Gabriel Gutiรฉrrez

A la vista

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Entender la esencia de la costumbre, traerla a capรญtulo, por conveniencia oculta. La maรฑa del amor naciente: ¿cuรกl, que pueda detectarse? Y Ponciano pensรณ en Noemรญ… esa obligaciรณn casual, siendo un modo de aquellar las circunstancias que el destino diseรฑรณ para ellos. Decirlo sin tapujos ante doรฑa Elvira: ¡Noemรญ! Sรญ, aquellar, pues, las minucias amables. Y esa idea cuajรณ con hartura, masa que abarca todo lo que chispea, lo abarca para sofocarlo y ¡ya!

Entonces “con permiso”, ya no abundar en otros conceptos. Lo subjetivo ¡al diablo! Mรกs bien adueรฑarse de una ilusiรณn concreta que se afila… ¡Noemรญ!… Y sin decir “agua va” Ponciano subiรณ a su habitaciรณn dejando a doรฑa Elvira entrecejada, ella se quedรณ con tres palabras oblongas en su mente: “amistad”, “amor”, “convivencia”: un trรญo circular girando como una sutil rueda de la fortuna, chiquita, luminosa, poco mรกs, poco menos, al fin una versiรณn de luz que sรญ, que ya: tal alcance, tal emblema allegado… Alcance de acueste, mejor dicho: allรก, donde el sol pegaba enteramente en la cama de Ponciano. Un revestimiento blanco. Pues no habรญa mรกs que cerrar la cortina para que lo verdefloreado transparente se impusiera. Se impuso sobre –como un simulacro de sombra–: la cama: invitaciรณn, ociosidad: una conveniencia que quisiera ser tan fresca como una fruta y, ay, primero tocar… Es que la duda, es que lo caliente aรบn. Pero de rato se dio el acueste deseado para pensar con gran desplazamiento sobre lo vivido en Sombrerete, amรฉn de seguir viviendo quรฉ monotonรญas: allรญ, lo esperado: la cotidianeidad trabajadora y punto… y nada… Ponciano pensรณ –cuando se removรญa con gozo en el colchรณn– que habรญa habido pacto entre Noemรญ y Sixto; que tal vez su examigo le habรญa dicho a ella lo del asesinato remoto en el que ambos habรญan participado; le dijo que en cualquier momento la policรญa los arrestarรญa, anduvieran donde anduvieran; que tanto รฉl como Ponciano tenรญan los dรญas contados; que necesitaban protecciรณn mientras tanto, por lo cual –¡ya!– atando cabos: Sixto le habรญa recomendado a Noemรญ que invitara a Ponciano a vivir a su casa, dรกndole, asimismo, chamba y, como remate, dรกndole vacaciones nada mรกs por tener la edad que tenรญa. Protecciรณn, casi arropamiento. Entonces: mรกs amor que amistad, ¡la interpretaciรณn! Entonces el รกnimo para saber si era eso… tan grande… amor que nace y camina…

Entonces devociรณn…

Acercamiento…

Con cรกlculo…

Maรฑana el abrazo espontรกneo, como hallazgo…

Y –¿por quรฉ no?– como celebraciรณn…

Maรฑana las miradas de miel…

Lo frontal… bien suave…

Conexiรณn que penetra y raspa muy apenas…

Con benevolencia…

Miradas todavรญa… Aprendizaje…

Prevenciones sonrientes…

Perfiles del azar: que han de juntarse…

Dos que quieren ser uno, un solo molde…

El beso provechoso…

Bocas pegadas… Luego: quรฉ invenciรณn tan mรณvil…

Besar, besar, besar…

Seguir besando bien…

Entusiasmadamente…

La holgura natural…

Pero…

Maรฑana, lo primero…

Ojalรก…

Aunque vale decir que el dรญa de maรฑana todavรญa era de asueto, y adelantarse para saber si el afecto era real, si la verdad no era nada mรกs una nube extrapolada que el viento hace cambiar a cada rato… Adelantarse. Saber. Sentir.

Vivir lo que ya es.

Aquella noche Ponciano durmiรณ como nunca antes.

Primero se quedรณ acostado pensando durante –mรกs o menos– unas cuatro horas en las tonterรญas que el azar lleva y trae: lo pasado que empata con lo presente, o que se deslinda: ¡a fuerzas!, tal vez, y luego, como a eso de las seis de la tarde, se le cerraron los ojos a ese que nunca se habรญa dormido tan de cabeceo recio: por mor de una evasiรณn llena de anรฉcdotas casi infantiles. Durmiรณ doce horas seguidas: ah. Consecuentemente: Noemรญ: la mira, el despertar. Salir de la casa amarilla para ir de nuevo a zamparse unas seis gorditas. Lo malo: no abrรญan tan temprano el restaurante tรญpico.

¿Entonces?

La vagancia tempranera.

Ver lo amanecido de las calles de Sombrerete: los ruidos y los colores nacientes. Las personas y su optimismo principiante.

Ver.

¿Suponer?

Dejarse contagiar por el espรญritu de la frescura y tambiรฉn oler lo que habรญa de olores rancios o agradables.

