Si no lo oyes no existe. Hablar de prostitución en la universidad

El rechazo de la Universidad de A Coruña de acoger el congreso sobre prostitución es una victoria de quienes no quieren escuchar la opinión ni los argumentos de los que no piensan como ellos.
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María Martínez Cano (Murcia, 1993) había organizado unas jornadas sobre prostitución en la Facultad de Sociología de la Universidad de A Coruña en la que está acabando un máster en políticas sociales e intervención sociocomunitaria. Iban a celebrarse los próximos 19 y 20 de septiembre, pero llegaron la polémica, las protestas y la semilla del miedo. La universidad emitió un comunicado informando de que no podía “garantir a seguridade do debate nin a súa calidade académica” y por tanto suspendía las jornadas. Poco después, como informaba La Voz de Galicia, “88 profesoras, catedráticas e investigadoras del ámbito académico nacional e internacional publicaron un manifiesto titulado Por el derecho a debatir en la Universidad y en todas partes, en el que alertan de la ‘grave vulneración del derecho a la libertad de expresión’ que supone la cancelación de las jornadas por parte de la UDC, que ‘hace peligrar la libertad de cátedra y de investigación consagradas en la Constitución’”. La estudiante ha informado de que las jornadas no están suspendidas, tan solo se cambian el emplazamiento y tal vez la fecha.

Pero el daño está ya hecho: la Universidad de A Coruña ha perdido una oportunidad de mostrarse como una firme defensora de la libertad de expresión. En su lugar, ha cedido a las presiones y, con la excusa de la seguridad (siempre es por nuestro bien, no lo olvidemos), ha entregado el debate a quienes no quieren ni siquiera que se escuche a quienes no piensan como ellos.

El asunto de la prostitución es complejo y, pese a lo que dicen, hay mucho que debatir. Tiende a mezclarse todo y a no discernirse entre explotación y trabajadoras sexuales, como si defender la existencia de las segundas equivaliera a exigir lo primero. Como ha explicado la organizadora de las jornadas, “ya no hace falta decir que estamos en contra de la trata de personas. Cualquier persona con medio dedo de frente está en contra de esas cosas”. Con respecto a su posición, explicaba: “Yo creo que el trabajo sexual es una realidad muy diversa y se ejerce en muchas condiciones, muchas veces en condiciones muy malas, por eso también estas jornadas, para intentar mejorar esas condiciones y para visibilizar la violencia que vivimos por parte de diversos colectivos. No blanqueamos la prostitución, somos las primeras que somos críticas con lo que está pasando”.

Una de las principales voces contrarias a la celebración de estas jornadas acusaba a la organización de ser algo así como una red de captación de estudiantes vulnerables para redes de prostitución. Puede que lo piense de verdad o puede que solo sea una estrategia –chabacana y despreciable, aunque haya funcionado– para conseguir su objetivo: que no haya debate, no sea que se escuchen voces y argumentos que nos hagan replantearnos nuestra convicciones y creencias, movernos de nuestra posición y, tal vez, darnos cuenta de que no habíamos contemplado el asunto en toda su dimensión. Soledad Murillo, secretaria de Estado de Igualdad del Gobierno en funciones, se ha mostrado a favor de la censura del congreso en Twitter: “Una vergüenza que una universidad pública @UDC_gal autorice esta materia ilegal”, escribió.

Clara Serra, diputada de la Asamblea de Madrid por Podemos, ha cargado contra la censura del debate, también Loola Pérez, sexóloga, ha argumentado en Twitter por qué era inaceptable ceder ante las críticas a la celebración de las jornadas: “El intento de censura por parte del feminismo abolicionista trata de imponer un único punto de vista, un único relato, una única opción. Es entonces cuando escupen: ‘si no eres abolicionista de la prostitución, no puedes ser feminista. Si eres puta, no puedes ser feminista’. Ahora hay un añadido nuevo: ‘si una Universidad acoge unas jornadas sobre trabajo sexual, no puede ser feminista, no puede inculcar los valores de la igualdad.’ Este tipo de falsas acusaciones son mera propaganda y quienes las emiten muestran su indecencia y vulgaridad.”

Quienes usan el argumento de los derechos humanos para censurar este debate olvidan que estaban invitadas a hablar prostitutas, cuyos puntos de vista y exposición de sus circunstancias quizá sería interesante escuchar en caso de que se quiera tener en cuenta la complejidad del asunto. Si de lo que se trata es de señalar y negar, de hacer una línea y poner buenos y malos, es mucho más fácil. Pero los atajos son tramposos. Para quienes piensan que no pasa nada por ceder a las presiones y rechazar la celebración del congreso, recuerdo lo que escribió Elena Alfaro a propósito de Conformity, de Cass Sunstein: Cada vez que sintamos la tentación de relegar la libertad de expresión a un derecho de segundo orden y creer que puede ser supeditado a otros como la seguridad sin que nada grave nos suceda, deberíamos recordarla [la idea de Amartya Sen de que] en la historia del mundo, ninguna sociedad con elecciones democráticas y libertad de expresión haya experimentado una hambruna”.

Puede que no te guste todo lo que existe, pero negarte a escucharlo no va a hacer que desaparezca.

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(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).


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