El Día de San Valentín, fui a recoger a mi nieta de 12 años a su escuela apenas tres horas después de que en una escuela de Parkland, Florida, sucediera un tiroteo en una escuela del país que dejó por lo menos 17 muertos y 15 heridos. La cifra de muertos podría aumentar
En el camino a su casa la angustia me hizo preguntarle si en su escuela hacían simulacros de tiroteos, su lacónica respuesta fue “sí”. No pude preguntar más porque en mi desasosiego, tristeza y rabia solo podía pensar que no es justo que los niños vivan conscientes de que alguien con armas de enorme poder destructivo podría entrar a su escuela a matarlos a ellos, a sus amigos y a sus maestros.
Pero esa es la realidad que vivimos en Estados Unidos. Tan solo en las primeras ocho semanas de 2018, hubo tiroteos en seis escuelas en los estados de Maryland, California, Kentucky, Texas, Carolina del Norte y Florida. Y en los últimos 5 años, después del tiroteo en Sandy Hook, en Newton Connecticut en el que murieron 20 niños de entre seis y siete años de edad y 6 adultos, más de 400 personas han muerto en más de 200 balaceras en escuelas.
¿Por qué hay tal cantidad de tiroteos masivos en Estados Unidos? Los políticos que están en el bolsillo de la National Rifle Association como Donald Trump, (que recibió $30 millones para su campaña presidencial y necesita el apoyo de sus miembros), lo atribuyen a enfermedades mentales de los asesinos. Y yo me pregunto si se darán cuenta de que al esgrimir este alegato están diciendo que en Estados Unidos hay más gente con problemas mentales que en cualquier otra parte del mundo. Por supuesto que su argumento es espurio. Los estudios que se han hecho sobre el tema revelan que el porcentaje de muertes atribuibles a casos de enfermos mentales es mínimo, quizá el 4%.
También se acusa a las autoridades de no actuar con rapidez y eficacia cuando un hombre, (sí, la inmensa mayoría de los asesinos son hombres y son blancos), da muestras de ser un asesino en potencia como fue el caso con el asesino de la Florida. Quizá se podría en ciertos casos pero el problema es que no se puede arrestar a alguien que no ha cometido un crimen.
Se dice también que los tiroteos suceden porque los asesinos buscan la fama y la gloria. Es posible que para algunos de ellos esta sea una motivación, pero la raíz del problema es la proliferación de armas de fuego, la cultura y la política. “Somos una cultura violenta, fracturada y enamorada de las armas de fuego”, leí en el editorial del Los Angeles Times del 14 de febrero. Y es precisamente este amor a las armas lo que distingue a Estados Unidos del resto del mundo desarrollado.
Los estadounidenses representan alrededor del 4.4 por ciento de la población mundial, pero son dueños del 42 por ciento de las armas que hay en el mundo y entre 1966 y 2012, han liderado la marca de tiroteos masivos en el mundo. En 2009, la tasa de homicidios con armas de fuego en los Estados Unidos fue de 33 por cada millón de personas, mientras que en Canadá fue 5 por millón y en Gran Bretaña, 0.7 por millón, datos que se corresponden con las diferencias en la propiedad de armas. Y si bien un neoyorkino tiene la misma probabilidad que un londinense de ser víctima de un robo, tiene 54 veces más probabilidades de ser asesinado, se afirma en un estudio de la Universidad de California en Berkeley.
Cada vez que sucede un tiroteo, todo el mundo dice que hay que hacer algo para que no vuelva a suceder una tragedia semejante pero rara vez se hace algo serio. Sí los que tienen el poder quisieran mitigar el problema tendrían que derogar la Segunda Enmienda de la Constitución, regular la venta limitada de armas para la autodefensa, permitir un rifle para cacería e impedir la venta de armas reservadas para uso del ejército. Pero la probabilidad de que esto suceda es cero.
Mi esperanza es que la indignación que hoy muestran los jóvenes de la Florida y que amenaza con expandirse por todo el país, bien podría disminuir el poder de la nefasta NRA y obligar a los congresistas a legislar para bien de la sociedad y no de los mercaderes de la muerte.
Eso espero por el bien de mis nietos y de todos los niños y jóvenes de este país que no deberían tener que hacer simulacros para protegerse de la barbarie armada.
Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.