En sus recientes apariciones en la televisión, el Lic. López Obrador elogia reiteradamente la “Cartilla moral” de Alfonso Reyes, un breve texto escrito en 1944 a solicitud de Jaime Torres Bodet, titular de la SEP, para acompañar la campaña alfabetizadora de mi general Manuel Ávila Camacho, un presidente que, como es de todos sabido, estaba muy interesado en la moral de la Patria.
En esa “Cartilla moral”, el candidato López Obrador ha encontrado la esencia de su proyectada “revolución de las conciencias”. Las ideas de Reyes que encuentra cruciales para su proyecto son: “obrar bien nos permite ser más felices dentro de la sociedad en que vivimos” y “el respeto a la ley, a la sociedad organizada en Estado, en gobierno con sus leyes propias”.
Han sido curiosas las reacciones ante el amor del candidato por esta cartilla. No faltó quien manifestase su rechazo a Reyes, un gordo adinerado, funcionario amigo de poderosos y del “partido oficial”, que exige respeto al Estado, y que además por haber vivido en el siglo pasado rebasó su fecha de caducidad.
Pero el encomio del candidato ha llevado a muchos a estudiar esas lecciones de moral y los respetos que la sustentan (que “equivalen a los mandamientos de la religión”), y que están escritas “para el educando adulto, pero también accesibles al niño”.
Yo, que califico de lo primero, la he leído (en línea) y hasta sin “la colaboración del preceptor”, como recomienda Reyes. Lo bueno es que está escrita, como él mismo dice, sin “torturar con esfuerzos excesivos la mente de los lectores… dando siempre por supuesto que nos dirigimos a hombres normales y no a deficientes”.
Supongo que el párrafo favorito del candidato López Obrador –pues lo evoca diariamente– es aquel en que Reyes dice que “la satisfacción de obrar bien es la felicidad más firme y verdadera. Por eso de habla del ‘sueño del justo’. El que tiene la conciencia tranquila duerme bien.” Y para obrar bien y dormir bien es menester “educarse para el bien”, alcanzar la “moral de los pueblos civilizados (que) está toda contenida en el Cristianismo”.
Reyes advierte que hay algunos para quienes “el bien sólo se conoce a través de la razón, y que, en consecuencia, no se puede ser bueno si, al mismo tiempo, no se es sabio”, pero que hay otros que consideran que “el bien se conoce por el camino del sentimiento y, como la caridad, es un impulso del buen corazón, compatible aun con la ignorancia. Según ellos, el malo lo es por mala inclinación. Necesita redención.”
Reyes recomienda que unos y otros se complementen, pues dar de beber al sediento supone tener “buen corazón, ¡y agua!”: si no hay materia prima no hay buena obra. Ni tampoco donde exista la materia, pero falte el arte, pues “si se es estúpido, poco se aprende con el estudio”. Interpreto que el candidato se adhiere al segundo grupo, toda vez que ha llegado a la conclusión de que los “malos” lo son no por elección, sino por estar mal inclinados, cosa que él puede enderezar.
Interrogado por la periodista Carmen Aristegui sobre “qué te inspira” la “Cartilla moral” de Reyes, el candidato respondió:
Tolstoi escribió muchísimo sobre esto. Hay mucha filosofía sobre esto. Martí hablaba mucho de esto, de la importancia del amor y de la felicidad, de no apostarlo todo a lo material y, en efecto, Alfonso Reyes escribió esta cartilla moral. No recuerdo, Carmen…, el título es “Cartilla moral”, pero sí sé que es un decálogo, eso lo recuerdo bien, he leído el documento y lo vamos a difundir porque es interesante. Él habla en ese documento de que es una especie de constitución moral, fíjate qué interesante: es una constitución, no como la nuestra, pero es una constitución que tiene que ver con la moral.
Bien dicho, con franqueza y sin vanidad (que no sea un decálogo, carece de relieve). Es obvio que una de las lecciones de la “Cartilla moral” que mejor leyó el candidato es la que avisa del peligro de tomarnos “con demasiada solemnidad, porque ello esteriliza el espíritu, comienza por hacernos vanidosos y acaba por volvernos locos.”
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.