El 31 de mayo por la tarde, con Mariano Rajoy resguardado en un reservado de un restaurante de Madrid, rodeado de su más fiel infantería y saboreando entre vasos de whisky su amargo e inesperado final, Pedro Sánchez subió a la tribuna de los oradores del Congreso cambiado, con ademanes seguros y la mirada del que se sabe ya presidente del Gobierno. Y señaló al que deseaba como su nuevo adversario a batir. Si horas antes, en el inicio matutino del debate de la moción de censura, Sánchez se había mostrado duro pero cordial con el líder del PP, amable y cómplice con el líder de Podemos, Pablo Iglesias, el embate contra el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, fue inesperadamente duro: 15 minutos sin contemplaciones, para regocijo de la izquierda, nacionalistas y no pocos diputados populares que empezaban a asumir su condición de opositores.
Sánchez llamó desleal, mentiroso y persona “sin palabra” a Rivera, además de acusarlo de vivir de la confrontación territorial con un discurso “que suena al pasado, a la etapa de Aznar”. El dirigente liberal replicó: “España se merece algo más que un presidente como el que usted ha demostrado ser en esta tribuna”.
El derrumbe del marianismo en 48 horas y la inesperada entrada de Sánchez en la Moncloa oscureció un rifirrafe parlamentario que fue algo más que una anécdota. Supuso el inicio de las hostilidades entre socialistas y liberales y la ruptura, como reconocen hoy sin ambages las direcciones de ambos partidos, de todos los puentes de diálogo. Pero sobre todo, aquellas primeras palabras del secretario general del PSOE como presidente in pectore fueron el entierro simbólico de un proyecto, el bautizado como Pacto del Abrazo, que durante algunas semanas, en los primeros compases de 2016, intentó construir un inédito espacio político de centro izquierda que debía elevarse por encima de las viejas trincheras del bipartidismo y ayudar a calmar, a través de la transacción en la discrepancia, una esfera política cada vez más polarizada, entre escándalos de corrupción, la llegada de Cs y Podemos, el avance del proceso independentista…
Los 66 folios de aquel pacto de gobierno firmado por los dos jóvenes y ambiciosos dirigentes, con el cuadro El Abrazo de Juan Genovés, uno de los iconos pictóricos de la Transición, generaron grandes dosis de esperanzas que, con el paso del tiempo, se han demostrado inocentes, y no menos comentarios de elogio por analistas que no suelen compartir coordenadas ideológicas. Pedro J. Ramírez escribió en El Español que ese pacto era un “el esfuerzo sincero y cabal por converger en ese espacio de centro-izquierda en el que se ubican a sí mismos la mayoría de los españoles”. Enric Juliana, en La Vanguardia, lo definió como el dibujo de un “idílico espacio social-centrista con dos jóvenes líderes dispuestos a hacer de España un país más eficiente”.
Otros se aventuraron a hablar del inicio de una nueva Transición. Fue un momento en el que el PP de Rajoy parecía postrado en la lona, a pocos segundos del KO, y las principales cabeceras europeas apadrinaban con titulares amables el nuevo gobierno español. Pero la realidad es que dos años después, socialistas y liberales están más alejados que nunca entre sí, algo que les debilita de cara a una rentrée otoñal en la que puede volver la inestabilidad. En múltiples escenarios: por ejemplo, en Andalucía, donde Susana Díaz puede adelantar la llamada a las urnas, será muy difícil que reediten su pacto de gobierno.
En Cataluña, la dura guerra entre el PSC y Cs resquebraja la unidad constitucionalista y desmoviliza a un electorado que el 21-D fue a votar en masa y se siente ahora a merced del independentismo, amén de dificultar futuros acuerdos en los ayuntamientos. Asimismo, en el Congreso, Sánchez no puede contar con Cs como socio puntual, ahora que Carles Puigdemont ha tomado el control del PDeCat y pondrá muy caro su apoyo, y corre el peligro de que el nuevo líder popular, Pablo Casado, cuya relación con Rivera es mucho más cordial de la que este último mantenía con Soraya Sáenz de Santamaría, pueda explorar un pacto de centro derecha que bloquee la acción de gobierno.
PSOE y Cs, pues, han enterrado el Pacto del Abrazo, la articulación de un espacio socioliberal, y con él la posibilidad de acuerdos transversales en una época de polarización. Todos pierden.
Iñaki Ellakuría es periodista en La Vanguardia y coautor de Alternativa naranja: Ciudadanos a la conquista de España (Debate, 2015).