En 1957, por primera vez en la historia, un satรฉlite artificial subiรณ al cielo y se quedรณ girando en torno a la tierra. La hazaรฑa de la Uniรณn Soviรฉtica llamรณ la atenciรณn mundial. El Sputnik (‘satรฉlite’ en ruso) dejaba atrรกs a los Estados Unidos. Parecรญa confirmar la superioridad del comunismo y el vaticinio de Jruschov: “Los enterraremos” (1956).
Para celebrarlo, el viceprimer ministro Anastรกs Mikoyรกn llevรณ una exposiciรณn de ciencia y tecnologรญa soviรฉticas a Nueva York, Mรฉxico y La Habana. Hay un archivo ruso que registra un cortometraje con los noticieros de la visita a Mรฉxico (Anastas Mikoyan in Mexico, 1959). Eran los tiempos de la “izquierda atinada” del presidente Adolfo Lรณpez Mateos (1958-1964), y parecรญa que nos visitaba el futuro. El visitante, que era simpรกtico y de altรญsimo nivel, fue muy bien acogido y llevado a todas partes.
Recuerdo haber leรญdo (¿en la revista Siempre!?) la crรณnica de una reuniรณn desenfadada con polรญticos mexicanos. Estaba muy contento por la calidez con que era recibido (a diferencia de la recepciรณn en los Estados Unidos), por las maravillas turรญsticas que habรญa conocido y porque la palabra revoluciรณn estaba en todas partes. En algรบn momento, dijo (si mal no recuerdo) que su madre era campesina y rezaba por รฉl. Y, ya entrados en confianza, un mexicano deseoso de informarse sobre tecnologรญas mรกs avanzadas le preguntรณ cรณmo le hacรญan allรก los polรญticos (para enriquecerse). Las confiancitas terminaron ahรญ.
Durante muchos aรฑos, la falsa conciencia que ahora lastra el desarrollo del paรญs sirviรณ para gobernarlo. Fue consagrada en un oxรญmoron audaz: los adjetivos contradictorios del Partido Revolucionario Institucional. Miguel Alemรกn lo creรณ en 1946 para excluir a los militares (con su venia), transferir el poder a los civiles y legitimar su propio ascenso a la presidencia con otros universitarios: los “compaรฑeros de banca” que tomaron el poder sin tomar las armas, y por lo mismo tenรญan que declararse “revolucionarios”. Mikoyรกn se ha de haber sentido en casa: en los discursos, en las bardas, en los nombres de los partidos y hasta en los cerros encontraba la palabra revoluciรณn, sin alarma notable. Y claro que lo mรกs notable era eso.
Ya no vemos lo llamativo y hasta folclรณrico de que la รบnica vestimenta aceptable en Mรฉxico haya sido la revolucionaria. Habrรก quien diga que, en la mayorรญa de los casos, se tratรณ de un disfraz. Suponiendo que asรญ fuera, el hecho seguirรญa siendo notable: no en todas partes la gente tiene que disfrazarse de revolucionaria.
Naturalmente, unos dicen que lo verdaderamente revolucionario es esto y no aquello; otros que es aquello y no esto. Y hasta hay persecuciones de unos para desenmascarar a otros. Pero no hay que distraerse por el contenido de las acusaciones. Lo revelador es el รฉnfasis en el “verdaderamente”. Implica una situaciรณn en la cual hay que ser revolucionario, porque no hay otra manera aceptable de ser.
Asรญ en la Iglesia, todo alegato en favor de las propias ideas, o de los propios intereses, tiene que tomar la forma de que esto o aquello es lo “verdaderamente” cristiano. No hay nada que hacer en el discurso cristiano declarรกndose apรณstata, descreรญdo, fanรกtico, hereje, impรญo, relapso, renegado o sectario. Ponerse esos sambenitos, o dejรกrselos poner, es aceptar la muerte “cรญvica”: no ser, no tener voz ni voto, ser excomulgado o llevado a la hoguera. Todavรญa no hace tantos aรฑos, se hablaba en Mรฉxico de “expulsar del discurso” intelectual a los escritores de Vuelta y se quemรณ la efigie de Octavio Paz.
Si la alternativa es no ser, lo prudente es presentar lo que se es (o se cree ser, o se alega ser) como lo que hay que ser. Pudiera hacerse una antologรญa muy cรณmica (o siniestra) de todo lo que ha sido declarado cristiano o revolucionario; una galerรญa pintoresca de mexicanos que se dijeron y hasta se creyeron “verdaderamente” revolucionarios. Curiosamente, no hay mexicanos que compitan por declarar que ellos son los reaccionarios de verdad, no los impostores que se disfrazan de reaccionarios y no lo son. La diferencia es elocuente.