Caminar. Detenerse. Buscar dรณnde sentarse.

Por adelantado hay que seguir el engallamiento de Ponciano, asociando un aspecto que ahora se trae a colaciรณn: traรญa puestos una camisa y unos pantalones vaqueros relucientes, o una brillantez contra lo medio chocho de รฉl. Estreno –porque sรญ– acorde con lo que harรญa tras llegar a la tienda de la chaparra. Atrรกs quedaron el zampe de gorditas y la relajaciรณn resultante, justo cuando estuvo dรกndole sorbos sonadores a su cafรฉ con leche. Tantas ideas que a fin de cuentas terminaron por incidir en un solo propรณsito. Propรณsito que serรญa ¿un parteaguas?: ¿en Sombrerete?: ¿o quรฉ? Motivado por la acciรณn que iba a emprender, Ponciano se dirigiรณ a la tienda de Noemรญ: taconeaba de vez en vez el empedrado de la calle, iba erguido, con una gallardรญa que ni รฉl mismo se la creรญa del todo e incluso suponiendo cosas muy de vencida: su juego, su osadรญa, pero hasta dรณnde el freno: bah, es que pensaba exagerado: para bien: en liviandades y ternuras. Luego ocurriรณ esto: llegรณ y la actividad, llegรณ esperanzado. Tal era el movimiento abarrotero que el chupado optรณ por recargarse en una pared sin dejar de mirar el atareo รบnico de su objetivo. El recargue del hombre en una suerte de catinga fue notado por la clientela y los empleados juveniles, menos por Noemรญ: su concentraciรณn valรญa. Tambiรฉn Ponciano, concentrado, estaba viendo y valorando. Una belleza casi contraria… tan metida en lo suyo. Chaparra, pero apetitosa. Con cabeza de papaya: sรญ, en efecto, pero habรญa que ver cรณmo le caรญa el cabello: las capas lisas sugerentes: como si se tratara de un amaneramiento la uniformidad colgante, bonita. Cierto que estaba un poco regordeta, pero… con valorar chulamente lo bueno de su ser… La recomposiciรณn radiante… Los rasgos del agrado… Ahรญ y allรก los destellos que jalaban… Y el hombre recargado en la pared no podรญa dejar de ver a la chaparra ni un instante. Ver el brillo de su morenez punteando. Cazador paciente. Tanta insistencia fue notada por muchos ojos circundantes, tantos preguntรกndose poquedades. Y sรญ: lo otro: la lentitud saliente de la clientela que iba siendo despachada. Desalojo parcial, pues, y zozobra acรก porque Noemรญ avanzรณ hacia la puerta principal, y la intercepciรณn: el abrazo de… ¡chin! Arrebato sensible voluntarioso. Ponciano aperingรณ a Noemรญ de la cintura. Agarrada sabrosa, รบtil para que รฉl tratara de besarla con mucha dulzura, pero ella movรญa su cabeza de un lado a otro, negรกndose tajante, gimiendo, y: Nomรกs un beso. Uno, ¡รกndele! Nomรกs uno que dure un ratito y con las bocasabiertas. ¡Dรฉjese! Pero la chaparra se sacudiรณ con toda la brusquedad que pudo y le acomodรณ a Ponciano una cachetada sonadora. Pero –huy– siguiรณ el forcejeo de manos que insistรญan en el aperingue y Noemรญ luchando sin pedir auxilio. Los empleados aรบn no sabรญan si intervenir o no. Tulio extendรญa sus brazos hacia los lados y abrรญa sus manos para detener los posibles impulsos. Es que la patrona y el empleado mayor habรญan vivido juntos: sabรญan su cuento. Por ende: el aprieto: mรกs, mรกs, y todavรญa: Un beso suavecito. Uno, ¡por favor!… Si usted saca la lengua yo tambiรฉn saco la mรญa. ¡Besรฉmonos! ¡รndele! En ese momento entrรณ a latienda Sixto Araiza solo para notar la espectacularidad angustiante. ¡Suuueeรฉltaaaalaaa, caaabrooรณn! Al oรญr lo sonorode esa voz cavernosa, Ponciano soltรณ a su presa. Por fin sepercatรณ de que los empleados y unos dos o tres clientes empezaban a rodearlo: todos con los puรฑos bien cerrados. De nuevo Sixto hablรณ: Mรกs vale que te largues ahora mismode este pueblo, porque de lo contrario te vamos a apedrear hasta matarte, y al soltar su procura Sixto vio en redor y: ¿verdad que sรญ lo mataremos?, y el “siiรญ” general concurrente se oyรณ frenรฉtico y, bueno, Ponciano saliรณ de la tienda –le abrieron paso–, ganรณ la calle e iba gallardo como si se metiera por un boquete para alejarse cuanto antes.

Atrรกs quedรณ el sortilegio de las muchas miradas.

Ponciano acelerรณ sus pasos, de todos modos lucรญa de maravilla su ropa vaquera. ~

 

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Fragmento de la novela A la vista, que aparecerรก prรณximamente publicada por Anagrama.

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