Sin tributaciĆ³n no hay representaciĆ³n

ĀæQuĆ© repercusiones pueden tener la desigualdad y el progreso tecnolĆ³gico en la representaciĆ³n polĆ­tica?
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La relaciĆ³n entre tributaciĆ³n y representaciĆ³n polĆ­tica ha sido estrecha a lo largo de la historia. El desarrollo de sistemas impositivos centralizados estĆ” ligado al sostenimiento del esfuerzo de guerra. La necesidad de financiar costosas campaƱas bĆ©licas favoreciĆ³, de este modo, la apariciĆ³n de administraciones eficientes e impersonales, asĆ­ como de ejĆ©rcitos profesionalizados, dos elementos que constituyen la base del estado moderno. Pero enviar hombres a combatir en los frentes de batalla y exigir tributos ha de llevar aparejada una contrapartida: la progresiva concesiĆ³n de derechos de ciudadanĆ­a. AsĆ­, la guerra, los impuestos y la representaciĆ³n polĆ­tica han seguido cauces de evoluciĆ³n que no pueden desligarse.

Casi todas las revoluciones que han tenido lugar desde que diera comienzo la Edad Moderna han estado condicionadas por un binomio que podemos llamar tributaciĆ³n-representaciĆ³n. En EspaƱa, en 1520 tuvo lugar la revuelta de los Comuneros, un movimiento que logrĆ³ un gran respaldo popular y que significĆ³ una reacciĆ³n contra las polĆ­ticas fiscales abusivas de las que el emperador Carlos V se servĆ­a para financiar sus conquistas europeas. Ese malestar tributario, unido a los recelos que la llegada de la nueva corte flamenca del rey habĆ­a despertado entre las Ć©lites castellanas, se tradujo en una insurrecciĆ³n que se prolongarĆ­a durante dos aƱos. El enfrentamiento entre el poder monĆ”rquico y las Cortes castellanas se resolviĆ³ a favor del emperador, pero aquel episodio nos anunciarĆ” la tensiĆ³n polĆ­tica que protagonizarĆ” los siglos venideros, marcados por una pugna de soberanĆ­a entre el absolutismo y el parlamentarismo, o, si se prefiere, entre el rey y la naciĆ³n.

En Francia, coincidiendo con el final de la Guerra de los 30 aƱos, tuvo lugar la rebeliĆ³n de La Fronda, cuyo estallido estuvo tambiĆ©n vinculado con la polĆ­tica fiscal. Los sĆŗbditos franceses llevaban dĆ©cadas sometidos a una presiĆ³n tributaria excesiva, motivada por las necesidades econĆ³micas de la guerra. Los contribuyentes esperaban que la asfixia fiscal cejara al tĆ©rmino de la contienda, pero Mazarino decidiĆ³ continuar la polĆ­tica de Richelieu, desatando una gran indignaciĆ³n que se extendiĆ³ por la nobleza, los parlamentos y las clases populares. La desuniĆ³n de esta oposiciĆ³n permitiĆ³ a la monarquĆ­a sofocar las revueltas, pero el Estado se encontraba ya en una descomposiciĆ³n avanzada que desembocarĆ­a, a finales del siglo posterior, en la RevoluciĆ³n Francesa.

No es casualidad que el ensayo revolucionario se produjera en 1789, pocos aƱos despuĆ©s de la RevoluciĆ³n americana. Las Trece Colonias habĆ­an declarado su independencia respecto a la metrĆ³polis britĆ”nica en 1776 y culminado su constituciĆ³n nacional en 1787, despuĆ©s de que Londres promulgara una serie de leyes para aumentar la presiĆ³n fiscal en las colonias. Una de las ideas que conducirĆ­a al nacimiento de los Estados Unidos serĆ­a la de ā€œNo taxation without representationā€, esto es, ā€œningĆŗn impuesto sin representaciĆ³n polĆ­ticaā€ o ā€œsin representaciĆ³n no hay tributaciĆ³nā€. El lema proviene del ā€œQuod omnes tangit ab omnibus approbari debetā€ (ā€œlo que a todos toca todos deben aprobarloā€), un principio del derecho romano contenido en el CĆ³digo de Justiniano, sobre el cual se construyĆ³ el principio de legalidad en Europa, y especialmente en Inglaterra, donde la RevoluciĆ³n gloriosa ya habĆ­a establecido un siglo antes que el rey no podĆ­a crear nuevos impuestos sin el consentimiento del Parlamento.

