Protestas en Managua contra el gobierno de Daniel Ortega. Foto: Jorge Torres/EFE/EFEVISUAL

Octavio Paz y la desilusiĆ³n del sandinismo

Para Octavio Paz y Gabriel Zaid, la revoluciĆ³n sandinista era un proceso plural y antiautoritario que merecĆ­a evolucionar hacia un orden institucional democrĆ”tico, pero ya en 1984 advertĆ­an que la corriente de Daniel Ortega tratarĆ­a de evitar que eso sucediera. El actual conflicto en Nicaragua hace vigente su advertencia.
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Ante lo que sucede en Nicaragua vale la pena regresar a los artĆ­culos de Gabriel Zaid en la revista Vuelta a principios de los 80 y al ā€œdiscurso de Frankfurtā€ de Octavio Paz, cuya transmisiĆ³n por Televisa, en octubre de 1984, desatĆ³ tanta furia en la izquierda mexicana. HabrĆ­a que recordar, de entrada, que la crĆ­tica de Paz y Zaid a la ā€œconfiscaciĆ³n de la RevoluciĆ³n por una Ć©lite de dirigentesā€ y al avance de un modelo ā€œburocrĆ”tico-militarā€, inspirado en Cuba, dentro de las guerrillas centroamericanas, no se oponĆ­a a la posiciĆ³n oficial del gobierno de MĆ©xico, sino que la complementaba.

Tras la llegada de Miguel de la Madrid a la presidencia en 1982, la cancillerĆ­a mexicana dio el impulso decisivo para la creaciĆ³n, con Venezuela, Colombia y PanamĆ”, del grupo Contadora, que intentĆ³ facilitar la paz en CentroamĆ©rica. El trasfondo ideolĆ³gico de aquella iniciativa diplomĆ”tica contemplaba tanto una clara oposiciĆ³n al apoyo militar de Estados Unidos a la contra nicaragĆ¼ense y a los regĆ­menes autoritarios de El Salvador, Guatemala y Honduras, como un llamado a MoscĆŗ y a La Habana para que no interfiriesen el curso nacionalista y democrĆ”tico del sandinismo original.

Las palabras de Paz en la Feria de Frankfurt, al recibir el premio de los libreros, eran otra versiĆ³n de su crĆ­tica a la RevoluciĆ³n Cubana en los aƱos 60. El poeta pensaba que el cambio revolucionario, beneficioso en muchos sentidos, debĆ­a ser conducido sin atropellar las libertades pĆŗblicas en Nicaragua. Cuando llamaba a los sandinistas a propiciar la paz y la democracia, por medio de elecciones limpias y competidas, Paz regresaba a la vieja idea de una reconciliaciĆ³n entre lo revolucionario y lo democrĆ”tico, compartida por la propia izquierda mexicana desde 1968.

Las objeciones al intervencionismo de Estados Unidos en CentroamĆ©rica eran constantes en la revista Vuelta y, especĆ­ficamente, en los artĆ­culos de Zaid. De ahĆ­ que fuera tan infamante como injusta la consigna de ā€œReagan rapaz, tu amigo es Octavio Pazā€, coreada por los manifestantes en la avenida Reforma, frente a la embajada de Estados Unidos, en protesta contra la visita del secretario de Estado George Schultz. Armando GonzĆ”lez Torres reconstruyĆ³ el debate en torno al ā€œdiscurso de Frankfurtā€, en MĆ©xico, en aquel otoƱo de 1984.

