Un proyecto para EspaƱa

La precariedad y la cuestiĆ³n demogrĆ”fica son los dos grandes problemas que ponen en peligro el Estado de bienestar espaƱol.
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Si tuviĆ©ramos que citar el reto mĆ”s importante de nuestro Estado del bienestar serĆ­a obligado hablar de la cuestiĆ³n demogrĆ”fica. En los Ćŗltimos aƱos, en nuestro paĆ­s se han producido mĆ”s defunciones que nacimientos. Solamente la recepciĆ³n de inmigrantes estĆ” evitando la despoblaciĆ³n. TambiĆ©n estamos asistiendo a una inversiĆ³n de la pirĆ”mide demogrĆ”fica: la proporciĆ³n de trabajadores sobre pensionistas es cada vez menor. Si en 2015 habĆ­a 30 personas mayores de 64 aƱos por cada 100 trabajadores, en 2050 se calcula que habrĆ” casi 80.

Con estos datos es hora de tomarse en serio el problema. El envejecimiento de la sociedad no es un fenĆ³meno exclusivo de EspaƱa, sino que afecta al conjunto de los paĆ­ses occidentales. Sin embargo, en nuestro caso se ve agravado por varios factores. En primer lugar, por un mercado laboral atĆ­pico, caracterizado por producir elevados niveles de paro estructural, por una inserciĆ³n laboral complicada, especialmente para los jĆ³venes, por la discontinuidad en el empleo, por la precariedad en los salarios y la temporalidad: solo siete de cada 100 contratos que se firman en EspaƱa son indefinidos.

Esto significa que la fuerza de trabajo que deberĆ­a garantizar con sus cotizaciones el pago de las pensiones estĆ” en serias dificultades. AdemĆ”s, en los Ćŗltimos aƱos, los ingresos del grupo edad de 60 a 64 aƱos han crecido un 25% mĆ”s que los del grupo de 30 a 34 aƱos, diez puntos por encima de la media de la OCDE. Y la edad efectiva de jubilaciĆ³n es de 63 aƱos, a pesar de sus revisiones al alza.

Por si esto fuera poco, en nuestro paĆ­s nacen muy pocos niƱos. El nĆŗmero de hijos por mujer desciende aƱo tras aƱo, y se ha situado en 1.3, frente a la media de 1.75 de la OCDE. Y no es porque las espaƱolas no quieran ser madres. Al tiempo que la tasa de fecundidad ha descendido sistemĆ”ticamente en los Ćŗltimos aƱos, el nĆŗmero de hijos deseados se ha mantenido estable en torno a dos por mujer. EspaƱa es uno de los paĆ­ses en los que la brecha entre estos dos datos es mayor. Tenemos menos hijos y, ademĆ”s, somos las que los tenemos mĆ”s tarde, a los 32 aƱos, aunque afirmamos que la edad ideal para tener el primer hijo se sitĆŗa en torno a los 28 aƱos.

ĀæPor quĆ© tenemos menos hijos de los que quisiĆ©ramos y mĆ”s tarde de lo que nos gustarĆ­a? Los expertos seƱalan de nuevo a nuestro particular e ineficiente mercado laboral. La decisiĆ³n de formar una familia exige ciertos requisitos previos: haber alcanzado estabilidad en el empleo, disfrutar de una renta suficiente y disponer de una vivienda son los mĆ”s importantes. TambiĆ©n son extraordinariamente difĆ­ciles de alinear en EspaƱa.

Los jĆ³venes son un colectivo con un acceso al mercado laboral muy complicado, que padece la precariedad, el desempleo y la temporalidad de manera singular, y que sufriĆ³ en mayor medida que los mayores el paso de la recesiĆ³n. La incertidumbre laboral contribuye a postergar la decisiĆ³n de formar una familia y, en Ćŗltimo tĆ©rmino, se traduce en una natalidad por debajo de la deseada.

