Marcelo de Arruda estaba celebrando su 50 cumpleaƱos en una fiesta temĆ”tica del Partido de los Trabajadores (PT) cuando Jorge JosĆ© da Rocha Guaranho pasĆ³ en coche por delante del local, se bajĆ³ y empezĆ³ a provocar a los presentes. Tras una breve discusiĆ³n, Guaranho volviĆ³ a su coche, cogiĆ³ una pistola y matĆ³ a Arruda de un disparo, mientras gritaba a favor del presidente Jair Bolsonaro.
Arruda aĆŗn pudo defenderse y herir a Guaranho antes de que Ć©ste pudiera disparar a mĆ”s personas. Ambos hombres son agentes de la ley.
Este es solo uno de los varios episodios de violencia que estĆ”n empezando a afianzarse en el paĆs en plena campaƱa electoral para las elecciones presidenciales de octubre. DĆas antes, una bomba casera llena de heces fue detonada en medio de un mitin del candidato del PT, el expresidente Luiz InĆ”cio da Silva, mĆ”s conocido como Lula. No hubo heridos y el autor fue detenido. En junio, un dron arrojĆ³ materia fecal, orina y pesticida a los partidarios del presidente antes de una reuniĆ³n entre Lula y el exalcalde de Belo Horizonte.
Menos de una semana despuĆ©s del asesinato de Arruda, un acto polĆtico del candidato a gobernador de RĆo de Janeiro apoyado por Lula, Marcelo Freixo, fue interrumpido por los partidarios de Bolsonaro. El diputado Rodrigo Amorim y algunos matones, portando armas, amenazaron a los presentes y rompieron banderas del partido.
La creciente violencia refleja la campaƱa de odio promovida por Bolsonaro en lĆnea y fuera de ella, en discursos que buscan no solo despertar la ira e incitar a la violencia, sino que incluso amenazan con un golpe de Estado en caso de perder las elecciones.
Bolsonaro ha defendido sistemĆ”ticamente la violencia desde antes de ser elegido. Ha hecho apologĆa de la dictadura militar (1964-1985) y de los ataques contra las mujeres, los homosexuales, los indĆgenas y los defensores de los derechos humanos. Cuando aĆŗn era capitĆ”n del ejĆ©rcito, en la dĆ©cada de los 80, planeĆ³ un ataque terrorista contra una base militar en RĆo de Janeiro para presionar por un aumento de sueldo. Como presidente, fomenta el discurso del odio y como candidato presidencial, en 2018, llegĆ³ a declarar que Ć©l y sus partidarios “fuzilarĆan a petralhada“, es decir, dispararĆan a los simpatizantes del PT.
Sus partidarios, llamados coloquialmente āBolsominionsā, son los responsables de crear una amplia red de pĆ”ginas web de noticias falsas, asĆ como perfiles en redes sociales y canales en apps como WhatsApp y Telegram. A travĆ©s de esta red, el presidente puede difundir su discurso de odio, y el resultado se puede ver en las calles y en los actos de violencia cometidos contra los simpatizantes del PT. Ya en 2020, el Supremo Tribunal Federal abriĆ³ una investigaciĆ³n oficial sobre dicha red, lo que llevĆ³ a algunos de sus responsables a la cĆ”rcel o a huir del paĆs.
La violencia no solo se ha cebado contra los partidarios del mayor partido de la oposiciĆ³n. El 5 de junio, el periodista britĆ”nico Dom Phillips y el indigenista Bruno Pereira desaparecieron en la regiĆ³n de Javari, en la selva amazĆ³nica. La zona es disputada por tribus indĆgenas locales, madereros, mineros ilegales, pescadores ilegales y el crimen organizado.
Phillips y Pereira habĆan recibido amenazas por intentar proteger la floresta y ayudar a las comunidades indĆgenas, mientras que quienes los amenazaban cuentan con el apoyo total del presidente de Brasil, quien ha hecho todo lo posible para reducir la protecciĆ³n de la floresta y fomentar una mayor destrucciĆ³n, incluso apoyando actividades ilegales.
Hace tiempo, a instancias de Bolsonaro y bajo la connivencia de su entonces ministro de Justicia, SĆ©rgio Moro, Pereira fue relevado de su cargo en la FundaciĆ³n Nacional del Indio, la encargada de la gestiĆ³n de las polĆticas destinadas a los pueblos indĆgenas. Pocos dĆas despuĆ©s, los cuerpos de ambos fueron encontrados, y sus familias siguen esperando justicia.