La palabra revoluciรณn, que hizo temblar a millones en los tiempos villistas, zapatistas, carrancistas, llegรณ a ser decorativa, como un adorno en un sombrero charro. Las palabras marxismo, socialismo, comunismo, todavรญa inquietantes en algunas parroquias, se volvieron legitimantes en las universidades. La palabrarevolucionario, que en otros tiempos o lugares satanizaba y excluรญa, sirviรณ, por el contrario, como un gafete indispensable para circular. La sombrรญa, luminosa, serena, perturbadora, arrogante, modesta, dionisรญaca, apolรญnea, mansa, escalofriante, palabra libertad… se volviรณ ridรญcula.
En el paรญs del PRI, en el paรญs donde fue posible hacerse millonario en nombre de la Revoluciรณn, no hay una palabra mรกs emputecida que revolucionario. Lo notable es que siga usรกndose, y no solo por los partidos. Serรญa de esperarse que los mexicanos mรกs conscientes la abandonaran, pero no sucediรณ. Por el contrario, llena la boca de satisfacciรณn. Lo cual indica hasta quรฉ punto en Mรฉxico el discurso revolucionario fue el discurso obligado, la vestimenta indispensable para ser admitido.
El marxismo se volviรณ convencional en los medios universitarios. No en vano se vendieron mรกs de un millรณn de ejemplares de Los conceptos elementales del materialismo histรณrico de Marta Harnecker, que en el mundo universitario equivalรญa a Cรณmo ganar amigos e influir sobre las personas de Dale Carnegie: una guรญa prรกctica para acomodarse en la ruta del รฉxito social.
Triste es decirlo: asรญ como los hombres de negocios hablan de libertad de empresa, pero no leen a Adam Smith; asรญ como no tenemos las obras completas de Smith en espaรฑol, y por temporadas ni siquiera La riqueza de las naciones; mรกs universitarios compraron libros de Harnecker que de Marx; y, aunque parezca increรญble (de los medios universitarios), se acabรณ el marxismo sin que tengamos las obras completas de Marx en espaรฑol.
La razรณn es obvia: en los medios universitarios, como en los medios de negocios, hay mรกs demanda de banderas, distintivos y frases hechas que de lecturas, anรกlisis y discusiones. El marxismo fue la manera acadรฉmica, cientรญfica, elegante, de subirse al carro de la Revoluciรณn Mexicana, sin sentirse priista; con un distintivo rojo y negro en vez de tricolor. Nadie asustaba a su familia declarรกndose marxista. Por el contrario, muchos padres prudentes se alegraban de que sus hijos adoptaran esa nueva forma de ganar amigos e influir sobre las personas.
En Mรฉxico todavรญa se respeta al Che Guevara y Fidel Castro; y hay quienes se cuelgan, de propia mano, condecoraciones revolucionarias, medallitas de izquierda, escapularios marxistas. Hasta hay rivalidades por la autenticidad de los colguijes. Pero no hay rivalidades por ostentarse en la derecha. La derecha es inhabitable, un infierno de todos tan temido que nadie lo quiere voluntariamente ocupar; a donde hay que empujar a quien se deje, para tener la seguridad de que uno sรญ es de izquierda (puesto que allรก estรก la derecha, seรฑalada con dedo flamรญgero).
Pero, ¿quiรฉn va a dejarse hundir en el infierno para que los fariseos gocen de la gloria de juzgar a todos desde el cielo? Nadie. Por eso, el infierno estรก vacรญo. Si la derecha no merece mรกs que la muerte cรญvica, no puede haber derecha. Pero tampoco izquierda. Donde no hay derecha, la izquierda abarca todo, y por lo mismo no quiere decir nada. Donde la izquierda legitima, pero la derecha no, toda izquierda se vuelve sospechosa de ilegitimidad: todos acaban persiguiendo a todos. Donde hay que ser de izquierda para ser, ser de izquierda y nada es lo mismo.
En rigor, no se puede ser de izquierda (ni derecha): no hay tal manera ontolรณgica de ser. Se estรก a la izquierda o a la derecha, en tal punto, con respecto a tal otra posiciรณn. Por lo mismo, considerando todo el espectro de posiciones posibles, lo normal es estar simultรกneamente a la izquierda y a la derecha: a la izquierda de unos y a la derecha de otros.