La plana mayor de la izquierda mexicana no comprendiĆ³ la crĆ­tica de Paz al sandinismo. Una crĆ­tica, valga la reiteraciĆ³n, articulada desde la lealtad a la tradiciĆ³n revolucionaria latinoamericana del siglo XX, fundada en MĆ©xico en 1910. Entre las pocas voces del campo intelectual mexicano que salieron en defensa de Paz (Gabriel Zaid, Enrique Krauze, JosĆ© de la Colina, Alberto Ruy SĆ”nchez, Salvador Elizondo, RamĆ³n Xirauā€¦) destaca, por su precisiĆ³n conceptual, la del escritor socialista argentino, exiliado en MĆ©xico, Antonio MarimĆ³n. En un artĆ­culo aparecido en UnomĆ”suno, decĆ­a MarimĆ³n:

El factor verdaderamente nuevo que sostiene Paz, aparte de reconocer a una oposiciĆ³n no restauradora del somocismo, y por lo tanto legĆ­tima, es que ademĆ”s emite su propia opiniĆ³n, es decir, que toma partido por un sector y no oculta su desconfianza ante los comandantes sandinistas. Este rasgo puede ser observado como un gesto de compromiso del escritor con el asunto, mas no como un punto de acuerdo con Reagan. Criticar la tendencia de los comandantes a no atender las particularidades regionales ni los segmentos autĆ³nomos de la sociedad, a aplicar una colectivizaciĆ³n al estilo cubano, a militarizar y cubrir de mitos ideolĆ³gicos la educaciĆ³n, a obstaculizar la prensa independiente, no es sinĆ³nimo de reaganismo. Es disentir con un modelo autoritario, que no equivale a lo mismo.

Lo que Paz y Zaid intentaban argumentar era que la RevoluciĆ³n sandinista, como antes la cubana, era un proceso originariamente plural y antiautoritario que merecĆ­a evolucionar hacia un orden institucional democrĆ”tico. Pero, a la vez, advertĆ­an que la corriente neoestalinista, es decir, procubana y prosoviĆ©tica, de Ortega y otros comandantes, en caso de lograr la hegemonĆ­a del cambio, tratarĆ­a de evitar que eso sucediera e impondrĆ­a una dictadura comunista. La historia posterior de Nicaragua dio la razĆ³n a Paz: tras las elecciones de 1984, el gobierno de Daniel Ortega y Sergio RamĆ­rez mostrĆ³ una tensiĆ³n interna, entre una corriente autoritaria y otra democrĆ”tica, que inicialmente se liberĆ³ a favor de la segunda, como puede leerse en la ConstituciĆ³n pluralista de 1987.

En vista de la represiĆ³n y el despotismo de este verano, en Nicaragua, es evidente que, a la larga, el polo autoritario del sandinismo prevaleciĆ³. Entre 1990 y 2006 siguiĆ³ pugnando por la hegemonĆ­a hasta que la consiguiĆ³, paradĆ³jicamente, bajo la democracia. Daniel Ortega y Rosario Murillo son la prueba viviente de que la modalidad autoritaria del populismo de izquierda, que arranca con el chavismo en Venezuela, ha resultado una ruta mĆ”s expedita hacia la dictadura, en AmĆ©rica Latina, que el socialismo real de estilo soviĆ©tico o cubano. El sandinismo antidemocrĆ”tico no logrĆ³ perpetuarse desde el modelo marxista-leninista, como temĆ­a Paz, sino desde el chavismo o el llamado ā€œsocialismo del siglo XXIā€.

Hoy, muchos de quienes en 1984 rechazaron las palabras de Paz en Frankfurt, como Ernesto Cardenal y Sergio RamĆ­rez, coinciden con el poeta mexicano en lo fundamental. El orteguismo ā€œdesnaturalizĆ³ā€ a la RevoluciĆ³n sandinista, cuyas posibilidades de institucionalizaciĆ³n democrĆ”tica, sin divorciar derechos sociales y polĆ­ticos, fueron dilapidadas por una nueva oligarquĆ­a, tan corrupta e intolerante como la somocista. La reconstrucciĆ³n democrĆ”tica de Nicaragua no es imposible, pero a estas alturas difĆ­cilmente tendrĆ” a su favor el legado de una epopeya distorsionada por sus caudillos. 

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(Santa Clara, Cuba, 1965) es historiador y crĆ­tico literario.


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