Apuntes sobre la hispanidad

Una conversación con el filósofo Agapito Maestre acerca de lo universal del concepto de hispanidad. 
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Ahora sí que están unidos el nuevo y el viejo mundo,

Y sólo están divididos por un viejo mar profundo

Antonio Valente (1530 – 1585)

 

Me cita Agapito Maestre en el centro de Madrid para hablar de su libro, Meditaciones de Hispano-América, que acabo de leer. A media charla, interrumpirá nuestra conversación Iñaki de Miguel, editor e hijo del eminente sociólogo Amando de Miguel, quien prepara la reedición de la continuación de las Meditaciones, Viaje a los ínferos americanos. Ambos trabajos son recorridos por la cultura en lengua española que ahora, desde la antigua capital del Imperio, nos sentamos a glosar.

La inmensidad geográfica de los países de lengua española cuenta con un centro espiritual, que es su cultura. No ignoro que dicho concepto es polémico, tanto más porque como dice Maestre, “en el mundo hispano, el centro está en la periferia y la periferia está en el centro.” Recuerda una exposición transatlántica que se llamó ‘Identidades Compartidas’. “No son identidades compartidas: ¡Es la misma identidad!”. Él lo tiene claro: “La batalla la han ganado aquellos que niegan la entidad de la cultura española. Curiosamente quienes niegan eso son los propios hispano-americanos, tanto desde el otro lado del océano como de éste.”

Cita el autor en sus Meditaciones de Hispano-América a Séneca: “Vergonzoso es dejarse arrastrar y no guiarse, y en medio de la corriente de los negocios preguntarse con estupor: ¿Cómo he llegado aquí?” ¿Cómo hemos llegado a la idea, que tiene como algo de concesión, de las identidades compartidas? De todos los imperios, el español es el único que se planteó la cuestión imperial desde un punto de vista moral, de qué hacer y cómo actuar en el nuevo mundo. Esto dio pie a muchas cosas positivas, pero también al indigenismo y la leyenda negra, que junto con la situación política española del siglo XIX deriva en un complejo de culpa a este lado del Atlántico. “Eso no existía antes”, sentencia Maestre. 

Pero hay razones para la esperanza: “Nuestra cultura es tan inmensa que a pesar de que nos estamos suicidando permanentemente, permanece.” Los escritos de Agapito Maestre van encaminados entonces, no a rescatar la cultura en lengua española, sino a luchar contra ese estéril proceso de persistentes suicidios. “No podemos recibir la cultura en lengua española como niños bien, sino que tenemos que intentar ser merecedores de ella: es decir, leerla.”

Para ello, Maestre nos da una serie de claves, entre las que destaca la idea de que la cultura en lengua española es genuina cultura universal desde el primer momento, aunque hasta la universalidad puede ser particular. “Las bases de la cultura en lengua española están fundamentadas en la continuidad y a pesar de que por motivos políticos hemos intentado fragmentarla o señalar sus discontinuidades, sigue siendo una sola y quizás eso ha sido la gran aportación de las obras de Alfonso Reyes, Octavio Paz, Luis González González y sus discípulos, como Enrique Krauze o el que a mi juicio es uno de los más grandes críticos de la cultura en lengua española: Gabriel Zaid.”

Maestre hace un constante esfuerzo por rescatar autores de las constricciones de la ideología y denuncia la incomprensión hacia los nuestros que viene del intento de categorizar demasiado estrechamente su pensamiento. La lista de incomprendidos u olvidados llega hasta nuestros días y pasa por Zambrano –de quien Maestre escribió una semblanza filosófica–, por Pérez Galdós, Menéndez Pelayo, Ortega y Gasset, José Gaos o José Luis Garci. No hay sitio para todos en las páginas escritas por Maestre: estarían también Agustín de Foxá, Luis Vives, Pío Baroja, Felipe Trigo… El ostracismo podría ser un monstruo salido de las páginas del Criticón de Gracián, un esperpento que ignora a los mediocres y devora a los genios.

Sorprende ver a un autor español que mira tanto hacia México, Argentina o Venezuela. “Hemos mirado al otro lado a veces con un absurdo complejo de superioridad, porque dentro de nuestra cultura en lengua española el rol de México o Argentina es más importante que el nuestro. Es tan disparatado que han dejado de venir miles y miles de hispanoamericanos a las universidades españolas que antes sí venían”. Este moderno talante que niega el mestizaje hispanoamericano resulta tan dañino como el indigenismo, y no deja de ser un nuevo suicidio dentro de la sucesión que indicábamos antes. Frente a ambas tendencias, queda la cultura; y visiones como la de Maestre que pasan por ensanchar ésta tanto hacia autores determinados como hacia una visión global y universal de la hispanidad.

(Fuente de la imagen)

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