A primera vista, Nigeria parecería un territorio poco propicio para el surgimiento de un movimiento fundamentalista islámico, que no sólo busca destruir hasta sus cimientos la educación occidental (ese es el significado de Boko Haram, el nombre del grupo que secuestró a casi 300 jovencitas reunidas para presentar exámenes en una escuela del lejano pueblo de Chibok), sino establecer un califato islámico tan brutal como el del Talibán afgano. Un territorio poco fértil para el fundamentalismo porque es un país diverso que alberga varias etnias que practican distintas religiones: la población musulmana es mayoritaria tan sólo en el norte. Los nigerianos del noreste, donde se localiza Chibok, son básicamente cristianos. La diversidad debería haber jugado en contra de esos grupúsculos de fanáticos islámicos que han sembrado el caos en otros países africanos, pero musulmanes, como Mali.
En teoría, la economía debió haber sido también un antídoto contra el florecimiento de Boko Haram. Días después del secuestro de las estudiantes, el presidente Goodluck Jonathan recibió a mil delegados del Foro Económico Mundial en la capital, Abuja. El objetivo del Foro era discutir problemas relacionados con el desarrollo económico; el de Jonathan, celebrar que la economía nigeriana es la más poderosa del continente: con 170 millones de habitantes,Nigeria tiene una reserva de mano de obra más grande que cualquier otro país africano, y es el mayor productor de petróleo del continente.
El problema, y uno de los factores que explican la presencia de Boko Haram en Nigeria, es lo que está atrás de la fachada triunfalista. El país ha sido presa de la maldición del petróleo y de todos los males que genera, con pocas excepciones, el descubrimiento de hidrocarburos, minerales y hasta diamantes en economías subdesarrolladas. Nigeria es un ejemplo inmejorable de que las economías ricas, que elevan el nivel de vida de todos, son aquellas que producen y distribuyen todo tipo de bienes y servicios, no las que giran alrededor de la explotación de un solo producto no renovable. Por eso el petróleo resultó una bendición para Noruega, pero ha sido una maldición para Nigeria. La bonanza petrolera acabó con la riqueza agrícola y mineral del norte, de donde provenía la mayor parte de los ingresos del país hace 100 años, cuando era una colonia británica. El petróleo ha concentrado las inversiones en el sur.
Las tres provincias del atrasado noreste, entre ellas Borno, donde se encuentra Chibok, se han empobrecido aún más desde el descubrimiento del petróleo. Sin recursos propios, ni inversiones, han sido las principales víctimas de la maldición petrolera y su cauda de distorsiones económicas, corrupción abismal y desempleo. Son, por supuesto, el corazón de la insurgencia islámica de Boko Haram.
El secuestro de cientos de jovencitas en Chibok no es un golpe de mala suerte para el presidente Goodluck, sino la consecuencia del régimen corrupto e ineficaz que encabeza. Por años se ha cruzado de brazos ante el asesinato de miles de sus gobernados en el noreste y tratado a Boko Haram como un problema regional que no es responsabilidad de su gobierno. Probablemente la atención mundial que ha acompañado el secuestro de las estudiantes, beneficie finalmente al noreste nigeriano. Según el Financial Times[i], el presidente está diseñando un plan Marshall multimillonario para modernizar la infraestructura de la región y promover la producción agrícola.
El gobierno deberá construir también un escudo que proteja a las mujeres nigerianas. Cientos de jóvenes que soñaban con ser doctoras o abogadas, siguen desaparecidas. En manos de hombres brutales a quienes les parece legítimo vender mujeres o “casarse” con niñas de nueve años.
Es cierto que la violencia de Boko Haram no ha respetado a nadie. Ha quemado también escuelas de varones y asesinado a sus estudiantes. Pero las mujeres seguirán siendo su principal objetivo porque el sometimiento femenino es parte medular de su identidad.
En relación a las mujeres, Boko Haram es, como el Talibán, la versión más extrema y fanática de colectividades y organizaciones religiosas donde la marginación de las mujeres es parte esencial de sus doctrinas y ordenamientos. No sorprende que Boko Haram incendie escuelas y pretenda transformar a sus estudiantes en sombras de sí mismas. El denominador común de órdenes anacrónicos que someten y aíslan a las mujeres negándoles voz y representatividad es privarlas de dos de los cimientos fundamentales de la libertad: el conocimiento y la palabra.
Estudió Historia del Arte en la UIA y Relaciones Internacionales y Ciencia Política en El Colegio de México y la Universidad de Oxford, Inglaterra.