La propaganda Willy Wonka de la vacunación en México

Gracias al enorme poder de la propaganda, la pobre campaña de vacunación no es motivo de indignación ni despierta la exigencia de que el gobierno acelere el paso. Al contrario, la escasez de vacunas las ha convertido en un premio similar al boleto dorado del cuento de Roald Dahl.
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El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha respondido a la pandemia usando propaganda política en vez de seguir una estrategia profesional de comunicación de riesgos sanitarios. Los resultados han sido extraordinariamente buenos para el presidente, quien ha logrado que la mayoría de los mexicanos no lo responsabilice de la desastrosa respuesta gubernamental a la crisis sanitaria. Pero también han traido consecuencias funestas para la sociedad, que se miden en cientos de miles de vidas perdidas por la pandemia, en el dolor de millones de enfermos y, no hay que olvidarlo, en afectaciones al bienestar emocional de niñas, niños y adolescentes que ya llevan un año de aislamiento y estrés. Las cosas no han cambiado, ni cambiarán, porque el presidente ve su porcentaje de aprobación, y no el bienestar de las personas, como la única medida que importa para evaluar su respuesta ante el coronavirus.

No es sorprendente entonces que, con la vacunación, el presidente haya doblado su exitosa apuesta para sustituir comunicación con propaganda mediante cinco acciones:

Primero, generar altas expectativas y comprar tiempo. Al principio de la vacunación, pudimos ver cómo el presidente lanzó a los cuatro vientos un plan que prometía, entre otras cosas, vacunar en corto tiempo a todo el personal de salud del país y a todos los adultos mayores, promesa que no tenía sustento en el número de vacunas que estaban realmente en posesión del gobierno. Se compró tiempo al crear un improvisado y disfuncional sitio web que obligaba a todos los adultos mayores a registrarse para ser elegibles para vacunarse. Así se generaba la falsa sensación de que había vacunas y que el problema era de organización para aplicarlas.

Segundo, convertir en triunfo desproporcionado cada pequeño avance. Ante la lenta llegada de las vacunas debido a la fuerte demanda global, se comenzó a mostrar cada paso de la vacunación como un inmenso logro. En el aeropuerto capitalino se escenificaron ceremonias de recepción de diversos lotes de vacunas y se hicieron simulacros de distribución y aplicación. La propaganda genera en muchos mexicanos una sensación de avance que no corresponde a la realidad, pues México va sumamente rezagado en ritmo y eficacia de vacunación. Baste mencionar como ejemplo que, mientras aquí se han aplicado 3.5 dosis por cada 100 habitantes, en Argentina llevan 5.3, en Brasil 5.6, en Chile 36.9 y en Estados Unidos 32.9 dosis por cada 100 personas.

Tercero, exacerbar el resentimiento y manejar un doble discurso. Ante la falta de vacunas suficientes para cumplir las promesas iniciales, se convirtió la falta de planeación en un logro del populismo, usando una eficaz narrativa demagógica de “malos” vs. “buenos” o, en este caso, “ricos” vs. “pobres”. Se disfrazó la incompetencia de revancha social, al vender como un logro el hecho de que las personas de clase media y alta sufrieran la misma escasez y tuvieran que hacer las mismas filas que las demás para recibir la vacuna. También se atizó el resentimiento con afirmaciones hiperbólicas falaces, como cuando AMLO asegura que los gobiernos anteriores hubieran cobrado la vacuna. Pese a la promesa del presidente de que no habría “influyentismo”, se han presentado denuncias sobre manejo indebido de vacunas para altos funcionarios, mientras que personajes muy afines al presidente han viajado al extranjero con cargo al erario para obtener la vacuna. Al mismo tiempo, la inmensa mayoría de la gente no sabe cuándo ni dónde será vacunada.

Cuarto, convertir la escasa vacunación en un melodrama familiar con final feliz. La decisión de concentrar las pocas vacunas existentes en las personas de la tercera edad ha sido una magistral jugada propagandística de AMLO. Él sabe, por su experiencia con el otorgamiento de pensiones en la Ciudad de México, que apoyar a los adultos mayores genera una respuesta emocional positiva en todos los integrantes de las familias. Así, la narrativa demagógica toma un giro de melodrama: hay muy pocas vacunas, pero como los mexicanos somos “buenos hijos” decidimos ponérselas primero a “los abuelos”. Aprovechándose de una arraigada mentalidad de dependencia, el gobierno ha logrado que la vacuna sea vista por muchos como un codiciado premio, no como un derecho ciudadano que el Estado está obligado a brindar universalmente de manera eficaz. No sorprende entonces que muchos vacunados y sus familiares adopten la actitud de afortunados ganadores de una rifa, con mensajes de agradecimiento en redes sociales.

Quinto, hacer de la vacunación un espectáculo político, no un procedimiento serio de salud pública. Mientras que en países como India, Japón, Chile o Estados Unidos las imágenes de los sitios de vacunación muestran una logística que privilegia la seriedad, la rapidez y la eficacia, en México la prioridad de las autoridades es el espectáculo. La vacunación se ha disfrazado de mitin político, con música a todo volumen y animadores uniformados que ponen a los asistentes de la tercera edad a bailar, perdiendo su sentido real de procedimiento médico serio ante una emergencia sanitaria.

En suma, gracias al enorme poder de la propaganda, las pocas e insuficientes vacunas aplicadas en México no son motivo de indignación ni de exigencia social para que el gobierno mejore su desempeño y acelere el paso. Al contrario, su escasez las ha convertido en un premio similar al preciado boleto dorado que en el cuento de Roal Dahl permitía a los afortunados ganadores pasar un día en la mágica fábrica de chocolate de Willy Wonka. Tratando a los ciudadanos como menores de edad que sueñan con ganar una rifa, y no como sujetos de derechos, el populismo pretende que su incompetencia sea recibida con gratitud. Lo increíble es que está funcionando y el partido del presidente lo está aprovechando al máximo rumbo a las elecciones intermedias.

 

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Especialista en discurso político y manejo de crisis.


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