La luna de miel entre Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador terminó pero el mexicano parece no haberse dado cuenta del inminente divorcio. La semana pasada, Trump inició su campaña de reelección atacando a Honduras, El Salvador y Guatemala –tres países que solo Fox, la cadena de noticias favorita de Trump, los convierte en “países mexicanos”–, y a México.
Trump dice que como México no ha hecho nada para detener el flujo de migrantes centroamericanos a Estados Unidos, la semana próxima podría mandar cerrar la “maldita” frontera sur del país.
Que Trump mienta descaradamente para alimentar el ánimo xenofóbico anti-mexicano de sus votantes no es sorpresa. “El armisticio de Trump con López Obrador tenía que terminar en cuanto Trump empezara su campaña y reanudara sus ataques a México. Trump está midiendo los limites de la postura acomodaticia de López Obrador,” me dice Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano.
Hasta ahora, López Obrador no solo sigue aguantando los puyazos de Trump sino validándolos. “Sus reclamos”, ha dicho, “son legítimos”. Y al tiempo que cede a la presión estadounidense acogiendo en suelo mexicano a migrantes que tramitan su solicitud de asilo en EE UU, permite la entrada de nuevas oleadas de centroamericanos, les promete trabajos e intenta legitimar su pasividad con absurdas consultas populares en las que el “pueblo” le recomienda actuar con prudencia.
Irónicamente, al mismo tiempo acelera la deportación de centroamericanos a sus países de origen. En los dos primeros meses de 2019, México ha deportado más de 25 mil migrantes, una cifra semejante a la de inicios de 2018, según el INAMI mexicano.
Since the beginning of 2019, Mexico has deported 25,000 people, according to @INAMI_mx. Not exactly a hands-off immigration policy.
— Kevin Sieff (@ksieff) March 29, 2019
“México”, me dice Andrew Selee, Presidente del Migration Policy Institute, “siempre ha tenido una política migratoria errática. A veces aplica la ley con rigor, otras entra en un laissez-faire, y usualmente deja que todo siga en piloto automático”. Pero, anota Selee “estos no son tiempos para piloto automático porque han aumentado mucho los flujos”, y agrega, “México deporta más centroamericanos que Estados Unidos pero carece de un instituto de migración capaz de implementar una política moderna y de un sistema de asilo con suficientes recursos económicos para enfrentar las necesidades actuales.”
Entre 2000 y 2018, la inmigración indocumentada a Estados Unidos casi se duplicó aunque la tendencia bajó a partir de 2009 porque disminuyó la inmigración mexicana y aumentaron las deportaciones. En 2014, sin embargo, aumentó la centroamericana que a diferencia de la mexicana, que es básicamente de hombres adultos, es de familias con niños y que generalmente se quedan atorados en México.
Así las cosas, habría que preguntarse si México tiene suficientes recursos económicos para absorber la demanda de trabajo de miles de migrantes centroamericanos y cubanos por tiempo indefinido.
Selee piensa que sí siempre y cuando “se aplique la estrategia correcta con un proceso de asilo robusto y visas de trabajo accesibles que les permitan trabajar y no porque se queden atorados en la frontera sin poder pasar al otro lado. En algunas de ciudades mexicanas hay escasez de mano de obra”.
Shifter no es tan optimista. “La economía mexicana no está boyante”, me dice, “y el gobierno no tiene los recursos para mantener a miles de personas o darles trabajo. Este asunto tensará aún más la ya de por sí seria situación fiscal del país.”
Los agravios contra México continuarán conforme avance la campaña presidencial de Trump. Lo impredecible es cuánto tiempo aguantarán los mexicanos a que López Obrador se escude en “consultas amañadas”, ocurrencias y dicharachos impropios de un presidente, y le exigen que responda con dignidad a los insultos del patán que tiene de vecino.
Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.