Macron y el nuevo mundo

El nuevo presidente de Francia es la รบltima gran esperanza del europeรญsmo frente al populismo y los enemigos de las sociedades abiertas.
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Dos de cada tres votantes franceses prefirieron el progresismo liberal y europeรญsta de Macron frente al proteccionismo nativista y xenรณfobo de Le Pen. Durante mucho tiempo, Francia fue considerado el enfermo de Europa, y, sin embargo, es ahora el paรญs que ha salvado los muebles de la integraciรณn polรญtica y monetaria. La victoria de Macron fue robusta, incontestable, que, no obstante, se presta a mรกs de una interpretaciรณn.

Las elecciones francesas nos muestran una polarizaciรณn creciente entre votantes atendiendo a criterios socioeconรณmicos y geogrรกficos. Le Pen es fuerte entre las clases populares y en el medio rural; Macron triunfa entre las clases urbanas mejor educadas y con mayor renta. Estas y otras divisiones, generacionales, รฉtnicas, religiosas o de gรฉnero tambiรฉn pueden observarse en los recientes procesos electorales de otros paรญses occidentales. El Brexit dibujรณ un Reino Unido menos unido que nunca: la City emergiรณ como una isla de cosmopolitismo en medio de una campiรฑa replegada, los problemas relacionados con el encaje de Escocia se acentuaron, y una generaciรณn madura decidiรณ el destino de los mรกs jรณvenes y europeรญstas.

La polarizaciรณn tambiรฉn protagonizรณ la campaรฑa electoral en Estados Unidos. Un paรญs de la vastedad del americano es siempre un paรญs de contrastes, pero la divisiรณn social ha escalado en los รบltimos aรฑos. La distancia entre las costas y el interior parece haberse acrecentado, y tambiรฉn entre las ciudades y el medio rural. Hace unos dรญas, Eduardo Suรกrez compartรญa en Politibot un grรกfico que mostraba la menguante popularidad de los presidentes americanos entre los votantes del partido rival. Asรญ, si Eisenhower o Kennedy gozaron del respaldo del 64% y el 63% de demรณcratas y republicanos respectivamente, a Obama solo lo aprobรณ el 31% de los republicanos y, a Trump, el 9% de los demรณcratas.

Es posible que estemos asistiendo a una paradoja: conforme han ido reduciรฉndose la polarizaciรณn y el enfrentamiento entre paรญses, estos conflictos se han trasladado al interior de las sociedades occidentales. Por un lado, el avance de la globalizaciรณn ha impuesto una cierta uniformidad cultural y ha facilitado la superaciรณn de las fronteras nacionales; por el otro, nuestros paรญses se encuentran atravesados por un nรบmero creciente de valores, preferencias, opiniones y creencias.

Hasta hace solo unos aรฑos nos desenvolvรญamos en marcos mentales propios del siglo XX y de ese mundo industrial marcado por la Segunda Guerra Mundial y la amenaza soviรฉtica. Aquel era un escenario bipolar que facilitaba la cohesiรณn interna de las naciones al identificar un enemigo exterior reconocible. Habรญa un โ€œellosโ€ extramuros y, por tanto, habรญa tambiรฉn un โ€œnosotrosโ€ solidario e incuestionable. La caรญda del muro de Berlรญn difuminรณ progresivamente aquella psicologรญa social. No es que Occidente haya dejado de tener enemigos o de librar batallas, pero el esfuerzo bรฉlico ha ido perdiendo protagonismo al tiempo que nuestras pacificadas sociedades avanzaban por la senda del capitalismo y la globalizaciรณn.

Paรญses con un largo historial de enfrentamientos constituyen hoy estados democrรกticos prรกcticamente indistinguibles en sus planteamientos polรญticos, en sus estilos de vida y en su forma de consumir ocio. Este fenรณmeno es especialmente acusado en Europa, donde la integraciรณn polรญtica y econรณmica ha permitido la superaciรณn de las fronteras estatales. No es que las conciencias nacionales hayan desaparecido, pero sรญ comienza a vislumbrarse un cierto demos europeo, entendido como comunidad polรญtica, de socializaciรณn y valores.

Ahora estamos desprovistos de los instrumentos de cohesiรณn interna que otrora proporcionaba un enemigo exterior cercano, y la diluciรณn de las fronteras y el progreso tecnolรณgico han hecho de nuestras sociedades espacios mรกs plurales y heterogรฉneos. Estas transformaciones son susceptibles de traducirse en conflicto. Estamos viendo cรณmo desaparece ante nuestros ojos el mundo industrial dominante desde 1945 (la crisis de la socialdemocracia tiene mucho que ver con esto), y el proceso de transiciรณn hacia el nuevo orden posmoderno puede resultar traumรกtico. Estos traumas no solo tienen que ver con la diversidad alumbrada por la globalizaciรณn, sino tambiรฉn con fenรณmenos clรกsicos de resistencia al cambio.

Occidente estรก experimentando una transiciรณn de dos velocidades, con un grupo social que podemos llamar de โ€œintegradosโ€ en las nuevas sociedades abiertas y un colectivo de โ€œapocalรญpticosโ€, que interpretan el nuevo orden como una amenaza. Ambos grupos estรกn distanciados por clivajes diversos: generacionales, de formaciรณn, geogrรกficos, ideolรณgicos y de renta. Los estados occidentales deben buscar acomodo polรญtico, econรณmico y social para que este รบltimo grupo pueda integrarse plenamente en el siglo XXI y se reduzcan las fricciones.

Las elecciones francesas del pasado domingo dan cuenta del cambio que se estรก operando. Ya no son unas elecciones domรฉsticas, sino unos comicios en los que todo el mundo tiene puestos los ojos. La victoria de Macron no es un mero trรกmite administrativo nacional: supone la continuidad del proyecto de integraciรณn europeo y es el triunfo de una vocaciรณn de futuro. El discurso apocalรญptico de Le Pen ha sido derrotado y la celebraciรณn de En Marche! constituye toda una declaraciรณn polรญtica de intenciones: el nuevo presidente saludรณ a los ciudadanos de Francia y a los de toda Europa con la novena de Beethoven. Una “Oda a la alegrรญa” para celebrar que sigue en pie aquello que los europeos hicimos bien, quizรก lo รบnico de lo que podamos sentirnos orgullosos.

La Uniรณn es la excepciรณn pacifista de un continente acostumbrado a matarse, un parรฉntesis democrรกtico abierto en un mamotreto de violencia. De ahora en adelante, Macron no solo habrรก de ser un presidente para Francia, tendrรก que ser, tambiรฉn, un lรญder para Europa y una guรญa para abrirse paso en el nuevo mundo del siglo XXI.

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Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politรณloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.


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