Pero, en contra de lo que cabrĆa esperar, el tenso ambiente no es enteramente responsabilidad del bando pro-Bolsonaro, aunque exista una clara asimetrĆa. Las fake news tambiĆ©n recorren las redes sociales de Lula da Silva, asĆ como las campaƱas sucias y la intimidaciĆ³n contra los adversarios polĆticos del PT.
El propio Lula agradeciĆ³ recientemente a Manoel Marinho, un exconcejal de su partido, por empujar a un empresario pro-Bolsonaro contra un camiĆ³n. Marinho fue encarcelado durante siete meses por el crimen.
Si bien es cierto que Brasil es un paĆs notablemente violento y que los delitos polĆticos han aumentado āun 23% entre 2020 y 2022ā, la violencia polĆtica suele golpear a polĆticos y simpatizantes involucrados en disputas locales.
Lo novedoso es el carĆ”cter “nacional” de estas expresiones, que empieza a crecer en la medida en que el presidente Bolsonaro amenaza con un golpe de Estado si no sale victorioso en las elecciones previstas para octubre, y las propias fuerzas armadas se ponen de su lado en sus amenazas contra las demĆ”s instituciones.
Aunque incomparable con la amenaza que Bolsonaro representa para la democracia, el PT tiene su parte de responsabilidad por haber, por ejemplo, hecho de Bolsonaro un candidato viable en las elecciones de 2018, al defender la “segunda vuelta ideal” creyendo que tendrĆan una victoria fĆ”cil contra el candidato seƱalado como fascista. Se equivocaron. Bolsonaro supo capitalizar el descontento contra el Partido de los Trabajadores, que pasĆ³ mĆ”s de una dĆ©cada en el poder y, sobre todo, legitimar el odio de millones de personas contra las minorĆas y contra la propia democracia.
Las numerosas denuncias de corrupciĆ³n durante los gobiernos de Lula da Silva y de su sucesora, Dilma Rousseff (el escĆ”ndalo del MensalĆ£o y la OperaciĆ³n Lava Jato), la violenta represiĆ³n de los movimientos sociales en junio de 2013 y la consecuente toma de control de estos movimientos y de los sindicatos (que pasaron a defender no los intereses de sus agremiados, sino los del partido), asĆ como la crisis econĆ³mica en la que se sumiĆ³ el paĆs durante el gobierno de Rousseff, son otros factores que contribuyen al clima de desĆ”nimo con la polĆtica, dando cabida a los discursos violentos.
La OperaciĆ³n Lava Jato incluso llevĆ³ al expresidente Lula a pasar meses en la cĆ”rcel, pero tambiĆ©n acabĆ³ siendo desacreditada y desmontada en gran medida por la justicia, con acusaciones contra el juez responsable, SĆ©rgio Moro, de abuso de poder y de no cumplir con todos los requisitos legales para condenar a Lula y a otros implicados. Pero el daƱo a la percepciĆ³n pĆŗblica del PT ya estaba hecho.
Ambos bandos han puesto a prueba la paciencia de la poblaciĆ³n, y a pesar de la clara asimetrĆa, es poco sorprendente que haya surgido la violencia. Es significativo que, aun cuando fue culpado de miles de muertes debido a su negativa a aceptar que la covid-19 era mucho mĆ”s que una “pequeƱa gripe”, y a pesar de toda su prĆ©dica violenta, Bolsonaro todavĆa tiene posibilidades de ser reelegido.
El futuro es preocupante. Es posible que el paĆs entre en una espiral de violencia en las semanas que faltan hasta las elecciones, o que despuĆ©s de las mismas Bolsonaro se niegue a abandonar el cargo y utilice a las fuerzas armadas para realizar su trabajo sucio. Mientras, una victoria de Bolsonaro significarĆa otros cuatro aƱos de una situaciĆ³n impensable que llevarĆa al paĆs al lĆmite.
es periodista. Ha publicado en DW, Al Jazeera, Undark, The Washington Post, Business Insider, Remezcla, entre otros medios. Es doctor en derechos humanos por la Universidad de Deusto.