Es imposible estar a la izquierda en todo y con respecto a todos: no estar a la derecha de nada ni de nadie. No hay tal lugar. ¿Por quรฉ, sin embargo, en Mรฉxico, se pretende esa posiciรณn imposible? Porque lo importante no es la realidad, sino el realismo polรญtico de no ser rebasado por la izquierda y arrojado a las llamas. Hay que estar, pues, absolutamente a la izquierda, aunque tal posiciรณn no exista, aunque se reduzca a declarar que mi posiciรณn relativa es absoluta. Asรญ aparece el “ontologismo”. No estoy a la izquierda de tal posiciรณn en tal punto, y por lo tanto a la derecha de tal otra: soy de izquierda; mรกs aรบn: soy la izquierda.
La palabra izquierda se usa como la palabra decente, y quiere decir aproximadamente lo mismo (lo correcto, lo conveniente). No se dice: en tal punto, con respecto a unos, estoy por la decencia; y por lo tanto, con respecto a otros, estoy por la indecencia. Se dice: soy decente; mรกs aรบn: soy la mismรญsima decencia.
La indecencia (como la derecha, como el infierno) son los otros. Pero como los otros no quieren facilitar las cosas declarรกndose indecentes, para darnos la seguridad de sentirnos decentes, la indecencia finalmente desaparece, dejando un signo de interrogaciรณn en toda decencia. Como no se puede perseguir a indecentes confesos, la รบnica oportunidad de estar siempre y en todo del lado decente estรก en la lucha interminable de unos decentes contra otros, mutuamente acusados de no serlo.
“Todos los mexicanos queremos ser de izquierda, hasta los de derecha” –escribiรณ el sociรณlogo Pablo Gonzรกlez Casanova contra la indecencia de los otros (“Los pies de Greta Garbo o la cultura de la deshonestidad polรฉmica”, Nexos 76, abril de 1984).
Ya no hay pobres en Mรฉxico nacidos antes de la Revoluciรณn. Todos nacieron despuรฉs. Las banderas revolucionarias sirvieron para trepar y prosperar en nombre de los pobres mรกs que para acabar con su pobreza. Pero no es fรกcil desmantelar ese negocio. Hasta la gente sincera contribuye a renovarlo. Una y otra vez sucede que alguien descubre los ideales revolucionarios y que, aunque sabe que hay corrupciรณn, demagogia, etcรฉtera, cree sinceramente que su honradez personal va a hacer la diferencia: cuando hable de revoluciรณn o de izquierda, se entenderรก que ahora sรญ es en serio, porque รฉl es รฉl. Esto puede tener efectos pasajeros (mรกs bien contraproducentes, en la medida en que logre asustar); pero el efecto final es el mismo, ya sea porque lo aplasten, o porque le roben las banderas, o porque las venda, o porque, sin venderlas, llegue a apoyos condicionados, acomodos, etcรฉtera. El negocio prospera, independientemente de que las personas sinceras prosperen o no prosperen, sin ningรบn efecto notable para los mexicanos mรกs pobres.
¿Cรณmo pudo suceder que el Movimiento Estudiantil de 1968, que estaba contra el cinismo en el poder, acabara en la derrama de millones de pesos a las universidades? De una manera nada cรญnica. Vamos a ver: ¿Quiรฉn puede estar en contra de que se atiendan las necesidades campesinas? ¿Quiรฉn puede estar en contra de que se atiendan de la mejor manera posible? ¿Quiรฉn puede estar en contra de que, por lo tanto, se ocupe de esto gente preparada, es decir: gente que haya pasado por la universidad? ¿Quiรฉn puede estar en contra de que la gente preparada tenga los recursos adecuados para hacer bien las cosas: oficinas, computadoras, avionetas, viajes al extranjero, ayudantes, choferes y presupuestos millonarios? No hay aquรญ cinismo sino lรณgica.
Sin embargo, vรฉase a dรณnde conduce esta lรณgica: a excluir, por principio, toda posibilidad de que un campesino como Zapata pueda ser secretario de la Reforma Agraria; y a construir, en cambio, la posibilidad de que un perfecto bandido llegue a serlo, siempre y cuando:
a) Haya pasado por la universidad, asรญ sea como porro.
b) Hable a favor de Emiliano Zapata.
Que sea posible prosperar con banderas de izquierda favorece la argumentaciรณn irracional. Cualquier signo de prosperidad hace sentirse culpable y vulnerable frente a persecuciones y chantajes. Ser de izquierda y vivir en el Pedregal, tener casa en Cuernavaca, viajar al extranjero, ganar mรกs que el salario mรญnimo, es algo que hay que hacerse perdonar.
