Los buzones del edificio donde vivo están llenos de unas hojas con tinta violeta. Llevan ahí desde el jueves y pocos vecinos parecen prestarles atención: han recogido ya los recibos del teléfono y otras facturas por pagar; pero los volantes que presumen una cintilla con el logotipo del Instituto Electoral del Distrito Federal, en cambio, poco a poco quedan huérfanos en los buzones de madera. Un gran porcentaje de esas hojas que a media semana el portero llevará directamente a la basura contienen parte, muy escueta, de la información que se considera necesaria para participar el domingo 6 de diciembre en una consulta ciudadana para manifestarse a favor o en contra del Corredor Chapultepec, la estructura elevada que se pretende construir sobre esa avenida. Le he preguntado a la señora Irma, una de las pocas vecinas que sí tomó el volante si piensa ir a votar el domingo: “No tengo computadora para revisar el CD y esa consulta ya está decidida porque ese proyecto ya está listo, lo van a hacer y no sé ni para qué nos preguntan”.
El llamado Corredor Cultural Chapultepec ha levantado polémica y han sido numerosas las explicaciones que demuestran que no es un proyecto integral ni viable en términos de planeación urbana, que no es cultural y que la rentabilidad del modelo financiero (concesión a inversores en sociedad con el gobierno) no resulta beneficioso a la ciudad. En un acto presuroso, el IEDF propuso una consulta ciudadana para preguntar a los habitantes de la delegación si debe o no construirse el corredor. Asimismo, se ha dispuesto un micro sitio en la página del Instituto en el que se despliega una lista de puntos a favor o en contra del mismo. Sin embargo, dicha lista no incluye información precisa que sustente argumentos, solo ideas acompañadas de ilustraciones y una vaga noción de lo que significa dotar a la ciudadanía de herramientas precisas para meditar una decisión como esta. ¿Qué podemos esperar de este tipo de ejercicios?
Desde el inicio, la consulta ciudadana que supuestamente buscaba conocer la opinión de los habitantes fue el resultado directo de un proceso desorganizado. Con un boletín de prensa a cargo de PROCDMX y la publicación en la Gaceta Oficial del Distrito Federal, el 19 de agosto se presentó oficialmente el proyecto de construir puente elevado en la avenida Chapultepec. La primera consulta sobre la pertinencia del mismo, programada para el 27 de septiembre, se aplazó unos días antes, el 21 del mismo mes, cuando Miguel Ángel Mancera anuncióque a petición de los comités vecinales, el ejercicio de participación se pospondría hasta el 3 de octubre. Pero esa consulta tampoco se concretó, de hecho fue cancelada por el GDF, previo anuncio en la Gaceta Oficial del Distrito Federal el 28 de septiembre. Ahí mismo se anunció que sería el IEDF el encargado de organizar dicha consulta pues resultaba incoherente que la administración capitalina pretendiera ser juez y parte del proceso. Luego de este anuncio, el propio Instituto tomó la petición para anunciar el 9 de octubre que el consejo ciudadano delegacional de Cuauhtémoc había ncumplido con los requisitos establecidos en la Ley de Participación Ciudadana del Distrito Federal: la nueva fecha propuesta para la consulta, 18 de octubre, estaba muy próxima (el artículo 50 de dicha ley contempla la emisión de la convocatoria con 15 días de antelación), por ello resultaba inviable para el Instituto cumplir con la fecha. Una nueva cita tendría que definirse.
El día 12, los comités ciudadanos de las colonias Roma Norte y Condesa entregaron al IEDF una solicitud formal proponiendo como fecha tentativa para la consulta el 17 de enero de 2016, con el fin de contar con tiempo suficiente para la difusión del proyecto así como la integración de una solución del mismo a nivel de piso e incluirla en la consulta.
Fue el 6 de noviembre cuando finalmente el IEDF anunció que la consulta sería un mes después, el domingo 6 de diciembre de 9:00 a 17:00 horas, y que podrían votar los habitantes de la delegación Cuauhtémoc, inscritos en la Lista Nominal del Registro Federal de Electores con corte a noviembre del 2015 que contaran con la credencial vigente para votar (IFE). Ahí podrían responder sí o no a la pregunta “¿Debe o no debe realizarse el proyecto del "Corredor Cultural Chapultepec-Zona Rosa" en el tramo comprendido entre Lieja y la Glorieta de Insurgentes?”
Dada la premura del evento, el costo de la consulta estimada en 7 millones 400 mil pesos (promoción y difusión, incluidos los 175 mil folletos y discos compactos así como spots publicitarios, y costos de materiales empleados en el proceso), no se incluyó en el presupuesto del Instituto vigente para este año. Cabe señalar que aunque el consejero del IEDF, Pablo Lezama aclaró que, de acuerdo con lo establecido en la ley: “La consulta ciudadana no es como el plebiscito, no necesariamente es vinculante y hay algunas condiciones establecidas en la ley. Quedará en manos de la autoridad determinar si cumple con lo que se dijo en la consulta o no”, por su parte Simón Levy, director de PROCDMX, la agencia a cargo del proyecto, declaró que la administración capitalina respetará los resultados de la misma.
Lo que esta caótica cronología devela es un panorama atropellado e inconsistente del que deriva una consulta apresurada: no solo hay argumentos endebles que no han podido validar al proyecto del corredor como una propuesta urbana favorable, además recientes declaraciones de ahora ex integrantes del “Consejo Rector” del proyecto ponen en duda la legitimidad del proceso de participación ciudadana que tan presurosamente el IEDF ha asumido; todo indica que los recursos clientelares de la delegación Cuauhtémoc se echarán a andar a favor de un “sí”.
Mientras tanto, la discusión pública en torno al tema no cesa y ha sido clara en manifestar que no existen relaciones recíprocas entre el puente elevado del corredor y el espacio circundante; parte de la sociedad civil ha convocado el sábado 5 de diciembre a una marcha pacífica en rechazo a las políticas urbanas actuales. Si la arquitectura es reflejo de las políticas que le dan cauce, estamos frente a un proyecto que deja ver expresiones poco organizadas y coherentes, que ponen a descubierto tendencias urbanas que distan de las necesidades reales que la ciudad manifiesta y que requieren más discusión e inclusión ciudadana que la que una consulta como esta puede presumir.
Maestra en historiografía e historiadora de la arquitectura.