Arcadi Espada en México, sobre los límites del periodismo y la literatura

Cinco viñetas sobre Arcadi Espada, la borrosa línea entre periodismo y literatura, y la persistencia del debate sobre el tema, a propósito del seminario de Espada sobre la ficción en el periodismo y el debate “¿Cuánta literatura cabe en el periodismo?” en la Universidad Iberoamericana de la ciudad de México. 
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I.

La relación entre literatura y periodismo es un tema escurridizo que abunda en mesas redondas, diplomados, clases de periodismo y tertulias varias. No faltan las menciones a Truman Capote, a Tom Wolfe y al Nuevo Periodismo, artífices del arte de fusionar literatura y periodismo, quizás a algún hispanohablante como Tomás Eloy Martínezy, sin duda, al pionero, John Hersey, que se atrevió a contar historias de los hechos antes de que Gabriel García Márquez definiera el reportaje como “un cuento que es de verdad”. También parecería que periodistas y literatos se reconocen y demarcan sus respectivos campos, y que cuando se habla de periodismo se habla de hechos reales y cuando se habla de literatura se habla de construcciones tejidas de ficción. Pero cada tanto surgen casos (Janet Cooke, ganadora del Pulitzer con la historia falsa de Jimmy, un niño adicto a la heroína, o la polémica Domoslawski-Kapuściński, en la que, dice Domoslawski, el gran periodista del siglo xxi se tomaba licencias literarias para aderezar los hechos) que vuelven inexactas sus fronteras, y plantean la relevancia dialogar, una vez más, sobre esta resbaladiza relación entre verdad y veracidad.

 

II.

Timothy Garton dice que “todos tenemos un novelista en la cabeza”. Arcadi Espada (Barcelona, 1957) no opina lo mismo. Espada es columnista y profesor de periodismo. Es, además, un personaje conocido en el mundo de los deadlines de imprenta y de polémicas que se escriben en columnas de ochocientas palabras. Es, pues, un periodista. Un periodista que no se inició en el estudio de las leyes, la sociología o la literatura. Espada estudió periodismo, lleva más de treinta años escribiendo en periódicos, dicta clases sobre el oficio de Pete Hamill y Gay Talese, y publica reportajes. La defensa de su postura sobre el oficio lo ha llevado a ser un crítico de colegas y distintas publicaciones. Su postura: periodismo y literatura son dos órdenes diferentes; ambos usan la palabra, pero uno se nutre de hechos y otro de ficción. La diferencia, dice Espada, es tal que el periodismo tiene más del espíritu científico de Niels Bohr, que de la pluma de Flaubert. Así quedó claro en la polémica que sostuvo con el escritor Javier Cercas. En uno de sus reportajes, Raval. Del amor a los niños, Arcadi Espada escribe: “Este libro es inhumano. Solo hay rayas y nombres. ¿Periodismo? ¿Literatura? ¡Cartografía!”

 

III.

Un debate debe ser un encuentro de diferentes voces y posturas. Ese es uno de sus propósitos. El concepto mismo está diseñado de ese modo, y a partir de ello se piensa en una serie de entendidos que aporten distintas soluciones a una pregunta sin resolver (“¿cuánta literatura cabe en la literatura?”). Cuando la figura principal es Arcadi Espada, quizás el máximo especialista del tema en habla hispana, es difícil pensar en periodistas en México que hagan de contraparte. Y sin embargo. Al compás de las intervenciones, el panel formado por un poeta inserto en el mundo editorial, un columnista y analista político y una líder de opinión generaron dos respuestas contundentes y encontradas: (a) la literatura no cabe en el periodismo en tanto que no hay espacio para la ficción en la narración de la realidad –ficción y hecho son dos conceptos contradictorios; y (b) el periodismo es una forma de literatura, ambas trabajan con el lenguaje y ambas requieren de un estilo narrativo.

 

IV.

Cuando Julio Trujillo, poeta entre periodistas –Denise Maerker y Jesús Silva-Herzog Márquez–, dijo que “la realidad tiene versiones”, Arcadi Espada hizo un gag casi instantáneo. Es conocida la tesis de Espada de que “la verdad no tiene versiones”, y que aunque la verdad metafísica sea imposible de abarcar en un solo ángulo, el periodista tiene el deber de escribir una verdad verificable, sin las interferencias ni los “atajos” de la ficción. “El periodismo está condenado a la literatura”, remató Trujillo y Jesús Silva-Herzog apresuró en su intervención que “el periodismo es literatura, ambos comparten la precisión del lenguaje, el uso quirúrgico de la lengua”. Arcadi Espada, sin embargo, terminó por dar la última estocada: “literatura y periodismo se dedican a la representación de la realidad”, pero la literatura, finalmente, y por definición, “es ficción”.

 

V.

¿Es necesario un debate sobre una suerte de tópico que se repite en bucle en festivales, conferencias, redacciones y aulas universitarias? Los debates, además de polifónicos, suelen ser discusiones sobre preguntas sin una respuesta definitiva. Pero no por ello son infructuosos. Estos hiatos críticos dedicados a señalar y observar de fondo a un oficio poco acostumbrado al autoexamen, siempre serán necesarios, incluso si eso implica que se hable, una vez más, de Capote, Hersey y los apóstoles del Nuevo Periodismo.     

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