudad Gótica.
Hace apenas un año, Adbalá Bucaram, molesto porque el Congreso de Ecuador buscaba declarar loco a Daniel Noboa, sentenció: “Aquí el único loco soy yo”. No se sabe si también está molesto con Milei o si va a impugnar su título. Sería más interesante saber si alguien se atreverá a pasar de la burla fácil hacia la condición psicológica del presidente argentino y tomar cartas en el asunto para evaluar si es apto mentalmente para gobernar. Por el momento, lo más factible es que esto no ocurra: el dinero no hace a la felicidad, pero se le parece. Y el préstamo llegó.~