Pueblos y ciudades

Hay que poner รฉnfasis en la despoblaciรณn como una cuestiรณn de igualdad de oportunidades para producir una coaliciรณn electoral sรณlida y que dote de cohesiรณn a nuestro paรญs.
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Desde que se consolidรณ la democracia de masas y hasta la primera dรฉcada del siglo XXI, los partidos socialdemรณcratas y conservadores protagonizaron el parlamentarismo occidental. Las mayorรญas de gobierno pasaban entonces por el establecimiento de coaliciones de votantes mรกs o menos heterogรฉneas pero que los partidos lograban agrupar en torno a intereses comunes.

La clase fue el elemento aglutinador que dominรณ el siglo XX. Los partidos socialdemรณcratas lograron tejer alianzas entre los trabajadores con preferencias redistributivas y las clases medias que demandaban libertades personales, una educaciรณn pรบblica que sirviera de ascensor social, seguridad jurรญdica y garantรญa de la propiedad privada. Con su promesa de progreso material en un marco de derechos individuales y protecciรณn contra los abusos del poder, los socialdemรณcratas se convirtieron en una opciรณn polรญtica extraordinariamente exitosa que acabรณ por dejar sin espacios a las alternativas de izquierda marxista o anarquista.

Pero, aunque la clase en tรฉrminos econรณmicos es un factor de movilizaciรณn muy importante, no es el รบnico elemento que puede actuar como polo de atracciรณn electoral. Los partidos conservadores supieron hacer valer la esfera de lo cultural para alinear los intereses de clases acomodadas menos comprometidas con la redistribuciรณn con los de muchos trabajadores a partir de valores compartidos: la etnia, la religiรณn, la tradiciรณn o la polรญtica exterior.

Este esquema de alianzas, que favorecรญa la gobernabilidad, la cohesiรณn nacional y la estabilidad polรญtica se ha visto alterado en los รบltimos aรฑos. El cambio tecnolรณgico ha actuado profundamente en el mercado laboral, ahondando la divisiรณn del trabajo y, con ella, de las identidades de los electorados. El resultado es un parlamento mรกs fragmentado y con mรกs actores que pugnan por formar nuevas coaliciones de votantes que les permitan articular mayorรญas.

En Europa, los partidos socialdemรณcratas han perdido en torno a un 40% de sus apoyos desde que se inaugurara el siglo, aunque en Espaรฑa el PSOE atraviesa un aparente renacer polรญtico. Tiene que ver con los caminos divergentes que han tomado los dos polos de lo que constituyรณ su base electoral: las clases acomodadas tienen menor interรฉs en la redistribuciรณn que en el plano de unos valores cosmopolitas y abiertos a la globalizaciรณn, mientras que los obreros ven con incertidumbre y desconfianza la Europa de las fronteras abiertas. Por su parte, los partidos democristianos sufren ante la competencia de opciones populistas que pueden aunar tradicionalismo y proteccionismo socioeconรณmico.

Los cambios de la รบltima dรฉcada en la estructura social no han llegado exentos de inestabilidad polรญtica. Los conflictos que dominan la polรญtica occidental ya no son entre estados enemistados, como sucediera en el siglo XX. Ahora el panorama internacional aparece despejado en Occidente, mientras observamos nuevas lรญneas de fractura que atraviesan el corazรณn de los Estados. Estas divisiones tienen que ver con la intensificaciรณn de la globalizaciรณn y las dificultades de los sistemas parlamentarios clรกsicos para cabalgarla y garantizar su gobernanza.

Detrรกs del triunfo del Brexit en Reino Unido, del auge de Trump en Estados Unidos o del movimiento de los chalecos amarillos en Francia, se adivinan las rivalidades entre las grandes ciudades, por un lado, y el campo y las รกreas desindustrializadas, por otro, y se nos anuncian los riesgos para la cohesiรณn nacional de tener paรญses de dos velocidades. El horizonte europeo dibuja un conjunto de ciudades pujantes, acaparadoras de la inversiรณn econรณmica y la innovaciรณn, plenamente integradas en la globalizaciรณn y hogar de profesionales liberales con hijos que recibirรกn una educaciรณn superior y gozarรกn de buenas oportunidades profesionales. La otra cara de la moneda es la de un entorno rural al que el futuro se le presenta lleno de dudas, que cree que la globalizaciรณn tiene poco que ofrecerle, que ve cรณmo el cambio tecnolรณgico actรบa como un aspirador de talento y demografรญa que vacรญa sus ciudades y sus pueblos.

En muchos Estados, esta divisiรณn ofrece ya la visiรณn de dos paรญses que se miran con extraรฑamiento en la convivencia comรบn bajo una misma frontera. Hay dos Estados Unidos o dos Reinos Unidos o dos Francias que se muestran incapaces de dialogar. En Espaรฑa, la cuestiรณn demogrรกfica ha ocupado el centro de la reciente campaรฑa electoral y parece haber llegado para quedarse. Es una buena noticia, porque atender de forma satisfactoria este reto serรก el mejor modo de preservar la cohesiรณn social y territorial. 

Es difรญcil aventurar quรฉ coaliciones de votantes pueden servir a los partidos para articular mayorรญas de gobierno en el siglo XXI, y mรกs con parlamentos crecientemente fragmentados en los que la negociaciรณn poselectoral juega un papel decisivo. Puede haber alianzas coyunturales exitosas que varรญen entre una elecciรณn y otra, pero tal vez valga la pena que los partidos reflexionen y se fijen estrategias en el medio y largo plazo, estrategias de coaliciรณn duraderas en lo que ataรฑe a la cohesiรณn social, al modo en que los partidos socialdemรณcratas y conservadores supieron hacerlo en el siglo XX. En este sentido, poner el foco en los polos que rivalizan en Occidente y generan profundas lรญneas de fractura polรญtica puede tener un impacto virtuoso en nuestras sociedades.

En Espaรฑa, la gobernabilidad y la convivencia pueden verse muy beneficiadas de que los partidos aspiren a gobernar gracias  a la articulaciรณn de alianzas de intereses entre las clases medias urbanitas, dominadas por familias con hijos y educaciรณn superior, y la poblaciรณn del medio rural. Proponer polรญticas para familias en el segundo paรญs con la tasa de natalidad mรกs baja de Europa y poner รฉnfasis en la despoblaciรณn como una cuestiรณn de igualdad de oportunidades puede ser un cรณctel exรณtico pero efectivo para producir una coaliciรณn electoral sรณlida y que dote de cohesiรณn a nuestro paรญs. Tendrรก la clave el partido que consiga que las ciudades y los pueblos se miren como aliados y no como enemigos.

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Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politรณloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.


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