Asรญ se llega a los criterios de verdad por afiliaciรณn: no se estรก del lado bueno por tener razรณn; se tiene razรณn por estar del lado bueno. Para legitimar una buena posiciรณn, hay que asegurarse otra buena posiciรณn: el lado bueno; para lo cual, afortunadamente, basta con declararse en contra de los malos. Se puede vivir en el Pedregal, mientras no se viva en el error: mientras se abomine de la explotaciรณn. Para no abandonar la posiciรณn de clase real, hay que traicionarla con ganas en las posiciones declarativas. Para no ser perseguidos, hay que pasarse al lado de los perseguidores.
Asรญ sucede, paradรณjicamente, que alguien adopta posiciones mรกs radicales cuando mejora su posiciรณn real, contra lo que serรญa de esperarse. Y es que, en una sociedad posrevolucionaria, las condiciones materiales siguen determinando la conciencia, pero al revรฉs: a mejores condiciones materiales, mayor conciencia revolucionaria. Para tener buena conciencia, ganando mรกs que el salario mรญnimo, hay que estar por el cambio. Sobre todo frente a posibles perseguidores, que pueden atacar por la izquierda. Los lideratos, dirigencias, prestigios, chambas, presupuestos, ingresos, prerrogativas y, en general, las posiciones privilegiadas, se defienden con posiciones avanzadas. Adelantรกndose a los posibles perseguidores. Siendo todavรญa mรกs radical.
Temor constante de ser rebasados por la izquierda, de ser perseguidos por falta de radicalismo y hasta por cualquier signo de prosperidad. Buenas personas que miran de reojo, con temor, a su izquierda; donde se encuentran otras buenas personas, igualmente nerviosas por el quรฉ dirรกn a su izquierda. Temores que sirven para chantajear. Una de estas personas me contaba de una llamada de “felicitaciรณn” que recibiรณ por un ascenso, para hacerle notar que “ya me enterรฉ de lo que ahora estรกs ganando”. Estas presiones sociales explican gestos a veces francamente cรณmicos, como el de aquel funcionario que no querรญa ser confundido con los revolucionarios del PRI y, para demostrar que รฉl sรญ era revolucionario de verdad, rechazรณ un sueldo de 18 veces el salario mรญnimo: aceptรณ รบnicamente 14 veces el salario mรญnimo…
La idea convencional de izquierda / derecha se corresponde con otra polaridad espacial: arriba / abajo. Se supone que la izquierda estรก abajo, con el pueblo y que la derecha estรก arriba, sobre ese volcรกn: que la gente de arriba estรก por el statuquo y la de abajo por el cambio. Pero no hay que olvidar que izquierda, derecha, arriba y abajo, son conceptos relativos. Todo depende de quรฉ tan abajo o tan arriba, dรณnde, cuรกndo.
Si los privilegiados de arriba son aristรณcratas conservadores, que se creen de origen divino y no quieren el cambio, bajo los cuales (pero no tan abajo) estรก una burguesรญa que se cree el pueblo y quiere el cambio, tenemos, en efecto, que “abajo” estรก la revoluciรณn y arriba la reacciรณn. Pero hasta en ese caso resulta que hay otros conservadores: los campesinos, los de mero abajo. Cuando el volcรกn estalla, los revolucionarios llegan al poder, los de mero abajo siguen donde estaban y la polaridad entra en contradicciรณn.
Los nuevos privilegiados necesitan una falsa conciencia. A diferencia de los aristรณcratas, no se creen de origen divino: creen que son el pueblo que llegรณ al poder y quiere el cambio. Pero no el cambio de arriba, naturalmente, cosa por demรกs absurda, si el pueblo ya estรก en el poder: quieren el cambio de abajo. Quieren modificar a los campesinos, quitarles lo conservador, sacarlos del atraso y la supersticiรณn, hacerlos a su imagen y semejanza: la vanguardia progresista a la cual la Revoluciรณn le hizo justicia.
Cuando la izquierda llega arriba, la reacciรณn queda abajo: es el pueblo irredento que necesita educaciรณn; el ayer enterrado que no debe resucitar; la odiosa competencia de los que todavรญa no suben mucho y pretenden ser ellos los revolucionarios. Que los paรญses comunistas procedieran a la “reeducaciรณn por el trabajo” de los campesinos, que millones murieran en los campos de trabajos forzados y que tantos quisieran escapar
del paraรญso oficial, arriesgรกndose a todo en botes inseguros, sacudiรณ a la izquierda europea, pero no a la mexicana.