AdemĆ”s de las dificultades propias de los trabajadores jĆ³venes, las mujeres tienen que lidiar con otros obstĆ”culos. Cuando se acerca la edad de la maternidad, se abre una brecha salarial entre ellas y los trabajadores varones que serĆ” crucial para su futuro. Muchas se ven obligadas a elegir entre su carrera profesional y formar una familia. AdemĆ”s, en un paĆ­s donde queda mucho por hacer para alcanzar la corresponsabilidad en el hogar, muchas mujeres no tienen mĆ”s remedio que solicitar reducciones de jornada para poder compatibilizar trabajo y familia. Una de cada cuatro mujeres trabaja a tiempo parcial, aunque la inmensa mayorĆ­a de ellas querrĆ­a trabajar mĆ”s horas.

Por otro lado, la diferencia de dotaciĆ³n de los permisos de maternidad y paternidad hace que las mujeres sean percibidas como trabajadoras menos competitivas y mĆ”s costosas que sus compaƱeros hombres. Todas estas circunstancias tienen una traducciĆ³n dramĆ”tica: el 65% de los trabajadores pobres son mujeres. TambiĆ©n son mayorĆ­a las mujeres que cobran el salario mĆ­nimo. Y la brecha salarial se ensancha cuanto mĆ”s aumenta la cualificaciĆ³n: las mujeres con estudios universitarios de licenciatura, mĆ”ster o doctorado ganan 9.500 euros menos que sus homĆ³logos varones, y tambiĆ©n ganan menos que los hombres del escalafĆ³n formativo inmediatamente inferior.

Las disfuncionalidades de nuestro mercado laboral, que golpean especialmente a jĆ³venes y mujeres, unidas a la ausencia de polĆ­ticas ambiciosas de conciliaciĆ³n y ayuda a la maternidad, estĆ”n incidiendo negativamente en la decisiĆ³n de tener hijos. Este hecho tiene una doble lectura: por un lado estamos hurtando a los ciudadanos y las ciudadanas el derecho a formar una familia. Por otro lado, las consecuencias de un mercado laboral que no provee oportunidades son potencialmente calamitosas para el sostenimiento de nuestro Estado del bienestar.

El Estado del bienestar es el producto polĆ­tico y social del que los europeos podemos sentirnos mĆ”s orgullosos. Se trata del sistema que ha hecho de nuestras sociedades un espacio de protecciĆ³n y cuidados basado en la prestaciĆ³n de servicios pĆŗblicos. Pero no nos viene dado. El Estado del bienestar lo hacen cada dĆ­a los ciudadanos y si no abordamos sus problemas no tendrĆ” continuidad.

Garantizar su sostenimiento pasa por dar respuesta a los dos grandes desafĆ­os que lo atenazan: la cuestiĆ³n laboral y la demogrĆ”fica. Para lo primero hacen falta propuestas que liquiden la temporalidad y la precariedad, poniendo fin a la desigualdad en el empleo: ningĆŗn estado que se precie de llamar a sus habitantes ciudadanos puede consentir un sistema que distingue entre trabajadores de primera y de segunda.

Para lo segundo hace falta una gran inversiĆ³n en polĆ­ticas de conciliaciĆ³n que involucren, desde la educaciĆ³n de cero a tres aƱos, hasta la progresiva equiparaciĆ³n de permisos de maternidad y paternidad, pasando por las ayudas por hijo o familiar a cargo, la flexibilizaciĆ³n de horarios y las horas de libre disposiciĆ³n en el trabajo: ĀæQuĆ© clase de paĆ­s es aquel en que sus ciudadanos no pueden ser padres y madres? ĀæQuĆ© clase de sistema perverso es el que ha convertido trabajar y formar una familia en un heroicidad? EspaƱa tiene el dudoso honor de estar histĆ³ricamente a la cola de Europa en inversiĆ³n en conciliaciĆ³n. Pero esto puede cambiar. Debe cambiar.

Estas medidas no son polĆ­ticas que beneficien exclusivamente al colectivo de los trabajadores, los jĆ³venes o las mujeres. Estas polĆ­ticas son el armazĆ³n de un proyecto de paĆ­s que involucra a los niƱos, a los jĆ³venes, a las mujeres, a los hombres, a los trabajadores, a los desempleados, a los inmigrantes, a los jubilados: todos hacemos EspaƱa, todos queremos un Estado del bienestar que provea seguridad en la infancia, oportunidades en la juventud y tranquilidad en la madurez.

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Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politĆ³loga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.


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