Nuevo feminismo pagano

Bad hombre

Pola Oloixarac

Random House

Barcelona, 2024, 222 pp.

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Según cuenta la escritora argentina Pola Oloixarac (Buenos Aires, 1977) en su libro Bad hombre, entre 2016 y 2018, algunas mujeres se pusieron en contacto con ella para animarla a participar en una misión: “querían arruinarles la vida a ciertos hombres. […] Ellas no se conocían entre sí, pero yo conocía a algunos de los hombres en cuestión, y por eso me escribían. El plan era unirnos para darles un castigo ejemplar: que las vidas normales de estos hombres, tal como habían transcurrido hasta entonces, desaparecieran bajo los escombros de una revelación que los marcaría de manera irreversible”. Visto ahora a toro pasado, podríamos decir que el plan funcionó a medias. Pero vayamos a Bad hombre, donde Oloixarac reúne algunos de esos casos en los que otras mujeres le pidieron colaboración.

Está una antigua compañera de la facultad que acusa a Oloixarac de negacionista del Holocausto poco antes de que acuda a presentar la traducción de una de sus novelas en un festival en Alemania. Lo que motiva esta acusación es que Oloixarac no se puso del lado de su antigua amiga cuando esta acusó a un exnovio de haberle pasado un herpes: “Esto es violencia de género”, le escribe la amiga pidiéndole que se sume al señalamiento en redes. Aquí el señalado es Tobías, un pintor cuyo punto de atracción “se ubicaba esencialmente en la majestad de su tricornio inferior”; es decir, en “la boa constrictor de carne humana que aguardaba bajo el vientre”.

El caso de Laurent, profesor en la Sorbona que queda apartado un año y pierde la carrera por el puesto que esperaba conseguir, además de los costes personales, divorcio, etc., parece una trampa: recibía fotos de una muchacha con las que se masturbaba, nunca se vieron, nunca quedaron, solo conversaciones por internet y esas fotos de ella hacia él bastaron para hacerle caer. Luego están Mireya, periodista y líder feminista, y el Perro, eterno freelance y seductor incansable. Son medio novios, se acuestan con frecuencia y los dos quedan satisfechos, pero en un festival, tras un intento de sumar más elementos al baile, la cosa se tuerce y Mireya lanza sus huestes contra el Perro: ¿quién se resiste a la belleza de la líder feminista agredida por el macho? Otro de los casos que cuenta Oloixarac sucede en San Francisco; allí, un grupo de escritores pretende cancelar a otro compañero al que acusan de ser un violador en serie. Ante la gravedad, Oloixarac quiere indagar y denunciar a la policía, pero no consigue que le cuenten una versión completa de los hechos. Termina por confrontar directamente al acusado.

La habilidad de Oloixarac está en que, al hilo de estos casos que a veces quedan más cerca del cotilleo que de lo que podría considerarse agresión, va añadiendo asuntos del momento –de la primera victoria de Trump, creador del sintagma “bad hombre”, a un videoclip de Cardi B–, echa mano de filósofos y escritores y llega a Hobbes y al Leviatán a través de Kali, deidad hindú que se enfrenta al demonio Raktabīja. Cita a Camille Paglia cuando dice que “los hombres inventaron la cultura para defenderse del poder de la mujer”. Oloixarac escribe: “Pero en un escenario en el que, ya no el sexo sino ser mujer se encuentra desregulado, en el que cualquier humano puede elegir ser mujer, o reproducirse sin pasar por la máquina hembra, quizás recuperar el poder de la destrucción sobre las vidas ajenas era una forma de hacer resurgir un feminismo pagano. Que esas diosas idas regresaran con trajes nuevos y volvieran a recorrer la Tierra.”

Hay también un episodio cómico y otro trágico. Primero la risa: OneTaste, empresa fundada por Nicole D. –así la llama Oloixarac, Daedone en Wikipedia– que pretende ser, según su fundadora, “una cadena de placer que fuera como los supermercados orgánicos, diversa, sana y masiva”. Oloixarac coincide con ella en Singularity University, donde Nicole D. ofrece un pitch sobre su empresa: “Nos invitaba a imaginar el impacto de una comunidad capaz de brindar orgasmos a todas las mujeres del mundo. En cualquier momento, en cualquier lugar […]” Un poco más adelante, sigue Oloixarac: “Pero a mí no necesitaba convencerme, yo estaba hipnotizada: ¡al fin encontraba una secta californiana! Una auténtica secta en pleno proceso de adquisición de miembros, que lo tenía todo: cultura startup, sexo comunal, ansias de conquistar el mundo pensándose como una disrupción de la vida tal y como la conocemos, que ubica en el cuerpo la fuente inagotable de capital y de placer. Y una mujer como Nicole en el centro […]. Una superheroína capaz de domar las fuerzas del capital hasta ponerlo de rodillas ante la llegada inminente de la Nueva Era del Orgasmo Femenino. Me tenía desde el minuto uno.” La secta de masturbadores femeninos acabó como casi todas las sectas: en juicio y condena.

Y ahora, la tragedia: la tía abuela de Oloixarac murió asesinada a golpes por su pareja, Vizcarra, que la mató y luego la paseó en carro ensangrentada. Ana Byrne tenía tres hijos. “Mi tía abuela no merecía morir desnuda en un corredor, llorando por su vida, pidiendo que la soltaran, que la dejaran vivir. Todavía es así como viven y mueren las mujeres en los márgenes de la sociedad; nos unimos a ellas en una foto fantasmal cuando defendemos los derechos de las mujeres como una causa justa”, escribe Oloixarac. E inmediatamente, pregunta: “¿Pero es justo usar el sufrimiento de Ana y de tantas mujeres asesinadas como la coartada virtuosa que disimula las venganzas personales? ¿Es ese desplazamiento, esa democratización de lo que significa la violencia, justo?”

En Bad hombre Pola Oloixarac señala los excesos propiciados por el momento MeToo y la ola de reparación y corrección del machismo; es un libro que invita a la polémica, es decir, a la conversación y que confirma a Oloixarac como detectora de ángulos ciegos en los asuntos candentes. ~


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