Los intelectuales franceses que llegaban a Mรฉxico se asombraban de la recepciรณn hostil en los medios universitarios a ideas perfectamente normales en la izquierda francesa. Una hostilidad que no era debate sino recitaciรณn furiosa del catecismo para exorcizar ideas malignas. Asรญ se explica que los libros marxistas publicados por Siglo XXI seguรญan vendiรฉndose en Mรฉxico cuando en Espaรฑa (y, desde luego, en Francia) ya no se vendรญan.
Uno de los autores de Siglo XXI, el sociรณlogo Nicos Poulantzas, con un gesto terrible de autocrรญtica, se lanzรณ de la Tour Montparnasse abrazado a sus libros, como deseando que murieran con รฉl. Mejor hubiese sido que viviera para hacer una sociologรญa marxista del marxismo, para entender por quรฉ tantos intelectuales fueron ciegos ante la realidad del “socialismo real”. Pero, en todo caso, su decisiรณn inspira mรกs respeto que la del escritor mexicano que no criticรณ las ideas que habรญa venido sosteniendo, ni explicรณ por quรฉ las abandonaba, ni se suicidรณ. Con desenvoltura notable, dijo que se habรญa deshecho de sus libros marxistas, para ganar espacio en su biblioteca. Como se descarta ropa que ya no se usa.
Las revelaciones persistentes sobre la realidad en los paรญses comunistas y, finalmente, el desplome del imperio soviรฉtico tuvieron el efecto contrario del Sputnik: descolocaron el futuro. Entre la gente seria, hubo un replanteamiento de las “leyes de la historia”, “la lucha de clases”, el progreso y sus protagonistas. Hasta se llegรณ a decir que ya no tenรญa sentido hablar de izquierda o derecha.
Norberto Bobbio, en Derecha e izquierda: Razones y significados de una distinciรณn polรญtica, critica la idea de que el distingo quedรณ obsoleto, y tiene razรณn. Tambiรฉn tiene razรณn cuando critica la supuesta imposibilidad de distinguir lo bueno de lo malo para la sociedad. Pero son dos distingos diferentes, y tiende a confundirlos. Trata de rescatar el concepto de la izquierda como protagonista de lo bueno para la sociedad. Es un error. Ni la izquierda ni la derecha son el bien (o el mal). Se puede estar bien o mal en esto o en aquello, pero no se puede ser el bien o el mal.
Ni la izquierda ni la derecha son el valor absoluto que se enfrenta al antivalor absoluto. Hay valores que defiende la izquierda, valores que defiende la derecha y valores que pasan de unas banderรญas a otras. Por eso, el ontologismo produce confusiones. Si todo lo bueno para la sociedad tiene que ser de izquierda y resulta que en tal caso lo bueno es lo que defendรญa la derecha, ¿lo reaccionario se convierte en revolucionario?
Abundan los ejemplos de valores conservadores abanderados hoy (o en algรบn otro momento) por la izquierda: La conservaciรณn de la naturaleza, de las especies, del ambiente. La conservaciรณn de las lenguas, de los clรกsicos, de las tradiciones, de los usos y costumbres. La conservaciรณn de lugares, monumentos, obras de arte, libros, objetos y documentos histรณricos. La conservaciรณn de la vida y la salud fรญsica y espiritual. La conservaciรณn de los valores religiosos, familiares, patriรณticos. La conservaciรณn de la identidad nacional frente a los Estados Unidos, las trasnacionales y el darwinismo global.
Leszek Koลakowski (no citado por Bobbio) se adelantรณ a la incertidumbre que estaba por llegar publicando un credo personal donde integra ideales conservadores, liberales y socialistas. Empieza con humor, recordando una frase que escuchรณ en un tranvรญa repleto de la Polonia comunista. El conductor les dijo: “Por favor, avancen hacia atrรกs” (“Cรณmo ser un conservador-liberal-socialista”, Vuelta, noviembre de 1979; recogido en La modernidad siempre a prueba).
Sobre viajes repletos cuando todos quieren ir al cielo por la izquierda, hay otra anรฉcdota de otro paรญs revolucionario. En algรบn lugar de Mรฉxico, para asegurarse de que sus feligreses entendรญan la maravilla que es el cielo, el pรกrroco pregunta:
–Vamos a ver. ¿Quiรฉnes quieren ir al cielo?
En la misa estรกn todos: campesinos, artesanos, tenderos, agiotistas, autoridades, prostitutas, curanderos y caciques. Y todos levantan la mano, excepto un viejo campesino. El pรกrroco, extraรฑado, le pregunta por quรฉ. Y el disidente ofrece su mejor excusa:
–Es que este viaje va muy lleno.
(Letras Libres Espaรฑa y Mรฉxico, febrero 2011)
(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.