La culminaciĆ³n de la independencia estadounidense supondrĆ­a la conquista del orden polĆ­tico moderno, que Fukuyama ha establecido en la construcciĆ³n de tres pilares: un Estado sĆ³lido capaz de hacer cumplir las leyes, la subordinaciĆ³n del Estado al principio de legalidad y la responsabilidad del gobierno ante los ciudadanos. DespuĆ©s, NapoleĆ³n derrotarĆ­a a la monarquĆ­a prusiana, llevando las nociones de libertad e igualdad a la ā€œEuropa hegelianaā€. SegĆŗn KojĆØve, desde 1806 la polĆ­tica moderna quedĆ³ inventada, asegurando que todo lo que ha venido despuĆ©s no es mĆ”s que ā€œmaterial de rellenoā€. Ya no se trata de buscar principios polĆ­ticos superiores, sino de llevar estos cada vez a zonas mĆ”s amplias del mundo. Esta idea darĆ” pie al famoso ensayo de Fukuyama sobre ā€œel fin de la historiaā€.

Parece claro que el desarrollo institucional ha estado muy influido por las polĆ­ticas tributarias. No obstante, ya Fukuyama advertĆ­a de una paradoja: si la modernidad se habĆ­a erigido sobre la idea de que no hay tributaciĆ³n sin representaciĆ³n, en la posmodernidad parecemos avanzar hacia una inversiĆ³n de los tĆ©rminos: no hay representaciĆ³n sin tributaciĆ³n.

Efectivamente, una vez quedaron establecidos los principios del gobierno moderno, el siglo XIX estuvo protagonizado por dos grandes movimientos polĆ­ticos de masas: el nacionalismo y el comunismo. Aunque ambos fueron derrotados, legaron algunas de sus premisas a las generaciones posteriores. En todo Occidente fueron exitosos, durante el siglo XX, los partidos que representaban a los trabajadores. Esta filiaciĆ³n estaba inspirada por el concepto de clase, un tĆ©rmino aglutinador que dotaba de pertenencia y de dignidad a los obreros. Buena parte de ese orgullo, que pervive en nuestros dĆ­as, tiene que ver con la idea de participaciĆ³n en el sostenimiento de la comunidad por medio del esfuerzo fiscal. Este verano tuve ocasiĆ³n de presenciar una discusiĆ³n entre un profesional liberal y un trabajador manual que el segundo quiso zanjar asĆ­: ā€œTengo derecho a hacer esto porque pago mis impuestosā€.

Esta transacciĆ³n de tributos por derechos ha marcado todo el desarrollo polĆ­tico hasta el siglo XXI, pero es posible que esta relaciĆ³n estĆ© a punto de agotarse. En un mundo que parece caminar, de la mano del progreso tĆ©cnico, a grandes desigualdades, tanto en la producciĆ³n per cĆ”pita como en los ingresos, ya se ha comenzado a debatir sobre la necesidad de implementar programas como la renta bĆ”sica o los complementos salariales, que mitiguen las grandes diferencias sociales. El dilema que querĆ­a plantear en este artĆ­culo tiene que ver con esta situaciĆ³n. ĀæQuĆ© repercusiones puede tener este nuevo escenario sobre la representaciĆ³n polĆ­tica?

Sabemos desde hace dĆ©cadas que los sectores mĆ”s desfavorecidos de las sociedades son los que menos votan y tambiĆ©n los que obtienen menos atenciĆ³n por parte de los grandes partidos. Esta brecha entre los sujetos de la representaciĆ³n podrĆ­a ampliarse ahora que los expertos nos anuncian un mundo con grandes masas desocupadas y trabajadores precarios que necesitarĆ”n exenciones fiscales y subsidios para alcanzar un umbral de vida digna. La pregunta no deberĆ­a ser tanto si podremos o no costear esta situaciĆ³n (algo que parece factible); es decir, no se trata solo de abordar las desigualdades econĆ³micas, sino de corregir las desigualdades de representaciĆ³n motivadas por las diferencias econĆ³micas.

AsĆ­, la amenaza social del siglo XXI puede resumirse en la inversiĆ³n de los tĆ©rminos que una vez nos llevaron a conquistar el orden polĆ­tico liberal: ā€œNo representation without taxationā€. O sea, que quien no pague impuestos quede excluido de la representaciĆ³n polĆ­tica.

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Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politĆ³loga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.


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